23 de febrero, viernes. Se agotan los adjetivos para buscar una explicación lógica a lo
ocurrido en Valencia. Se agolpan las preguntas. Unas tienen respuestas; otras,
no. Surgen una ensarta de cuestiones: ¿cómo? ¿por qué? ¿cuándo?... y más, algunas
más. No es cuestión de desmenuzarlas. Están ahí.
Decía Empédocles, filósofo griego, nacido en la Magna Grecia, al
sur de Sicilia, que las cuatro raíces que lo compone todo, son el fuego, el aire,
la tierra y el agua. Combinadas, en distintas proporciones por dos fuerzas cósmicas,
el Amor y el Odio, dan lugar a los seres del mundo físico. Aristóteles, que siempre
ponía la guinda, agregó el Éter.
Cuando yo era niño, en el año 1957, el 14 de octubre, o sea en
otoño cuando vienen las gotas frías, Valencia sufrió una inundación descomunal.
La llamaron – habían tenido ya muchas – la mayor riada de la Historia. El
maestro nos pidió a los niños de la escuela que aportásemos una peseta (hoy
sería algo así con 0’032 euros) en solidaridad con los damnificados. Se dijo
que fueron 81 muertos y las pérdidas materiales descomunales.
Acabo de ver en el telediario que el Presidente del Gobierno de
España ha visitado el lugar. Ha prometido ayuda. Desde la misma Valencia se ha
abierto una cadena de solidaridad entre el pueblo que ha acudido presto a socorrer.
Ya ven en España que navega estos días en una mar revuelta por
mor de actuaciones desafortunadas de algunas personas aparece lo mejor
del pueblo que responde con lo que tiene y arrima, a su manera, el hombro.
Valencia, tercera ciudad de España, capital de una región que aporta
progreso, modernidad, visión de futuro y belleza, hoy se ve sumida en el dolor
porque la muerte, vestida de fuego puede haber llevado cerca de una veintena
de personas a las que el destino le ha marcado su punto final.
Como ilustración se me ha ocurrido poner el Himno de la Comunidad
Valenciana – que por supuesto también es de la ciudad de Valencia – obra del
maestro Serrano, una pieza musical excepcional, que la banda municipal
apostilló con la primera estrofa del Himno Nacional. ¿Si hay más cosas que nos
unen, - me pregunto - por qué puñetas tienen que imponerse las desavenencias y la crispación? ¿Tiene
que venir un fuego pavoroso para que nos demos cuenta de que juntos nos puede ir
mejor? Ojalá, también, se tomen las medias para que no vuelvan a presentarse tragedias
como que se está viviendo…
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