Orillas del río Guadalhorce por Álora...
Los
álamos y los chopos son árboles de ribera. Crecen en las orillas de los ríos,
de arroyos, de cañadas donde no falta agua; las acacias, de sabanas; las mimosas
de jardines por los que la gente pueda transitar, pero por sus lados; los pinos,
árboles de sierras. Cuando los árboles no están en su sitio…Pienso en los ficus
de las aceras y se ve como levantan el pavimento.
Hay
quien ha confundido el respeto a las orillas de los ríos con el abandono y los dejan
crecer a su antojo y capricho. Luego viene lo que viene. Aún no nos habíamos
repuesto del tremendo palo de la riada del 28 de septiembre de 2012 y el 29 de
octubre de 2024 (qué recalcitrante es la naturaleza para repetirse), viene
otra.
El
invierno, entre otras cosas, dicen que es el tiempo de poda, de desbroce, de
limpiar todo aquello que proporciona vida a los árboles y, además, ayuda a
evitar los incendios que vendrán de la mano del verano. En no sé que sitio leí
que los “fuegos se apagan en invierno”. Decía una gran verdad.
Pero
hay más. Hace unos días subí por la carretera de Colmenar a los Montes de
Málaga. Cuando se ve el panorama se viene el alma a los pies. Hay muchos pinos
secos, demasiados. ¿Qué ha ocurrido? En El Chorro ha ocurriod algo parecido.
Dicen que es una enfermedad. ¿Quién pone remedio?
Hay,
también, muchos árboles enfermos en los parques de las ciudades. La culpa no es
de ellos. Polución, contaminación, gases, humos. Todo endosado por nosotros y
cuando se caen las ramas y viene el accidente…, pues ya se sabe, ¡el lío!
Al olmo
centenario de don Antonio Machado en Soria lo cuidan con mimo. Claro que Soria
con don Antonio tiene una relación de amor y reconocimiento. Como lo tienen los
monjes de Silos con su ciprés: “enhiesto surtidor de sombra y sueño” Así
lo vio y nos lo dijo, para goce todos, Gerardo
Diego.
Juan
Ramón comparaba los chopos con Lucía, la muchacha titiritera del circo.
Barbeito los ve como “el sitio idóneo para que se suban los mirlos…” Esos
chopos de la ribera tienen otro encanto; apuntan al cielo, reflejan sus hojas
temblorosas en las aguas claras del río y juegan al escondite en las noches de
luna.
En un
país ‘arboricida’ como el nuestro los árboles sobreviven con muchas zozobras.
¿Podas? Sí. ¿Talas? Ni en pintura. Desde tiempos perdidos en la Historia fue un
arma más para luchar entre nosotros.
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