lunes, 22 de abril de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Barranco






Al Barranco se entra por la calle Ancha. Conforme se sube, al poco , después del primer repechón, hay una curva grande. Se da vistas a Las Torres recortadas en azul del cielo si el día está claro; por la derecha, a la vega.

Puedes entrar también por la calle Postigo. La primera calle censada de la ciudad de entonces.  Está al fondo de la Plaza Baja de la Despedía, en el otro extremo, asomada casi con timidez como quien no quiere que la vean y gusta de estar oculta.

Las dos son calles con historia. Por la calle Ancha, el acceso a la fortaleza; por la del Postigo – el Postigo del Adarve – se salía del castillo, se ‘mandaba’ la gente llana del pueblo. Se abrían paso entre los muros y el caserío.

En el suelo del Barranco nació uno de los romances más bellos de la épica castellana. Comienza así: “Alora, la bien cercada, / tú que estas en par del río, / cercote el Adelantado / una mañana en domingo…”

Verás. Mediación del siglo XV. 1434, por más señas. Diego de Ribera – Gómez de Ribera – para que nadie se nos quede corto puso cerco a la fortaleza de Álora. Era Adelantado de Andalucía. Tiempo de guerras y enfrentamientos en la frontera.

El cerco, duro; durísimo. La resistencia, enorme. Dice la Historia que era por primavera. El romance cuenta de la huida subiendo al castillo con los enseres, “las moras llevan la ropa, / los moros harina y trigo, / y las moras de quince años/ llevaban el oro fino”.

Desde una de las almenas le piden tregua, le anuncian el rendimiento. Ni lo uno ni lo otro. “Allá detrás de una almena / quedado se había un morico / con una ballesta armada / en ella puesto un cuadrillo”.

Dispara. Hiere mortalmente al Adelantado. “sacole Pablo de rienda de rienda / y de mano Jacobillo / estos dos que había criado / en su casa desde chico…” ¿Cabe más fidelidad?


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