Ha publicado, hace unos días, la prensa una foto del mausoleo
donde dicen que están los resto de Abû ʿAbd Al·lâh «az-Zughbî» Mohammed ben Abî
al-Hasan ʿAlî, llamado, también, Muhámmad XII… Dicho así, como que no. Pero si
decimos Boabdil o el Rey Chico, el de los tópicos de suspiros y llantos camino
del destierro…¿se acuerdan?
Está el mausoleo a las afuera de la ciudad santa de Fez. El último
monarca del reino nazarí nació en la Alhambra, en Granada, allá por siglo XV y reposa cerca de las murallas de una de las
ciudades más hermosas, - Marrakech y Meknès, no le van muy lejos - del ‘amable
vecino de enfrente’ como anuncia la propaganda turística.
Pero el mausoleo, por culpa del paso del tiempo, por el olvido de los
hombres, porque no sobra, precisamente, el dinero o por ¡vaya usted a saber qué!
no está lo bien conservado que debería. Es la tumba de alguien muy importante
en la Historia.
Decía el periodista que daba la información que ha habido varios intentos
de ‘adecentar’ aquello. La burocracia, las trabas que ponemos a las cosas, la
lejanía… Lo cierto es que casi es refugio de gente de no muy buen vivir o,
cuando no, de otras cosas.
Antonio Gala, (“El Mundo”, 12 de febrero) pedía la repatriación de esos
restos y llevarlos a Granada, junto a Isabel y Fernando y terminaba diciendo:
“siempre son tres los puntos suspensivos”. Quizá pida un imposible. Como deseo
podría ser algo lleno de sabor romántico.
Me viene al recuerdo, ahora, una tarde calurosa de septiembre. Pegaba el
sol; habíamos paseado por las calles sombreadas de la medina. Olía a cueros,
fruta madura y especias. Nos salimos fuera. Necesitábamos aire. Una muralla
desdentada encerrada a la ciudad.
Compramos, en un puesto callejero, una sandía, le ofrecimos al guía…Rehusó:
“ne pas posible, c’est le Ramadan”. Mire,
usted, si fuese posible que algunas cosas tuviesen arreglo…
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