3 de abril, miércoles. No sé
si estas son las mañanitas que dicen que cantaba el rey David.
A mí se me antoja abril como
esas imágenes donde se para el tiempo por un momento. Verán. Un muchacho
vestido de luces se arrodilla, solo, ante la puerta de chiqueros. Suenan
clarines. El torilero descorre el cerrojo. Huy un silencio expectante en la
plaza. Y de pronto, aparece, desde la oscuridad, el toro. Y surge un clamor. Se
rompe el aire….
Abril es algo así. De pronto la
mañana aparta la oscuridad de la noche. Apareció, primero, como un resplandor
tenue en el horizonte. Luego, fue a más y entonces comenzó a romper el campo,
como solo sabe hacerlo, como solo puede hacerlo el campo cuando la mano de Dios
dice: “ahí os dejo eso”.
Y comenzó la sinfonía de
pájaros en el río. Los álamos blancos ya están vestidos de hojas nuevas.
Rebrotan los granados y los ciruelos. Están con hojas nuevas las higueras y las
moreras. Tienen un manto de esperanza los almeces…. Es abril. Hay florecillas
en los bordes del camino. En un charco recogen semicorcheas de barro las
golondrinas y se las llevan para hacer el nido en las vigas del cobertizo. ¡Es
abril!...
Rafael de León nos contó lo de
la niña de Peñaflor y el mocito moreno y lo de lo de los cuarenta de ella y los
veintidós de él, y la mantilla y… ¡Era abril!
Me acuerdo, también, de los
versos Juan Ramón que hablaban del chamariz en el chopo y del cielo azul en el
agua y “la hojita nueva en la rosa. ¿Y qué más? / La rosa en mi corazón. /
¿Y qué más? / ¡Mi corazón en el tuyo¡!”
Es abril…
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