Han pasado unos días del 8 de
febrero hasta hoy. Por arte de birlibirloque yo andaba imbuido en la
publicación de un puñado artículos - siente - Génesis apócrifo. No debía
interrumpirlos. Da lo mismo. Hay cosas que no tienen fecha. El carriño hacia el
amigo, una de ellas.
Hace un ramillete de años la
luz del alba llamó a Paco y él se nos fue sin avisar a nadie. Avisó el teléfono
en cuanto el sol había roto por el este y Rosi decidió que era la hora…
Yo entonces y lo repito hoy,
copié a Miguel Hernández y me quedé con aquello de “Pronto madrugó la
madrugada”. A Paco – Paco Rengel – lo habían convocado para jugar el
partido donde las canastas se cuentan por estrellas y las técnicas se anotan en
las hojillas que se lleva el viento.
Era aún más grande que su
propio cuerpo. No cabía en él. Quizá Dios dijo que bueno, que hasta aquí se
llegaba y que a partir de ahora se iría a escribir las crónicas desde su lado (también
ha llamado a Alfonso Queipo de Llano y a José Mari...) No cabe duda que la cosa
si no fue exactamente así, pudo ser muy parecida.
Era un niño grande. Tenía – y
mira que era un tío grande – más grande el alma que el cuerpo. Yo lo conocí,
como suele ocurrir con la gente que el destino nos pone en el camino de manera
casual. Todo fue a través de la Semana de Cultura Andaluza en el Colegio Los
Llanos. Había que llevar a convivir con los niños a un jugador de Baloncesto.
Manos a la obra. Llamé a un
amigo, vente, me dijo, por el periódico y hablamos con Paco Rengel. Esa fue la
vereda por el que este hombre llegó a mi vida.
Todo, tan sencillo como el
encontrarse con una persona generosa, entregada, servicial hasta dejarse las
pestañas….
De su mano conocí, también algo
más importante, mucho más. No se es ‘más’ porque se ocupen puestos de mucha
responsabilidad en un medio de comunicación. No, no. De su mano supe que fue
uno de los hombres más dignos, más honestos y más enteros que he tenido el
honor de conocer.
Se nos fue. Hace unos días ha
hecho un ramillete de años. Cuando un amigo se va lo hace físicamente. En el
cariño y en el recuerdo sigue tan presente como si no pasase el tiempo. Están
ahíto los almendros de flores blancas… como tu alma, amigo Paco.
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