viernes, 2 de febrero de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Gran Pascua rusa

 


                              San Petesburgo.


2 de febrero, viernes. Resuenan aún en mis oídos. Los tengo – no memorizados, pero sí con ese regusto interno que dejan las cosas buenas - que uno encuentra en los recodos del camino. Me acuerdo de ellos. Han recopilado los mejor del folclore nuestro, y lo han llevado, en esa expansión por los campos de lo sublime musical. Me refiero a Nuestra Tierra, me refiero a la música folk de Álora. Una actuación corta, de hace unas noches, pero muy intensa. Buenísima…

Esta tarde me ha dado por enrocarme con otro tipo de música. Es la música de orquesta. Ya sé que eso de las sinfonías no es algo que se lleve en los tiempos que corren. No importa. La Gran Pascua Rusa, op.36 tiene más de cien años y sobrevive a pesar de los gustos y las modas.

Nikolái Andréyevich Rimski-Kórsakov (a veces me pregunto ¿por qué hay tantos rusos que se llaman Andréyevich?) nació no lejos de San Petesburgo y toda su vida tuvo una intensa relación con el mar y con la música popular rusa. Alguien dijo que si se escarba en un ruso siempre hay, en el fondo, un músico y una enorme relación con el campo y su pueblo.

Vivió a caballo entre la mediación del siglo XIX y la primera parte del XX. Murió, cuando apenas había echado a andar el siglo. Fue miembro del grupo de compositores conocido como Los Cinco. Está considerado como uno de los grandes músicos de todos los tiempos y por supuesto de su tierra. Grandes obras suyas son, también, el Capricho español y Shcheherezade.

En la La Gran Pascua rusa, op.36 Rimski-Kórsakov combina la música popular con la música religiosa que están en las entrañas del pueblo ruso. No conforme con eso, algunos críticos dicen que, también, incorpora elemento paganos y consigue una de las tres grande obras de su trilogía, que compone cuando alejado del mundo del mar al que lo había llevado su hermano, ya estaba dedicado a la composición, a la didáctica de la música y a la composición.

Esta tarde he vuelto a gozar con su música. Resonaban en el fondo de la galería de mi alma no un piano destemplado que parecía balbucear de mala gana sino las voces vibrantes de Nuestra Tierra y la orquesta que me traía la Gran Pascua Rusa. Llegaban sones de músicas lejanas, tan lejanas como pueden estar el  río Volga, el lago Ladoga o las aguas heladas del Báltico.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario