Al
Barranco se entra por la calle Ancha. Conforme se sube, al poco , después del
primer repechón, hay una curva grande. Se da vistas a Las Torres recortadas en
azul del cielo si el día está claro; por la derecha, a la vega.
Puedes
entrar también por la calle Postigo. La primera calle censada de la ciudad de
entonces. Está al fondo de la Plaza Baja
de la Despedía, en el otro extremo, asomada casi con timidez como quien no
quiere que la vean y gusta de estar oculta.
Las
dos son calles con historia. Por la calle Ancha, el acceso a la fortaleza; por
la del Postigo – el Postigo del Adarve – se salía del castillo, se ‘mandaba’ la
gente llana del pueblo. Se abrían paso entre los muros y el caserío.
En
el suelo del Barranco nació uno de los romances más bellos de la épica
castellana. Comienza así: “Alora, la bien cercada, / tú que estas en par del
río, / cercote el Adelantado / una mañana en domingo…”
Verás.
Mediación del siglo XV. 1434, por más señas. Diego de Ribera – Gómez de Ribera
– para que nadie se nos quede corto puso cerco a la fortaleza de Álora. Era
Adelantado de Andalucía. Tiempo de guerras y enfrentamientos en la frontera.
El
cerco, duro; durísimo. La resistencia, enorme. Dice la Historia que era por
primavera. El romance cuenta de la huida subiendo al castillo con los enseres,
“las moras llevan la ropa, / los moros harina y trigo, / y las moras de quince
años/ llevaban el oro fino”.
Desde
una de las almenas le piden tregua, le anuncian el rendimiento. Ni lo uno ni lo
otro. “Allá detrás de una almena / quedado se había un morico / con una
ballesta armada / en ella puesto un cuadrillo”.
Dispara.
Hiere mortalmente al Adelantado. “sacole Pablo de rienda de rienda / y de mano
Jacobillo / estos dos que había criado / en su casa desde chico…” ¿Cabe más
fidelidad?
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