lunes, 23 de diciembre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nochebuena






Me levanto temprano. Aún la luz no ha entrado por las rendijas de las cortinas que cierran los ventanales del hotel. Me echo a la calle. Anda por un laberinto de calles estrechas, angostas. Don Remondo, Cardenal Saénz y Flores… Sinrazón e injusticia. Por aquí pasó una noche, a mala hora, la muerte de la mano de pistoleros. Buscaban sangre inocente. La encontraron. Se llamaban Alberto y Ascen..

Me pierdo por Argote de Molina, Ángeles, Abades… Aún están cerradas las puertas. No transita casi nadie. Llego hasta Doña María Coronel. Allí, en la puerta del convento de Santa Inés, me paro. Pienso. Recuerdo a Bécquer – que mala vida le dio el amor a este hombre –. Me fluye  Maese Pérez.

Deambulo sin ir a ninguna parte. Es la mejor manera de ir donde uno quiere ir. Entro en la catedral. En la capilla de la Virgen de los Reyes han comenzado a rezar Laudes. Cantan las antífonas, a coro. Acompaña el órgano…

Mausoleos de diferente materiales encierran despojos reales. En hornacina de plata San Fernando, el rey leonés enterrado en Sevilla (León cobija los de San Isidoro); en mármol, Beatriz de Suabia, Alfonso X, el Sabio, Pedro I de Castilla, María de Padilla… Un compendio de Historia de España en unos metros cuadrados.

Me vuelvo a la calle. Bajo (Sevilla es tan llana que no se sabe si uno baja o sube) por calle Alemanes. Paso ante la Puerta del Perdón,  una cerámica de Triana informa de la escalinata que cita Cervantes cuando ‘presenta’ a Rinconte y Cortaillo; de allí, al patio de Monipodio...

Me siento en un bar. Debo de ser los primeros clientes. Pienso, de nuevo,  en Maese Pérez, el organista ciego y pobre que un día vería a Dios. Todas las Nochebuenas tocaba, como solo pueden hacerlo las almas que están en comunión con Dios, el órgano  en el convento de Santa Inés. Toda Sevilla acudía a escucharlo… La Leyenda lo inmortalizó para siempre.

Nochebuena de entonces, de ahora… ¡Feliz Nochebuena, feliz Navidad! Recuerdos y ausencias; más recuerdos y nudos en las gargantas. Luces tenues que solo se encienden para dar fuelle a un órgano imposible.

Pido un café con churros (en Sevilla los llaman ‘calentitos’) Los bares de la zona montan sus servicios. Dentro de un rato todo esto será un hervidero. Tocaban las campanas de la Giralda…




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