Saltó la noticia como todo lo que tiene morbo. Con bulla y
por sorpresa. Primera noticia en los telediarios; primera página en los
periódicos de papel; irrupción avasalladora en eso que ahora se llama redes sociales.
“Apuñalan a la mujer y al hija del periodista Paco González”
Lo que vino después… Ya se sabe. Si no es un profesional de
primera línea, y si no hay un morbo de amores por en medio, ni nos enteramos. Especulaciones,
tonterías, cuanto más grande, y más sensacionalista, más audiencia. Ahora comienzan
a escudriñar a la chica.
Veinticinco años,
mujer solitaria y con pocos amigos. En su pueblo, Laguna de Duero – por la
distancia casi una barriada de Valladolid, a orillas del río, el que nace en
los Picos de Urbión y se va a la mar grande, junto a Porto – dicen que era una
chica ‘triste e introvertida”… Lo que sí es, sin lugar a dudas, es una mujer
enferma con una vida arruinada.
Lo que ha saltado – desde no sé cuánto tiempo antes, y ahora desde el
sábado, con más fuerza – es la ceguera
de amor de la infanta Cristina de Borbón. Quería – se supone que lo sigue
queriendo – enormemente a su marido. Todo lo fíaba a él. El tal Urdangarín no
merece una mujer que lo quiera tanto.
El amor no tiene arreglo. Dentro de unos días, la gente se
gastará, lo que no tiene por regalar una rosa. “¿El precio de una rosa?, - me dijo un profesional de la floristería,
hace muchos años -, en San Valentín y en los Santos lo que usted pida; en mayo,
lo que le den por ella”.
Como si para regalar una rosa - si es roja, que son preciosas, mejor -
hiciera falta una fecha determinada. “Rosa rojas a ti, he comprado esta noche…”
¿Se acuerdan? Massimo Ranieri. Una balada preciosa de los años setenta. ¡Qué
viejo es uno, caramba!
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