Asomó, el temporal, como el toro en la plaza: con poderío y
mando. Dicen los que informan del tiempo que es una sucesión de borrascas.
Vienen del Atlántico y traen viento y
agua. Y, digo yo, no van a traer chicle, pipas y caramelos. Sea lo que sea
¡vaya nochecita que nos ha dado el aire!
El cielo limpio y azul. Ni una nube. Y como por las alturas
– por las alturas de muy arriba- ya no había qué llevarse va y la emprende con
las antenas, persianas, toldos, hojas de ventanas sueltas, farolas, cables,
ramas, piedras, troncos…
Algunos árboles, alegres ellos, cuando vieron el sol de hace
unos días, habían empezado a reventar por las yemas. No podían aguantar la vida
que llevan dentro. Anunciaban una primavera que ya no tiene que estar lejos.
Según el almanaque a poco más de un mes; para el campo, cuestión de días.
No había un alma en la calle. Casi todo el mundo en la
madriguera. Los más atrevidos fueron, temprano, por el pan. ¿El tema de
conversación? Pues no, no era ni la infanta ni Urdangarín, ni la ‘re-vista’
(por haberla visto ya otras veces) la película de los premios de los Goya.
Daban ‘su’ explicación del por qué la gente no va al cine.
El clavo es otro: la misma película, con otros actores. Uno no se harta de
‘re-ver’ a Gary Cooper, a Bogar, Ingrid Bergman o a Jhon Waynne… Pero ¿esto?
Alguien acuñó hace unos años aquello de mantenga limpio el cine español de
curas, soldados y niños. Ahora, quien quiera entender…
Despeluznados los árboles; alborotados, los papeles, pasan
volando. Dicen que anda revuelta la mar: ni los barcos salen. Se han escondido - ¿dónde?- los pájaros… Un día estupendo para
encerrarse en la madriguera y, esperar a que pasen los perros y las escopetas. “Aire, que me lleva el aire / aire, que el
aire, me lleva…” canta la copla del
pueblo. Eso.
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