lunes, 17 de febrero de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La cicatriz abierta

 


                                           Río Guadalmedina. Málaga


Escinde en dos partes a la ciudad. Está ahí desde no se sabe cuándo. O sí, desde antes de que llegase la ciudad. El río, en su sito. Luego, por esas cosas que pasan la ciudad se asentó primero en una orilla; luego, en la otra. Terminó en los dos lados y, pasado el tiempo, cuando  se expandió tanto, tanto, el río ya  hasta quedaba lejos.

Desde siempre el río fue una amenaza muy seria, según qué tiempo. Venían las tormentas por los primeros meses del otoño y descargaban en los montes casi al alcance de la mano o incluso, en otros, más lejanos, de pronto, se presentaba con una riada. Lo arrasaba todo.

Se defendían a su modo. Las campanas de la catedral volteaban. Rompían el aire en el silencio de la noche, en la quietud de la tarde, en el trasiego de la mañana… Anunciaban la crecida. La gente sabía que la tierra acumulada en su orilla era insuficiente. El río no la respetaba y tras eso venía lo que venía…

La iglesia, con sus Obispos al frente, intentaba paliar los desastres. Francisco Mendoza de Rivera en 1626 “se volcó económica y personalmente en ayudar a las personas que sufrieron las terribles inundaciones (…) que destruyeron muchos edificios y murieron más de quinientas personas”.  En 1661, Antonio de Piñahermosa donó a los damnificados ropas, calzados y alimentos y formó una comisión para informar al rey…En 1667 Fray Alonso de Santo Tomas reunió el Cabildo para tomar medias por las horrendas inundaciones…

Pasó mucho tiempo, en el siglo XX, vieron que la solución era otra. Construyeron un pantano con dos oquedades en su pie de presa de contención por la que solo pasaría el agua que podía admitir el cauce. A ambos lados levantaron muros de obra…

Tarde de invierno. Se va la luz. Cruzo el puente de Santo Domingo. Un grupo de muchachos juegan en su lecho asfaltado… Bajo uno de los puentes, otro puente, aguas abajo, personas que carecen de todo se aprestan a hacerse invisibles en la oscuridad. Son los indigentes, a los que una parte de la sociedad le vuelve la cara. Los ignora. Ellos están allí; la cicatriz permanece abierta. Ahora, el río no escinde a la ciudad con inundaciones de barro y muerte. Es otra muerte, la muerte que lleva al olvido, a la indiferencia, a la insuficiencia de medidas... Hablo, obviamente del río Guadalmedina. El río de la ciudad que está allí con una cicatriz que no logran que cierre desde antes de antes…

 

 

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