Álora no es ni grande ni
pequeña. Para ser ciudad, o sea, pueblo grande le falta crecimiento
urbanístico, población, una Comisaría de Policía, un Compañía de la Guardia
Civil, un Juzgado, un convento que llame a maitines cuando viene el alba, un
par de parroquias que entremezclen el tañido de sus campanas en el aire, tejido
industrial, desarrollo cultural…. Para
ser pequeño, se ha escapado de la tabla.
Es un pueblo blanco, alegre.
Sus calles suben o bajan. Todo es cuestión del cristal con que se mire. Tiene
garantizado algo que otros no lo tienen. Aquí cuando llueve, que no es con
demasiada frecuencia, el agua corre y corre y arrolla lo que se encuentra por
medio, pero el pueblo no se inunda.
Sus calles – a prueba de vuelo
de golondrinas - son algo que tampoco tienen otros pueblos. Las casas se sobreponen unas a otras. No sé si es que quieren
llegar al cielo antes que sus vecinas o porque mantienen una pugna diaria con la que está justo al
lado.
Las vistas, excepcionales.
Muchas se asoman al campo. El campo está sembrado de huertas. Por el centro de
la vega corre un río. Durante todo el año tiene extendido un manto verde. El
campo, también, se salpica de casas blancas como si a Dios un día cualquiera se
le hubiese antojado sazonarlas a su modo y manera…
Más allá de la ribera del río
el campo se expande. Trepa y trepa. Primero, en lomas onduladas. (No se lo
digan a nadie pero por allí, en las mañanas de primavera, cantan las alondras).
Verdes, en abril; rastrojos, en agosto. Luego, la tierra se hace quebrada:
olivos de pies de acebuches y almendros. En el horizonte el cielo parece que se
toca con la mano. En la lejanía, el Torcal… Por poniente, el Hacho y la
Serranía de Ronda.
Algunas calles tienen, además, otro encanto. Se asoman
al castillo que corona el cerro porque mi pueblo tiene un castillo ahíto de
historia. Nosotros lo conocemos por el
Cerro de las Torres. El Romance fronterizo lo inmortalizó: “viérades moros y
moras / subir huyendo al castillo”…
Resiste el adobe de sus
albarranas y de sus muros las cornadas del tiempo. Sobre su cielo se columbran
algunas nubes; apuntan sus torres a un cielo azul; bajo su suelo recuerdos, jirones de una historia larga, larga…
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