Así comenzaban los versillos de don Luis de Góngora y
Argote. Cordobés y cura por más señas. Colmillos
retorcidos y con más mala leche que un cepo enterrado. No tenía enemigo pequeño.
Un tal Quevedo, por ejemplo, ¿le suena?
Medio pueblo español está perdido. Ni moral, ni dinero, ni
futuro, ni casi ilusión por nada. Jóvenes que se van lejos, tan lejos que ni
las grullas que vienen para pasar, por aquí el invierno, quieren quedarse por allí
en, según, qué tiempos.
El otro medio – una de las dos España, escribía don Antonio
Machado, ha de helarte el corazón- ya no es ni devota de Frascuelo ni de de
María. Ahora, que si Madrid o Barcelona, que si referéndum o escisión, que si
amnistía encubierta o gobierno cobarde…
“Y en las mañanas de invierno / naranjada y aguardiente…” No
era tonto del todo aquel pueblo español del XVII. Andaba suelta la corrupción –
como ahora-. Iban las carretas delante de los bueyes, o sea, más gastos que
ingresos – como ahora-. Faltaba dinero y sobraba escasez, -como ahora-. Y el
pueblo lampaba por las calles de un Madrid con mucho frío en invierno – como
ahora-.
Desmoraliza que la locutora del telediario, eso sí,
guapísima, desgrana el rosario de noticias. Ni de aquí ni de allí. Todas, - bueno, casi todas- malas, y
para salir corriendo, para no volver la vista atrás y, como decía aquel de mi
pueblo, que la marcha sea de tal manera “que hasta el camisón te haga pompas”.
España de navaja chivera y queso rancio; novicias tras rejas
con púas y conventos de silencios. Dicen que era la España del Siglo de Oro.“Traten
otros del gobierno del mundo / y sus monarquías (lagarto, lagarto, eso no lo
decía don Luis; lo digo, yo) / mientras gobiernan mis días/ mantequilla y pan
tierno… Y ande yo caliente / y ríase la gente”. Eso.
Pepe, dan ganas de salir corriedo.
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