jueves, 25 de abril de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Rafael de Urbino


Las tres Gracias. Rafael de Urbino.


25 de abril, jueves. En el Renacimiento aparecieron figuras de tal magnitud que, desde entonces, a pesar del tiempo transcurrido, algunos no han sido superados por otros artistas posteriores. Los tres grandes de la pintura fueron Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Rafael. (En otras facetas del arte, también destacaron).

Las ciudades cabeceras del movimiento artístico, Florencia y Roma tuvieron su máximo esplendor durante los siglos XV y XVI. Eso no es obstáculo para que otras ciudades como Urbino, Pisa, Siena, Bolonia, Venecia… no tuvieran un papel importante en la aportación de artistas y en la creación de talleres que, en esencia, eran verdaderas escuelas con estilo propio.

Rafael Sanzio, también conocido por el lugar de su nacimiento, como Rafael de Urbino, hoy se estudia en la Historia del Arte como Rafael. Su padre, también pintor, vio las cualidades innatas que poseía y muy pronto lo encauzo por el mundo de la pintura. Su madre murió cuando Rafael tenía ocho años; cuatro después, su padre. Se crío a la sombra de un tío y de la madrastra, mujer de un segundo matrimonio.

Comenzó a destacar en Urbino; pasó a Florencia y luego a Roma. De todas las ciudades que aportaban muchísimo al arte captó la esencia sin perder su sello personal. En Roma conoció a Bramante, también natural de Urbino que le ayudó. Leonardo y Miguel Ángel andaban en su gresca permanente de odio entre artistas.

Por mediación de Bramante se cree que Julio II, sucesor de Alejandro VI y empeñado en borrar todas las huellas del Borgia español, le encargó la decoración de las estancias vaticanas y así pintó la Escuela de Atenas en 1508, considerada como su obra principal.

Con anterioridad, en 1504 había pintado en Florencia Las tres gracias. Un desnudo a todo color sobre tabla que no alcanza más de 17 cm de altura. Ha pasado por numerosas manos… Josep Pla dijo: “El brazo de la figura de en medio que sostiene la manzana tiene una gracia turbadora intraductible a palabras, infinita”.

La muerte de Julio II no supuso un corte en la producción de sus obras vaticanas. La llegada de León X, le concedió continuidad apoyado con el cardenal Bibbiena, tutor del Papa; no obstante, no se libró de la crítica de Miguel Ángel, en cuyas fuentes bebió, que decía que todo “lo que era lo había aprendido de él”. Rafael murió un Viernes Santo, en la misma festividad en que había nacido, con solo 37 años, en Roma, corría el año 1520

 

 

 

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