Dice la Biblia que los hombres
andaban despendolados – bueno, eso no lo dice el Libro, pero lo digo yo – y Dios
dijo, a estos les voy a dar un susto. Y se lo dio. Llamó a Noé que era un
hombre bueno y le mandó que construyese un arca, o sea, como un barco pero
cerrado, con una puertas y ventanas que
se atrancaban desde dentro…
Y entonces Dios dijo ahí va
agua. Y los hartó. Cuarenta días y cuarenta noches. Sin parar. Dicen que no
escampó ni para ir a por tabaco. No sé con tanto revoltijo allí dentro como se
las arreglaron cuando llegaba la hora de la merienda con los niños pidiendo pan
con chocolate y el el ceo o dos, o como
se llamase entonces, del carbón – ¿guisarían
con leña o con carbón? - y de la vacas. De la contaminación y de esas cosas tan
malas que nos acaecen mucha culpa dicen que la tienen la vacas…
¡Con los ojos tan tristes que
tienen las vacas ! A lo mejor, ellas lo
saben y como los hombres, en nuestra ceguera, no nos damos cuenta por eso
tienen los ojos tan tristes porque nosotros no vemos lo que ellas ven…
Con lo bonito que resultan
escuchar las esquilas de las vacas y verlas pastando, una mañana soleada, en
las praderas del Pirineo o en la faltas de las montañas de Asturias y de León.
Del poderío del toro bravo empalado cuando se entra en la dehesa y te mira y te
entra un no sé qué por dentro… (De esos no se habla ahora por contaminación, se
habla por otra tema).
A los que iba. Llovió tanto que
un día tenía que escampar y escampó. Y
entonces, Noé que se las sabía casi todas fue y abrió una ventana y soltó un
cuervo y el puñetero no volvió. Se encontró con comida. Ahora los cuervos se
visten con traje de marca y corbata de seda y explotan a los más desgraciados y se los ‘comen’ - es una manera de decir- con una sonrisa en
la cara.
Así iban las cosas. Luego soltó
una paloma, regresó de vacío, pero un día, cuando volvió, traía un ramito de
olivo en el pico. Desde entonces el olivo y la paloma son símbolos de la paz. En
mi pueblo vamos a sembrar uno… ¿A que resulta bonito?
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