Lo dijo don Antonio Machado:
“todo pasa y todo queda / pero lo nuestro es pasar”. Lo dijo, el maestro
Alcántara: “siempre un reloj nos aprieta, nos ahoga, / nos coge por el cuello y
tarde / o temprano nos cuelga de una soga”.
Lo dice el maestro Barbeito: “Me voy. / En ese tren extraño / de mi
circunstancia. / Y no sé en qué estación / me apearé mañana”.
Ya cantan las alondras en las
lomas del Chopo. Ya clarea el día y viene ese alba en la que dicen que
acudieron, primero, las mujeres y el
sepulcro estaba vacío, y creyendo que era el jardineo preguntaron si era él quien lo había cogido y que les dijera
dónde lo había puesto y …
-
“¡María!”
-
“¡Maestro!”
Y cuentan que regresaron hasta
el lugar donde estaban ellos, escondidos y con miedo y fue cuando les contaron
lo que había pasado y corrieron, y el ‘discípulo amado’, que era más joven corría
más y llegó primero y esperó a la autoridad, o sea a Pedro y…
Todo fue tan rápido, tan
efímero que nos dejaron contado para que les diésemos cuerpo en nuestros
propios sueños. De eso han pasado un montón de años. Tantos que, acumulados,
son más de...
Las llamas fueron rápidas, tan
rápidas que, más de ochocientos años, quedaron en la nada de las cenizas. Me ponen
un correo. “Arde, Notre Dame. ¿No te has enterado?” Todo, patético. Rabia,
impotencia. Interrogantes sin respuestas del cómo, el porqué, el hasta dónde
puede llegar ésto?
Nos han dado la Semana Santa
los políticos que quieren nuestra salvación terrenal; la otra, nos la han
vendido desde la otra acera. No quieren enterarse que nos hemos dado
cuenta, - algunos, claro, - que la
salvación que buscan es la de ellos. Por lo que más quiera, que les damos el
sueldo y el coche oficial y… pero que no nos salven, que no, que no.
Han sido efímeros los aguaceros
que han encerrado a muchas imágenes en los templos de donde salieron – no todos
lo consiguieron – y a donde hubo que volver precipitadamente. Ahora, cuando el
campo se viste de amapolas y crecen margaritas de primavera, viene la
confirmación de lo que ya sabemos. Todo, absolutamente, todo es efímero.
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