viernes, 14 de febrero de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Los árboles en invierno

 


                                           Orillas del río Guadalhorce por Álora...


Los álamos y los chopos son árboles de ribera. Crecen en las orillas de los ríos, de arroyos, de cañadas donde no falta agua; las acacias, de sabanas; las mimosas de jardines por los que la gente pueda transitar, pero por sus lados; los pinos, árboles de sierras. Cuando los árboles no están en su sitio…Pienso en los ficus de las aceras y se ve como levantan el pavimento.

Hay quien ha confundido el respeto a las orillas de los ríos con el abandono y los dejan crecer a su antojo y capricho. Luego viene lo que viene. Aún no nos habíamos repuesto del tremendo palo de la riada del 28 de septiembre de 2012 y el 29 de octubre de 2024 (qué recalcitrante es la naturaleza para repetirse), viene otra.

El invierno, entre otras cosas, dicen que es el tiempo de poda, de desbroce, de limpiar todo aquello que proporciona vida a los árboles y, además, ayuda a evitar los incendios que vendrán de la mano del verano. En no sé que sitio leí que los “fuegos se apagan en invierno”. Decía una gran verdad.

Pero hay más. Hace unos días subí por la carretera de Colmenar a los Montes de Málaga. Cuando se ve el panorama se viene el alma a los pies. Hay muchos pinos secos, demasiados. ¿Qué ha ocurrido? En El Chorro ha ocurriod algo parecido. Dicen que es una enfermedad. ¿Quién pone remedio?

Hay, también, muchos árboles enfermos en los parques de las ciudades. La culpa no es de ellos. Polución, contaminación, gases, humos. Todo endosado por nosotros y cuando se caen las ramas y viene el accidente…, pues ya se sabe, ¡el lío!

Al olmo centenario de don Antonio Machado en Soria lo cuidan con mimo. Claro que Soria con don Antonio tiene una relación de amor y reconocimiento. Como lo tienen los monjes de Silos con su ciprés: “enhiesto surtidor de sombra y sueño” Así lo vio  y nos lo dijo, para goce todos, Gerardo Diego.

Juan Ramón comparaba los chopos con Lucía, la muchacha titiritera del circo. Barbeito los ve como “el sitio idóneo para que se suban los mirlos…” Esos chopos de la ribera tienen otro encanto; apuntan al cielo, reflejan sus hojas temblorosas en las aguas claras del río y juegan al escondite en las noches de luna.

En un país ‘arboricida’ como el nuestro los árboles sobreviven con muchas zozobras. ¿Podas? Sí. ¿Talas? Ni en pintura. Desde tiempos perdidos en la Historia fue un arma más para luchar entre nosotros.

 

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