17 de febrero, sábado. Dicen
que un día, Dios vio como los angelitos de Lluc revoloteaban por todo el
Santuario. Realmente eso lo hacían siempre, pero hasta ese preciso día no se
había percatado que se las andaban dando vueltas por las cabezas de los
peregrinos y no les dejaban hallar la paz que habían ido a buscar en las
alturas de la Sierra de Tramontana.
Entonces Dios le dijo – a la
manera que Dios dice las cosas – al hermano Maciá Ripoll -falleció el 20 de
abril de 2020 con 89 años - que planificase un jardín botánico junto al
torrente que baja de las montañas por detrás de la sacristía del Santuario. Era
el lugar que los religiosos tenían para pasear en su tiempo de meditación. El
hermano se lo dijo a unos amigos y comenzaron con la obra.
Lo primero que hicieron fue
trazar unos caminos intrincados, pequeños en anchuras, pero con un diseño tan
peculiar, tan bonito que fuese digno de ángeles que jugaban al pilla-pilla y al
escondite entre las rocas calizas y para dar saltos, de esos que asustan a los
hombres, pero a los ángeles no.
Y esparcieron por la tierra
plantas silvestres en un ambiente natural; en otro lugar dejaron crecer las aromáticas
y esas que los hombres de antes usaban en las farmacias y que las llamaban
plantas medicinales; y vieron que era muy apropiado plantar una muestra de
árboles frutales de los más antiguos de la isla de Mallorca. ¿Y un olivo
también? También, pero ese lo colocaron en una explanada delante del santuario.
El jardín crecía y crecía. Supieron
que habían superado las doscientas variedades de plantas. Y la cosa se extendía
y consiguieron aclimatar especies endémicas de la isla de Menorca donde habían
desaparecido y otras que corrían el peligro de extinción y que solamente se
encuentra en Puig Mayor y una higuera que únicamente crece en la tierra de Deià
(por cierto, Deià significa “Dios existe” ¿a que es muy bonito?).
Y no solo se quedaron ahí. Se
incrementó con una muestra árboles frutales cultivados desde tiempos
inmemoriales en la isla, en fincas de montañas: níspero, serbal, acerolo,
azufaifo, nogal, membrillo, higuera…
Y, luego, aquellos hombres
emprendedores y amantes de la naturaleza llevaron a sus estanques una especie
de rana, única de la isla – y yo tuve la suerte de verla porque me la mostró mi
amiga Aina - mientras caminábamos por aquellos caminos que habían diseñado para
que los ángeles jugasen en el recreo…
Exactamente, todo no fue así ¿o
sí?
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