Río Guadalmedina. Málaga
Escinde en dos partes a la
ciudad. Está ahí desde no se sabe cuándo. O sí, desde antes de que llegase la
ciudad. El río, en su sito. Luego, por esas cosas que pasan la ciudad se asentó
primero en una orilla; luego, en la otra. Terminó en los dos lados y, pasado el
tiempo, cuando se expandió tanto, tanto,
el río ya hasta quedaba lejos.
Desde siempre el río fue una
amenaza muy seria, según qué tiempo. Venían las tormentas por los primeros
meses del otoño y descargaban en los montes casi al alcance de la mano o
incluso, en otros, más lejanos, de pronto, se presentaba con una riada. Lo
arrasaba todo.
Se defendían a su modo. Las
campanas de la catedral volteaban. Rompían el aire en el silencio de la noche,
en la quietud de la tarde, en el trasiego de la mañana… Anunciaban la crecida.
La gente sabía que la tierra acumulada en su orilla era insuficiente. El río no
la respetaba y tras eso venía lo que venía…
La iglesia, con sus Obispos al
frente, intentaba paliar los desastres. Francisco Mendoza de Rivera en 1626 “se
volcó económica y personalmente en ayudar a las personas que sufrieron las
terribles inundaciones (…) que destruyeron muchos edificios y murieron más de
quinientas personas”. En 1661, Antonio
de Piñahermosa donó a los damnificados ropas, calzados y alimentos y formó una
comisión para informar al rey…En 1667 Fray Alonso de Santo Tomas reunió el
Cabildo para tomar medias por las horrendas inundaciones…
Pasó mucho tiempo, en el siglo
XX, vieron que la solución era otra. Construyeron un pantano con dos oquedades
en su pie de presa de contención por la que solo pasaría el agua que podía
admitir el cauce. A ambos lados levantaron muros de obra…
Tarde de invierno. Se va la luz.
Cruzo el puente de Santo Domingo. Un grupo de muchachos juegan en su lecho
asfaltado… Bajo uno de los puentes, otro puente, aguas abajo, personas que
carecen de todo se aprestan a hacerse invisibles en la oscuridad. Son los
indigentes, a los que una parte de la sociedad le vuelve la cara. Los ignora.
Ellos están allí; la cicatriz permanece abierta. Ahora, el río no escinde a la
ciudad con inundaciones de barro y muerte. Es otra muerte, la muerte que lleva al
olvido, a la indiferencia, a la insuficiencia de medidas... Hablo, obviamente
del río Guadalmedina. El río de la ciudad que está allí con una cicatriz que no
logran que cierre desde antes de antes…
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