Para ti...
viernes, 30 de noviembre de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Iglesuela del Cid
La Iglesuela, que se llamó de
muchas maneras, tomó el nombre definitivo cuando terminaba la Edad Media, el
apellido mucho antes. Se lo dio Rodrigo Díaz de Vivar, aquel de “Dios que buen
vasallo si hobiese buen señor”. Sí, ese. Dicen que el Cid iba camino de
Valencia y que rezaba con frecuencia en la ermita a una virgen que -¿cómo, no?
se había aparecido a un pastor...
Hacen fiesta a San Antonio
Abad, a mediados de enero, el 17; a finales de mayo, ‘las fiestas del Cid’, y, luego, por agosto a San Abdón y San Senén,
¿qué por qué son patronos de estas tierras? Ni idea. Si te enteras de algo, te
agradezco que me lo digas. En Septiembre, la Natividad de la Virgen… Poca gente
y mucha fiesta. Son cosas que pasan.
Tienen a gala haber sido el
primer pueblo que implantó un secadero de jamones en Aragón. “Jamón de Teruel”.
Fue por los años cuarenta del siglo pasado. Ahora trabaja la tercera
generación. Por san Martín, matanzas en la casa y “con sal y ventanas abiertas”
de noviembre a febrero, se sabe se cura
jamón y cecina.
Pídelo. Prueba, come y peca.
Está para pecar. Ya, ya sé que hay otra cosa que también se llama jamón en
otros sitios pero también sabemos tú y yo, que ese – éste, también - hay que pagarlo. Por cierto, tengo que llamar a
Juan Carlos, a Encinasola… (De la cecina ni te hablo, no quiero que me tomes
por cruel…).
El viajero llegó una tarde de
entrado otoño. Se asombró de muchas cosas. La magnificencia de un pueblo tan
pequeño con unos edificios tan imponentes. No te pierdas la iglesia de la
Purificación ni la casa Blinque con un soportal sostenido por una sola columna
ni la arquitectura de piedra seca que colocan a modo de libro en un anaquel
para que el ganado no saltase la tapia…
Debes saber que aquí estuvo
unos días, solo unos días, el aspirante Carlos María Isidro de Borbón. Llegó en
23 de julio (1837, Guerras Carlistas). Se cantó un Te Deum – eso que no falte –
al día siguiente visita Cantavieja. Vuelve. El 30, pies en polvorosa.
¿Culpables? las tropas del general Oraá…
¡Cuántas cosas han pasado en estos pueblos donde parece que no ocurre
nada…!
jueves, 29 de noviembre de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Don Amalio
Nonagenario, el cuerpo machacado de andar los caminos, Don
Amalio – Don Amalio Horrillo Coronil – tiene la mente lúcida. Un privilegio.
Acaba de celebra los setenta años de su ordenación sacerdotal. Está en una residencia. Le acompañas ‘otros
de otras’ quintas. Cosas que pasan.
Concelebró la Eucaristía y tuvo
como acólito -maestro de ceremonias al Obispo Buxarrais. Éste sí que es otro a
los que hay que echar de comer aparte. Verán. Vino a Málaga desde Zamora. Se
entregó con todas sus fuerzas. Vio que no podía más. Presentó la renuncia. ¿En
un país donde nadie dimite? Cosas que
pasan.
El hombre (cuando dentro de
unos años se nos vaya empezarán a decir que es un santo y todas esas alabanza
que hacemos en este país que es un genio en organizar entierros), puso el mar
por medio. Se fue a Melilla, a la gota de leche, con los que no quiere nadie. Allí,
también había mucho que dar. Ahora su corazón le avisa. Cosas que pasan.
Don Ramón, pudo retirarse a la
residencia, en la esquina de calle Salinas y Fresca, pues no. Pudo irse al
Seminario, con otros obispos jubilados; tampoco. Se vino con los curas de a pie
(Alguien ha escrito: “la sabiduría reside en Churriana”. Totalmente de acuerdo).
Hombres de mirada traspuesta que quieren reconocerte desde el otro lado del cristal. Cosas que pasan.
Don Amalio nos enseñó Latín. ¡Lo
que debió pasar para meternos por vereda! En su afán didáctico nos hablaba del
Málaga, de los resultados del domingo -
como norma de la casa, casi siempre, malos – y nos dividió en dos grupos: “horacios”
y “curiacios”… Cosas que pasan.
En la celebración de ayer,
alguien, de esos que tejen en la sombras, que son los que mandan, no tuvo la precaución de reservar en la
agenda del Obispo – el de ahora, claro – un par de horas para acompañar a don
Amalio en una efemérides tan importante en su vida. Cosas que pasan.
Hace unos días encontré –
después de buscarlo mucho - en una
librería de viejo en Madrid el Florilegio latino que usábamos. El que termina
con el Fastos de Ovidio: “quem si non
tenuit, magnis tamen excidit ausis” (… “al que no pudo gobernarlo, sin embargo
le arranó grandes empresas”). La magnanimidad de don Amalio me aprobaría, si la
viese, esta traducción libre. Seguro. Cosas de pasan.
miércoles, 28 de noviembre de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Grullas
Es probable que el invierno
esté cerca, más cerca de lo que algunos creen. Los pueblos – algunos ponen el
mismo alumbrado año tras año y llegan al hastío de lo repetitivo – y ciudades
grandes, medianas y de medio pelo, se adornan para decir que viene la Navidad.
O sea, el invierno.
Las grullas se fueron a pasar
el verano a Escandinavia. Cuando llegó la primavera levantaron el vuelo y
dejaron tierra bajo sus alas y allá en el norte
de eso que cuando estudiábamos Geografía le llamábamos Eurasia sacaron
sus nidos. Ahora, en otoño han vuelto. No vienen solas. Están acompañadas de
las nuevas crías. Descubren un paisaje nuevo, desconocido.
Las grullas estaban esta tarde
en uno de los barbechos inundados entre Campillos y Antequera. Llovió mucho,
demasiado hace unos días. El campo no
tuvo capacidad de absorber tanta agua –
por cierto ¿les habrá llegado ya la ayuda prometida a los damnificados de Teba,
Ardales, y los pueblos de la Sierra Sur de Sevilla? – que aquella noche sembró la
desolación.
Las grullas cuando regresan
ponen una nota de colorido gris al campo. Anuncian, además, que el invierno
está cerca. Vamos, que está como quien dice tocando con los nudillos en la
puerta. Dentro de unos días el frío heladero dejará desiertas las calles y por
las noches se llenarán de palomas los palomares que buscan el calor de sus
propios cuerpos.
El sol hincaba la cresta por el
horizonte. Un cielo de nubes grises ponía una nota de color de contraste entre
el crepúsculo enrojecido y los nimbos-
cúmulos ahítos de agua. Me pregunté si el color de las grullas tendría algo que
ver con ese cielo gris y entoldado. Las nubes iban de paso; las grullas,
también. Estarán por aquí un tiempo, solo un tiempo. Otras, dicen que siguen
camino y llegan hasta Eritrea y Sudán que eso sí que está lejos.
Con el otoño llegan algunas
aves migratorias; otras, se van. Buscan otros lugares. Es un trasiego. Todas a su sitio.
Se llenan los cielos de pájaros que van de un lugar a otro. Tengo una duda. Si
en el azul de los cielos hay autopistas de peaje ¿todos los pájaros pagan lo
mismo por usarlas? Algún día saldremos de dudas…
martes, 27 de noviembre de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mora de Rubielos
Macizo de Javalambre-Gúdar. Enebros
Que sí, que existe, que te lo
digo yo. Que he estado, que Teruel existe. No te lo pierdas. Te engancha,
seguro. ¿Qué te van a decir que estás en los pueblos más bonitos de España? No
le hagas caso. Se quedan cortos. Son más. Son únicos.
Si como yo subes de Levante por la ruta Mudéjar,
pasado el cruce de Albentosa, a la derecha. Vas junto al río Mora. Tierras
altas del Mijares. Nace allí. Tú, a lo tuyo. Sabinas rastreras, enebros – Juan
Carlos Escuder me los identificó en la barra del ‘Escalón’ cuando le enseñe las
fotos – carrascos, rebollos… Macizo Javalambre-Gúdar… Párate. Silba el viento
entre las ramas…
Mora de Rubielos. Plaza de los Olmos. Arco. Calle de Pedro Esteban
Mora, – dice la guía que lleva
el viajero – a los pies de la Sierra de Gúdar. Es otoño. Choperas de oro viejo
y un rosario de hojas desgranadas
alfombran el suelo. Supe – ya lo intuía
- que entraba en uno de los pueblos bonitos de verdad. Desde la Plaza de
los Olmos, pasé bajo el Arco, por la calle Pedro Esteban, a la plaza de la Iglesia.
Mora de Rubielos. Plaza de la Iglesia. Excolegiata de Santa María
La iglesia es la excolegiata de
Santa María. Siglo XIV. Juan de Heredia, el IV quien se gasta los dineros.
Poder, dinero e iglesia ¡tantas veces juntos!
Ciudad monumental. No te hago la relación. Todo en sí, encanto, misterio. Otro tiempo que
perdura. No me resisto. Acércate al castillo. Fue de casi todo. Allí, vivieron
nobles, franciscanos y hasta la Guardia Civil…
Mora de Rubielos. Castillo
Anótate Alfonso II, el Casto, la reconquistó para Castilla. Lindera con las
tierras musulmanas de Valencia. En la guerra de ‘los dos Pedros’ - ¡manda
bemoles! moneda de discordia. ¿Qué quiénes eran los mozos - perdón, sus majestades – discordantes?
Pedro I, ‘el Cruel’ o ‘el Justiciero’, el castellano; Pedro IV, el Ceremonioso
o del ‘puñalito’, el aragonés…
Mora de Rubielos. El Escalón
Porque era mediodía y era hora
me acerqué a donde el ‘Escalón’. Plaza
de la Iglesia, 6. ¿Qué que comí? Jamón de Teruel y orejas – de cerdo, claro –
de lo más exquisito que he tomado. Comparable a los torreznos que me recomendó el
Maestro Barbeito, en Lucio, en Palencia.
Mora de Rubielos. Interior. El Escalón
Rafael, me presentó a su
hermano Juan Carlos, el que me identificó las plantas, me dijo, que lo del ‘Escalón
internacional’ viene porque a cada sala le han puesto un nombre. Tienen las
mejores cervezas… La relación calidad
–precio, excelente. Podría seguir. El espacio no da más… Tomé carretera y la
decisión de volver algún día.
lunes, 26 de noviembre de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Hacho
Luna menguante de otoño sobre El Hacho
Si tiene – cosa rara – puesta
la capucha, es señal de agua. Seguro.
“Cuando el Hacho / se pone la mantilla, / suelta los bueyes / y vente a
la villa”. Aquí las borrascas entran por
Estrecho, y el sol se nos va por el Monte Redondo que es un alargamiento del
Hacho.
Si subes en día claro, y si ya
ha habido alguna nevada, a lo lejos, en línea recta, hacia donde sale el sol,
verás una cumbre blanca. Es Sierra Nevada. A la derecha, la Bahía de Málaga, y
a tus pies el pueblo – que ahora entenderás
porqué lo hicieron aquí – y la alfombra verde de la vega, o los trigos
que despuntan en las loma, o los Lagares que parecen olitas en un mar de
montañas.
Día de brumas y lluvia sobre El Hacho
Dicen que es el mejor y único
sitio para ver casi todo el pueblo.
Lo verás – el Hacho – por
cualquiera de los caminos que llegues. Siempre tiene una faz diferente, e
incluso cambiar de cara varias veces. Y si como esta mañana se corona con el
último cuarto menguante de otoño, ni te cuento.
Parapente desde El Hacho
Será, también, un ‘chuchillo’
abierto; una meseta en forma de trapecio; un semicirco. A veces, la roca, se transforma ‘en la puerta
de la iglesia´, o en un perro tendido con una enorme cabeza. Otras – no te lo
vas a creer – las sombras te jugarán una pasada
y puede aparecer algo tan asombroso como la mismísima efigie de Gizeh,
o de Buda sentado y gigante o de fantasma que agita los brazos. Siéntate en la
ladera del ‘quebraero’; espera a que
caiga la tarde…
Puedes subir, si quieres, por
el Sabinal y los Cortigüelos.
Si andas holgado de tiempo, a
pie. Por el ‘cuchillo’, la ascensión es más difícil; más cómoda, por la
Viñuela. Aprovisiónate de agua. La única fuente, la de Pedro Sánchez – otro,
Pedro, claro – está al otro lado de la vertiente y fue mencionada, hace más de
quinientos años, en los papeles del repartimiento en tiempos de los Reyes
Católicos.
Huele a tomillo, a romero y
cantueso.
De vez en cuando, párate, y
vuelve a mirar hacia atrás.
Tiene también una gruta – que
nadie ha visto – misteriosa y profunda donde se oye el rugir de las olas del
mar.
Los precipicios, enormes, así que, si padeces de vértigo, ya
sabes…
Párate a escuchar el campo.
Párate a escuchar los silencios… y el viento.
Puesta de sol por el Monte Redondo (Estribación de El Hacho)
domingo, 25 de noviembre de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Alto Maestrazgo
Cantavieja. Alto Maestrazgo desde el Mirador del Portillo
Entre La Mata y Cantavieja vas
por terreno abrupto. Todo es tosquedad y monte, todo es paisaje donde, a voces,
se pregona que allí la vida es dura. Nadie regala nada. Entre el ir y venir de
los tiempos se forjó una gente hecha de otra pasta. Donde también, si quieres,
puedes escuchar el silencio.
Desde la lejanía, Cantavieja –
la capital del Alto Maestrazgo – dice la guía que lleva el viajero parece un
nido de águilas. Lo es. Por inexpugnable, por
altitud, supera los mil metros con creces, y porque la gente está acostumbrada a luchar
contra el espacio y contra el tiempo, el meteorológico, y el otro, ese que dan
en llamar vida.
Entra.
No te pares junto a la muralla.
Eso luego, para ver y mirar y contemplar
cómo entre los cerros se queda a esperar no se sabe qué el viento. Ahora,
en otoño, las choperas ponen un reguero de oro viejo en las orillas del río…
Cantavieja. Plaza Mayor
En Cantavieja, como en otros
pueblos del Maestrazgo hay, en cada
esquina, un canto al pasado que fue y ya no es. Es soberbia su plaza mayor.
Arcadas de diferentes estilos, un
ayuntamiento que gobierna a poco más de medio millar de habitantes. Su iglesia,
de la Asunción, soberbia. Dicen que cuando el arquitecto que la terminó vio
concluida su obra expresó, algo así
“como ésta en Roma no hay” y el hombre se quedó tan pancho. Y es que
como la satisfacción de la obra a gusto con uno mismo no hay nada.
Del pasado histórico… Bueno, lo
que quieras y más. Que si prehistóricos, que si cartagineses – afirman que Amílcar
Barca fue su fundador, en otro lugar he leído que Aníbal, tampoco es cuestión
de andarse a greñas con los datos – que si romanos (estos no faltan en ningún
pueblo que se precie), que si musulmanes… Conquista, Reino de Aragón por medio, Carta Puebla,
Templarios, Orden de San Juan y, sobre todo carlistas. Las guerras carlistas
por estas tierras y el general Cabrera, el tigre vengativo y sanguinario, ni te cuento.
Cantavieja.
Pasea. Si encuentras a alguien
habla con la gente. A lo mejor tras una ventana cerrada ves cómo un grupo de
mujeres mayores echan el paso de la tarde bordando tras los cristales…
-
¿Para La Iglesuela? – pregunté – porque había
que enhebrar con alguien…
-
“Siga la carretera”…
Cantavieja. Arco del Mirador del Portillo
viernes, 23 de noviembre de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Donde por un tiempo, se paró el tiempo
Mirambel. Iglesia de Santa Margaria
“Conforme salga usted por la
Puerta de San Mateo, baje la cuesta, y
antes de llegar a la curva grande, a la derecha”. El viajero obedece. Baja
despacio. La pendiente no da para más. Deja,
Morella; luego, queda a sus espaldas. Pasa sobre el Barranco de la
Penella. El torrente no lleva agua. El terreno
está seco a pesar de la lluvia caída…
La carretera tiene buen piso.
Va paralela al río Bergantes. Al pasar
por la ermita de la Virgen de Consolación piensa en lo bien puesto que están algunos
nombres. Luego, un poco más allá, en Forcall, se une a otros dos ríos: el
Calders y el Cantavieja. De los tres, éste el que más agua lleva. Lo cruza por un puente que tiene cierta
prestancia.
En Forcall nació don Gabriel
Roselló de la Torre. Tuvo una infancia dura. Lo marcó. Desarrolló su saber en
Morella. En su pueblo se construyó una mansión a modo de palacete. La capilla
de entonces es almacén de hoy…. “Sic transit gloria mundi”.
En Forcall nació, también, José
Peñarroya. A los niños - y a otros no
tan niños, de otro tiempo – nos hizo esbozar sonrisas cuando eso era algo
difícil. La editorial Bruguera le permitió desarrollar su talento. “Don Pío”.
“Gordito Relleno”, “Don Berrinche”… ¿Se acuerdan de “Pulgarcito” y “DDT”?
También tuvo mucho que ver en ellos…
Mirambel. Calle
Camino de la La Mata la
carretera lleva por compañero el río Cantavieja. Bordean encinares y robles. Un
puente con arco ojival recuerda el tiempo en que Blasco d’Alagón guerreaba por
estas tierras. Edad Media, pura y dura, siglo XIII por más señas. Cantan los olores de las granjas porcinas. O
sea, huele a guarro.
Antes que entregue sus aguas el Barranco Torre de
Abajo, al río Cantaviejas, el viajero entra en Aragón. Tierra recia y dura. Tierra
de poco pan y mucho sacrificio. Aquí, la vida regala poco; más bien, nada.
Mirambel, medalla de Oro
‘Europa nostra’, es un pueblo bellísimo.
Murallas, castillo, iglesia del Temple. Silencio por las calles y algún gato
curioso. El viajero se encuentra con el
cartero. Charla con él. Le cuenta que hay poco más de cien habitantes, que la
Caja solo abre dos tardes al mes, un par de horas ¿para qué más?, que el pueblo
en verano acoge a más gente pero ahora…
Mirambel. Reducto del pasado
jueves, 22 de noviembre de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Morella, una ciudad de otro tiempo
Morella. Castillo
El viajero continúa. Deja, a su
mano derecha, las Sierra d’Espadella y la del Turmell; a la izquierda, la de Vallivana. El Maestrazgo, en todo su
esplendor. Tierra dura y recia. Hombres con otro temple. Mucha piedra y viento frío; nubes altas y un
cielo inalcanzable.
Sube por el puerto de Querol. Está
en obras. Un letrero informa que la línea discontinua solo marca el eje de la
carretera. Era poco más del mediodía. Entró por la puerta de San Mateo. Bordeó
la muralla - casi dos metros de espesor;
más de 15 de altura - y accedió al interior de la ciudad por la de San Miguel.
Morella, impresiona. Siente ensación de
entrar en algo cerrado y misterioso.
Sabe que está en una ciudad de
otro tiempo. Sabe que por aquí anduvieron, dicen, Abderramán III, Almorávides,
Almohades, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, Jaime I, el Conquistador, Benedicto XIII, San Vicente Ferrer, el Tigre sanguinario del Maestrazgo, Ramón
Cabrera…
Morella. Muralla y Puerta de San Miguel
No hay guerra patria que se
precie que no haya tenido algo que ver en su suelo. Desde los siglos XIV al
XIX. Guerra de la Unión, Germanías,
Sucesión, Independencia y la primera Guerra Carlista. Fue capital de la
Comandancia Militar Carlista de Valencia, Aragón, y Maestrazgo. ¿Cabe algo más?
Sí. Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Muchas obras hombres, un castillo (más de mil metros de altura) y más de dos kilómetros y medio de muralla.
Deambula. Se pierde. Sube y
baja. Ve edificios de otro tiempo. Mucho trabajo de cuando era una ciudad
próspera en su industria textil. Hoy vende queso de cabra y oveja – exquisito –
y embutidos curados por un frío que en los días gélidos de invierno puede
llegar los -15º y -20º. ¿Eso es frío? No, no. Eso es mala leche.
Morella. Calle Blasco d'Alagon
‘Aunque, usted quiera no va a
poder gastar dinero”. Casi todo está cerrado. Es lunes. Descansan, porque abren
los domingos. Los comercios, los bares… Toma unos embutidos y un vino ligero. Está
en la calle Blasco d’Alagón, porticada y larga; solitaria. Se echa a andar. De
nuevo, la sorpresa. Es la casa Rovira. Un mosaico lo cuenta: “En esta casa obró
San Vicente Ferrer el prodigioso / milagro de la resurrección de un niño que su
madre / enajenada había descuartizado y
guisado en / obsequio al santo (1414). Transcribe y cuenta. Sigue camino…
Morella. Casa Rovira. Mosaico
miércoles, 21 de noviembre de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. San Mateo
San Mateo. (Castellón). Plaza Mayor
San Mateo, a orillas del río
Seco - Ribera del Maestre -, está
conforme se sube de Vinaroz a Morella, pasada la Jana, la izquierda. Es la
capital histórica del Bajo Maestrazgo.
Hablan sus piedras, habla su gente, habla un paso histórico tan rico que
si sus lanas no hubiesen existido habrían enmudecido los telares de Florencia.
Era otro tiempo.
Ocho mil cabezas de ganado
pastaban en los romeros, lenticos y cantuesos de las Sierras del Molló o de la
Creu… Lana, excelente. Caminos de trashumancia, tierras del Maestrazgo. El
hombre tampoco estuvo quieto. Desde los primeros tiempos. El lugar lo permitía,
‘Valle del Ángel’, abundancia de aguas
cristinas. Primeros pobladores; luego, romanos. Dejaron dos vías de
importancia: la Vía Augusta y la Caesar Augusta.
Árabes, guerras desde el reino
de Aragón. Órdenes militares de Montesa – residencia del Maestre y por tanto
capital - , Hospitalarios y Templarios. Cátaros que encontraron un terreno
idóneo para esconderse. Personajes de enorme importancia un montón. No es
cuestión de hacer un listín telefónico (entonces no había ni fijos ni móviles)
pero sí dejar constancia que fundaron una Universidad de Humanidades, Escuela
de Griego, Escuelas de pintura, orfebrería y cantería…
San Mateo. Plaza Mayor. Esquina c/ Valencia
El viajero fue a San Mateo a
buscar aceite. ¿El viajero es un tipo raro? Siguió la recomendación de un
amigo. Buscaba el aceite de la variedad
Farga, único, que se produce solamente en esa zona de España. Iba a tiro fijo.
Plaza Mayor, esquina de la calle Valencia… Lo encontró. Dijo a lo que iba y
preguntó por quien… El tiempo, puñetero tiempo. Bueno ya se sabe. Lo atendieron
de manera proverbial.
San Mateo. Olivo milenario. Ermita de la Virgen de los Ángeles
Le indicaron donde estaban los
olivos milenarios que producen esa variedad de aceituna. Se llegó hasta la
fuente de Morella. El temporal - porque
en Levante, ha atizado y ¡de qué manera! – había dicho que el camino se
convertía en intransitable. Desistió. Subió, entonces, a la ermita de la Virgen de los Ángeles (de la
Mare de Déu dels Àngels) y allí se encontró con ellos.
Pegó hebra con el guardián del
Santuario. Le contó muchas cosas, de otros tiempos y de éste. El viajero compró
- ¡qué manía!- un libro. Cuando bajaba entre tanto asombro y hermosura pensó
que los hombres habían dejado un patrimonio de historia y arte excepcional.
Dios, el mejor de todos: Olivos
milenarios.
jueves, 8 de noviembre de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día
Para ti...
N. A. Durante unos días no se publicará. "Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día". Gracias por la comprensión.
N. A. Durante unos días no se publicará. "Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día". Gracias por la comprensión.
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Con el diablo por medio
Dicen que está maldito. Dicen
que entre sus cimientos, piedras, mezclas y andamios se las anduvo el diablo confabulado con un
arquitecto español apartado por decisión
real, Carlos III, que ahora se ríe desde lo alto de su caballo y mira al
edificio desde la plaza.
Verán. Todo tuvo su arranque. El
Rey Alcalde, o sea Carlos III, decidió hacer un edificio para el servicio de
Correos. (La calle de la esquina lleva, precisamente, ese nombre). El
arquitecto español de más prestigio de aquel tiempo era Ventura Rodríguez. El
Rey opta por otro. Jacques Marquet, francés por más señas.
¿Tenía tratos el español con el
diablo? ¿Le tenía inquina el de los cuernos y rabo, al francés? ¡Vaya usted a
saber! El pueblo – el de Madrid no digamos – necesita sus leyendas. Se las
hallan. Y, así un buen día corre entre la gente sencilla que se ha aparecido el
diablo, que le ha dicho a los obreros que el edificio está maldito y que todos
los que trabajen en él al infierno de
cabeza…
Un cura de por medio. Crucifijo
y agua bendita. (Ya se sabe que en Madrid, lo que es agua no falta, y si es
bendita o no, es otro cantar) y la obra sigue adelante. Correos primero;
Dirección General de Seguridad, después. Mucha gente pasó por sus calabozos.
Gente ilustre que el único delito cometido era el ‘desapego’ al Régimen, o sea, rojos, rojos, malísimos…
La anécdota, de los últimos
tiempos del franquismo. Redada policial. Entre los detenidos, Dionisio
Ridruejo. El funcionario de Policía se queda perplejo. El hombre sabe quién es y qué importancia tenía
quien estaba allí y de todo lo que se
cocía por los corrillos políticos de la ciudad…
-
Hombre, don Dionisio, usted que escribió aquello
de ‘volverán banderas victoriosas’ y hoy aquí, delante de mi….
-
‘Por eso, por eso, precisamente por eso, estoy
esta noche delante de usted’
Cada fin de año, después de los
cuartos, el reloj de lo que fue Gobernación, dice que el año viejo ha muerto,
¡Viva el año nuevo¡ y la gente se come doce uvas – contra reloj, nunca mejor
dicho - y se desean, suerte y salud y todo eso… Y, quién sabe si a lo mejor no
está también el diablo por medio.
N.A. Durante unos días dejará de aparecer "Una hoja suelta del cuaderno de bitácora". Muchas gracias por vuestra comprensión.
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