A marochos y perotes que vivieron unas
horas excepcionales en el Museo. ¡Sevilla tuvo que ser!
Sevilla tuvo que ser…, sí la de la lunita
plateada, la de la Plaza de Doña Elvira, la del Barrio de Santa Cruz y la
Judería, la de calles estrechas y
lúgubres por donde no entra el sol. ¡Sevilla de misterio!
A Sevilla llegó el muchacho.
Había nacido en Alcalá la Real. Mitad del XVI, 1568. Con doce años marcha a
Granada. Talla su primera obra. Sigue la sombra de su maestro – no la abandona
nunca, cosa de los que son grandes de verdad - Pablo de Rojas. Tenía 19 años cuando cambió el
aire frío de la Sierra por la orilla del río Grande. Se llamaba Juan Martínez
Montañés.
En Sevilla se establece en la
Magdalena. Con diecinueve años contrae matrimonio con Ana de Villegas, en San
Vicente. Cinco hijos; tres religiosos. Allí muere Ana, en aquella colación
recibe sepultura. Con 46 vuelve a contraer matrimonio, ahora con Catalina de
Salcedo. Nacen siete hijos…
Hombre profundamente religioso
y culto. Tiene problemas con la Inquisición por defender el Dogma de la
Inmaculada Concepción. Sus alumnos acceden a su biblioteca, a sus reuniones culturales. En el examen como tallista y ensamblador de
retablos dicen de él que era “hábil y
suficiente para ejercer oficio”.
Su gran obra, salvo unas
cuantas excepciones, es religiosa. San
Isidoro del Campo, San Leandro o Santa Clara atesoran (otra gran parte
fue a América) sus creaciones principales. Es la esencia del realismo manierista
y la profundidad del Barroco asidas de la mano.
Velázquez, a quien debió
conocer en el taller de Pacheco que estofa parte de su obra, pintó el ‘sfumato’, o sea, el espacio que flota
entre las figuras del cuadro. Montañés, lo recoge en las miradas de los
eremitas. Hay un recorrido desde los
ojos de Santo Domingo hasta el encuentro con la Cruz. En San Bruno es
resignación; en el San Jerónimo de Llerena una respuesta a la duda; el de San
Isidoro del Campo, aceptación…
Su gran obra religiosa queda
plasmada en las Inmaculadas y Cristos.
Jesús de Pasión es la dulzura de Dios-hombre; el Cristo de la Clemencia, su
obra sublime, teología mística, resuello contenido: “No me mueve mi Dios / para
quererte…”
Juan Martínez Montañés muere víctima
de la peste en 1649. Tenía 81 años. El Museo de Sevilla organiza una magna del
‘dios de la madera’. Algo único.
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