Morella. Castillo
El viajero continúa. Deja, a su
mano derecha, las Sierra d’Espadella y la del Turmell; a la izquierda, la de Vallivana. El Maestrazgo, en todo su
esplendor. Tierra dura y recia. Hombres con otro temple. Mucha piedra y viento frío; nubes altas y un
cielo inalcanzable.
Sube por el puerto de Querol. Está
en obras. Un letrero informa que la línea discontinua solo marca el eje de la
carretera. Era poco más del mediodía. Entró por la puerta de San Mateo. Bordeó
la muralla - casi dos metros de espesor;
más de 15 de altura - y accedió al interior de la ciudad por la de San Miguel.
Morella, impresiona. Siente ensación de
entrar en algo cerrado y misterioso.
Sabe que está en una ciudad de
otro tiempo. Sabe que por aquí anduvieron, dicen, Abderramán III, Almorávides,
Almohades, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, Jaime I, el Conquistador, Benedicto XIII, San Vicente Ferrer, el Tigre sanguinario del Maestrazgo, Ramón
Cabrera…
Morella. Muralla y Puerta de San Miguel
No hay guerra patria que se
precie que no haya tenido algo que ver en su suelo. Desde los siglos XIV al
XIX. Guerra de la Unión, Germanías,
Sucesión, Independencia y la primera Guerra Carlista. Fue capital de la
Comandancia Militar Carlista de Valencia, Aragón, y Maestrazgo. ¿Cabe algo más?
Sí. Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Muchas obras hombres, un castillo (más de mil metros de altura) y más de dos kilómetros y medio de muralla.
Deambula. Se pierde. Sube y
baja. Ve edificios de otro tiempo. Mucho trabajo de cuando era una ciudad
próspera en su industria textil. Hoy vende queso de cabra y oveja – exquisito –
y embutidos curados por un frío que en los días gélidos de invierno puede
llegar los -15º y -20º. ¿Eso es frío? No, no. Eso es mala leche.
Morella. Calle Blasco d'Alagon
‘Aunque, usted quiera no va a
poder gastar dinero”. Casi todo está cerrado. Es lunes. Descansan, porque abren
los domingos. Los comercios, los bares… Toma unos embutidos y un vino ligero. Está
en la calle Blasco d’Alagón, porticada y larga; solitaria. Se echa a andar. De
nuevo, la sorpresa. Es la casa Rovira. Un mosaico lo cuenta: “En esta casa obró
San Vicente Ferrer el prodigioso / milagro de la resurrección de un niño que su
madre / enajenada había descuartizado y
guisado en / obsequio al santo (1414). Transcribe y cuenta. Sigue camino…
Morella. Casa Rovira. Mosaico
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