No. No es la canción del grupo –Beach Boys- de cuando éramos jóvenes. No. ¿El Málaga?
Tampoco. Este equipo de nuestros quereres, tampoco. Éstos hacen arenilla un
corazón tan grande como el Monte Coronado. Las buenas vibraciones las han
transmitido Duda; el chaval que ha
venido de la otra punta del mar, Amrabat; un tal Flavio que vino de Portugal en
verano…
A medida que avanzaba el partido a uno le pasan cosas por la
cabeza. Primera parte ‘normalita’, penalti que sí es, un Sevilla ramploncete y
un títere en la banda que no para de gesticular. El que quería este verano, en
sintonía con su expresidente, que se cumpliese la ley. Ese. Como si a los
partidos no se planteasen durante la semana.
Pájara monumental del Málaga en los primeros veinticinco
minutos del segundo tiempo. Se echa el viento. Casi entra calor - y mira que la
noche pintaba en frío -. El Sevilla remonta. Fallo por el centro, primero; a
balón parado, después. Los centrales buscando alúas.
Schuster se entera de algo (o se lo soplan). Entra Samu;
luego El Hamdaoui y Pablo Pérez. Cambia
el decorado. Arrecia el equipo. Centro desde la izquierda. Golazo, en la otra
bana, de Samu. Se mueve mucho y bien, el holandés-marroquí-turco y como siga
así, ya mismo perchelero. Viene el gol de la remontada…
Sobran la mala conducta de Schuster empujando a un jugador
del Sevilla, y no saber comportarse. Sobran los cánticos soeces. Sobra tanto despliegue
policial -¿quién paga eso?- si luego tiran dos petardos entre la masa (nunca
mejor empleada la palabra) de los que mal representan a una ciudad tan
señorial, tan hermosa, tan bonita, tan
especial, como Sevilla…
Tenía entendido que los fantasmas visten de blanco. ¿De
quién ha sido la idea de vestirlos, -La Rosaleda, diez de la noche, frío de
invierno, y casi lleno- de colorado? No
se han enterado: el Málaga se asusta… de su sombra. Así les ha ido. Por cierto,
querido Antonio, tú pusiste un dos; yo, sin creérmelo, un uno (Málaga 3;
Sevilla 2). Cosas que pasan.
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