Calle Negrillos. Álora (Málaga)
Encanto y embrujo; diferente.
Surge la admiración, el asombro. Aparece la pregunta ¿Y, esto? ¡Sorpresa! O
sea, calle Negrillo. Alora, sin ir más lejos.
Es una
postal. Una vieja postal. La calle entrañable, recordada, única, irrepetible…
Todo lo que ustedes quieran y algo más. Es la calle Negrillos. ¿El porqué del
nombre? Da lo mismo. La calle Negrillos, de entonces. Sabor a pueblo y a cal;
sabor a esencia. Es esa calle que anida y se queda dentro. Esa que uno, en
ocasiones, cuando transita por la geografía se la encuentra sin esperarlo…
Las
calzadas de la calle – reverbera la luz en las fachadas – limitan al norte, con
el cielo azul; al este con el alero de un tejado; al oeste – no muestra el oeste,
pero seguro que es con la fantasía y el ensueño-; al sur, antiguamente, cuando
yo era niño con los almendros nevados – “el almendral del Macareno”- en lo
crudo del invierno y el Castillo. El vecino de frente. Ahora, pinos, de esos
con los que, a través de muchos intentos, el Ayuntamiento intenta la
repoblación forestal de cerro …. Las Torres donde durmieron tantos sueños.
Una
escultura moderna en una calzada. Macetas de geranios bordean los filos:
azules, amarillas, verdes, rojas… Cuando sube alguien va a los suyo. Va de sus
soledades a su tiempo. Por aquí ni anda ni se para el tiempo; ni corre ni se
echa el viento… Por aquí salen al paso dos opciones: sube o baja. Escoge. La
gente, las gentes de los pueblos siempre tiene en su manga una sorpresa que le
muestran, cuando quieren, al viajero.
Se
escalonan las calzadas. Se apoya una en la otra. Como se apoyan los años, como
se sobreponen los días. Modesto el
cableado del tendido eléctrico; soberbio, el paisaje. El cielo limpio, el
verdor del Pecho de las Torres, la generosidad blanca de tanta cal, cal de
calera, de escobilla y cubo de cinc ya viejo...
Tejados
de dos aguas; tejas moriscas, perfectamente ensambladas; en las fachadas, la
puerta de la casa, y una, o dos ventanas. No había para más. Pequeñas, sin
exceso, sin rejería ni balconada artística con filigranas, pero con mucho
misterio dentro, tanto que a uno - de niño lo asustaban con ‘Marquita la del diablo’ - se le antoja
que por alguna de ellas podría aparecer en cualquier momento la niña aquella…
Pinceladas
de primor. No es una calle cualquiera. Todo en ella es suelo y cielo… Van y
vienen, suben o bajan – da lo mismo-. Por allí, un día, se perdieron, los
recuerdos…
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