San Mateo. (Castellón). Plaza Mayor
San Mateo, a orillas del río
Seco - Ribera del Maestre -, está
conforme se sube de Vinaroz a Morella, pasada la Jana, la izquierda. Es la
capital histórica del Bajo Maestrazgo.
Hablan sus piedras, habla su gente, habla un paso histórico tan rico que
si sus lanas no hubiesen existido habrían enmudecido los telares de Florencia.
Era otro tiempo.
Ocho mil cabezas de ganado
pastaban en los romeros, lenticos y cantuesos de las Sierras del Molló o de la
Creu… Lana, excelente. Caminos de trashumancia, tierras del Maestrazgo. El
hombre tampoco estuvo quieto. Desde los primeros tiempos. El lugar lo permitía,
‘Valle del Ángel’, abundancia de aguas
cristinas. Primeros pobladores; luego, romanos. Dejaron dos vías de
importancia: la Vía Augusta y la Caesar Augusta.
Árabes, guerras desde el reino
de Aragón. Órdenes militares de Montesa – residencia del Maestre y por tanto
capital - , Hospitalarios y Templarios. Cátaros que encontraron un terreno
idóneo para esconderse. Personajes de enorme importancia un montón. No es
cuestión de hacer un listín telefónico (entonces no había ni fijos ni móviles)
pero sí dejar constancia que fundaron una Universidad de Humanidades, Escuela
de Griego, Escuelas de pintura, orfebrería y cantería…
San Mateo. Plaza Mayor. Esquina c/ Valencia
El viajero fue a San Mateo a
buscar aceite. ¿El viajero es un tipo raro? Siguió la recomendación de un
amigo. Buscaba el aceite de la variedad
Farga, único, que se produce solamente en esa zona de España. Iba a tiro fijo.
Plaza Mayor, esquina de la calle Valencia… Lo encontró. Dijo a lo que iba y
preguntó por quien… El tiempo, puñetero tiempo. Bueno ya se sabe. Lo atendieron
de manera proverbial.
San Mateo. Olivo milenario. Ermita de la Virgen de los Ángeles
Le indicaron donde estaban los
olivos milenarios que producen esa variedad de aceituna. Se llegó hasta la
fuente de Morella. El temporal - porque
en Levante, ha atizado y ¡de qué manera! – había dicho que el camino se
convertía en intransitable. Desistió. Subió, entonces, a la ermita de la Virgen de los Ángeles (de la
Mare de Déu dels Àngels) y allí se encontró con ellos.
Pegó hebra con el guardián del
Santuario. Le contó muchas cosas, de otros tiempos y de éste. El viajero compró
- ¡qué manía!- un libro. Cuando bajaba entre tanto asombro y hermosura pensó
que los hombres habían dejado un patrimonio de historia y arte excepcional.
Dios, el mejor de todos: Olivos
milenarios.
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