martes, 3 de diciembre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pueblo soñado







Álora no es ni grande ni pequeña. Para ser ciudad, o sea, pueblo grande le falta crecimiento urbanístico, población, una Comisaría de Policía, un Compañía de la Guardia Civil, un Juzgado, un convento que llame a maitines cuando viene el alba, un par de parroquias que entremezclen el tañido de sus campanas en el aire, tejido industrial, desarrollo cultural….  Para ser pequeño, se ha escapado de la tabla.

Es un pueblo blanco, alegre. Sus calles suben o bajan. Todo es cuestión del cristal con que se mire. Tiene garantizado algo que otros no lo tienen. Aquí cuando llueve, que no es con demasiada frecuencia, el agua corre y corre y arrolla lo que se encuentra por medio, pero el pueblo no se inunda.

Sus calles – a prueba de vuelo de golondrinas  -  son algo que tampoco tienen  otros pueblos. Las casas  se sobreponen unas a otras. No sé si es que quieren llegar al cielo antes que sus vecinas o porque mantienen  una pugna diaria con la que está justo al lado.

Las vistas, excepcionales. Muchas se asoman al campo. El campo está sembrado de huertas. Por el centro de la vega corre un río. Durante todo el año tiene extendido un manto verde. El campo, también, se salpica de casas blancas como si a Dios un día cualquiera se le hubiese antojado sazonarlas a su modo y manera…

Más allá de la ribera del río el campo se expande. Trepa y trepa. Primero, en lomas onduladas. (No se lo digan a nadie pero por allí, en las mañanas de primavera, cantan las alondras). Verdes, en abril; rastrojos, en agosto. Luego, la tierra se hace quebrada: olivos de pies de acebuches y almendros. En el horizonte el cielo parece que se toca con la mano. En la lejanía, el Torcal… Por poniente, el Hacho y la Serranía de Ronda.

Algunas  calles tienen, además, otro encanto. Se asoman al castillo que corona el cerro porque mi pueblo tiene un castillo ahíto de historia. Nosotros lo  conocemos por el Cerro de las Torres. El Romance fronterizo lo inmortalizó: “viérades moros y moras / subir huyendo al castillo”…

Resiste el adobe de sus albarranas y de sus muros las cornadas del tiempo. Sobre su cielo se columbran algunas nubes; apuntan sus torres a un cielo azul; bajo su suelo recuerdos, jirones de una historia larga, larga…





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