jueves, 1 de febrero de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Leonardo, amigo



1 de febrero, jueves. Crepitan las llamas en la chimenea. Cae la tarde y pone término a la dulzura de una mañana que fue de Levante y ahora, deja que se vaya el sol desde el otro lado de la Bahía…Málaga sueña en el rebalaje y guarda y acurruca en su interior muchas cosas.

Entre un dédalo de calles umbrías encierra a aquella calle Tomás de Cózar donde un niño de ojos grandes y alma inquieta aprendió que la luz artificial venía a su casa, mejor, a la bombilla que alumbraba la cocina de su casa por un cable que pendía del techo; la otra luz, la que llevó a sus lienzos se las andaba por calle Granada por donde subía el tranvía, por la Plaza de la Mercer donde dormía en el recuerdo Torrijos, por calle Beatas…

Aquel niño, sabía del agua que goteaba del grifo sobre un lebrillo de barro en un rincón del patio entre geranios rojos, rosáceos, blancos; entre macetas a las que no quemaba el sol, entre tiestos de claveles que salpicaban la pared de pinceladas de colores.

Aquel niño de entonces se hizo grande. Llevó a sus cuadros retratos, paisajes íntimos – por cierto, maestro, Carlos de Häes, solo se te adelantó unos años en el tiempo – y rindió recuerdo a todos aquellos que dejaron señas de su magisterio en la Escuela Malagueña del XIX. Bueno rindió recuerdo y como quien no quiere la cosa se hizo sitio, ese que le hace ser el continuador de todos ellos.

Bodegones de frutas maduras, rosas que se resisten al paso del tiempo, chiquillos que juegan o castañeras que soportan la tarde de otoño en la plaza de Merced. Pintor de carteles de cofradías (todavía resuena el suyo con el Rescate bajo un olivo y en el fondo, Málaga y una antorcha para llevar a los traidores hasta la cercanía de “aquel al que yo bese, ese…” , pintor de estandartes en una pintura religiosa con retazos de sabor a pueblo llano…

¡Qué susto acabas de darnos, puñetero! Los amigos lo hemos pasado mal, muy mal. (Alfonso, por teléfono: “a toda pastilla y sin perder un minuto. Cuando lleguéis, en el mostrador, decid que un médico ha dicho que se aplique protocolo de ictus… Por Cártama en la pantalla del coche aparecía 170 km/h…).

Un mensaje a media tarde de Leonardo Fernández, - que es de quien se trata- nos decía que se iba a casa. Ya ves. Yo, a vuelapluma, porque las cosas son así, echo mano a los versos del maestro Alcántara y “buceo en el instante removido / y mis manos se llena de palabras”.

 

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