miércoles, 21 de noviembre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. San Mateo




San Mateo. (Castellón).  Plaza Mayor

San Mateo, a orillas del río Seco - Ribera del Maestre -,  está conforme se sube de Vinaroz a Morella, pasada la Jana, la izquierda. Es la capital histórica del Bajo Maestrazgo.  Hablan sus piedras, habla su gente, habla un paso histórico tan rico que si sus lanas no hubiesen existido habrían enmudecido los telares de Florencia. Era otro tiempo.

Ocho mil cabezas de ganado pastaban en los romeros, lenticos y cantuesos de las Sierras del Molló o de la Creu… Lana, excelente. Caminos de trashumancia, tierras del Maestrazgo. El hombre tampoco estuvo quieto. Desde los primeros tiempos. El lugar lo permitía, ‘Valle del Ángel’,  abundancia de aguas cristinas. Primeros pobladores; luego, romanos. Dejaron dos vías de importancia: la Vía Augusta y la Caesar Augusta.

Árabes, guerras desde el reino de Aragón. Órdenes militares de Montesa – residencia del Maestre y por tanto capital - , Hospitalarios y Templarios. Cátaros que encontraron un terreno idóneo para esconderse. Personajes de enorme importancia un montón. No es cuestión de hacer un listín telefónico (entonces no había ni fijos ni móviles) pero sí dejar constancia que fundaron una Universidad de Humanidades, Escuela de Griego,  Escuelas de pintura,  orfebrería y cantería…



San Mateo. Plaza Mayor. Esquina c/ Valencia


El viajero fue a San Mateo a buscar aceite. ¿El viajero es un tipo raro? Siguió la recomendación de un amigo. Buscaba el  aceite de la variedad Farga, único, que se produce solamente en esa zona de España. Iba a tiro fijo. Plaza Mayor, esquina de la calle Valencia… Lo encontró. Dijo a lo que iba y preguntó por quien… El tiempo, puñetero tiempo. Bueno ya se sabe. Lo atendieron de manera proverbial.


San Mateo. Olivo  milenario. Ermita de la Virgen de los Ángeles


Le indicaron donde estaban los olivos milenarios que producen esa variedad de aceituna. Se llegó hasta la fuente de Morella. El temporal  - porque en Levante, ha atizado y ¡de qué manera! – había dicho que el camino se convertía en intransitable. Desistió. Subió, entonces,  a la ermita de la Virgen de los Ángeles (de la Mare de Déu dels Àngels) y allí se encontró con ellos.

Pegó hebra con el guardián del Santuario. Le contó muchas cosas, de otros tiempos y de éste. El viajero compró - ¡qué manía!- un libro. Cuando bajaba entre tanto asombro y hermosura pensó que los hombres habían dejado un patrimonio de historia y arte excepcional. Dios, el mejor de todos: Olivos  milenarios.



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