Era a media tarde de la víspera. El sol, antes de irse por
el Monte Redondo, jugó un rato al escondite con nubes altas y frías. Ponían el
cielo de telarañas. De pronto, por el aire, llega música de esquilones. Me
asomo. La yunta, cansina, con parsimonia, tira de la carreta; delante, aguijada
al hombro, el boyero. Al lado lleva un ayudante.
Suben con el ritmo acompasado con que marchan las carretas.
Y uno - porque se lo pide el cuerpo- echa mano al recuerdo. Se refugia en Juan
Ramón y en aquellas carretas que lloraban camino de Pueblo Nuevo. Venían de
pinares y montes, y soñaban con establos que sabían a madre y a heno…
No sé cuantas carrozas pasaron. Perdí la cuenta. Caballistas,
niñas guapas… Caballos. “Los cascos de tu caballo / cuatro sollozos de plata”
recogió Federico en el Zorongo. ¿Ves, ese tordo?, me dice mi hija, vale una
fortuna. Palmean y cantan. Otros llevan música enlatada. Hay quien espera - chiringuitos
que buscan unos eurillos - al sol de septiembre en la explanada del convento. Voluntarios
y gente agolpada. Calor y más calor.
Se fue la gente de romería. Les ha acompañado el tiempo.
Sol, caballos y polvareda seca. Por entre los olivos, algunos rayos de luz.
Poca sombra, mucho gentío… Lo normal. El camarín es un chorreo. Se acercan, le
cuentan sus cosas y Ella, madre de todos, calla, escucha y asiente.
Se fue, un año más, la Virgen de Flores…Yo subiré cualquier tarde de
estas, entre dos luces, cuando jueguen las palomas a sueños imposibles en los alféizares de la ventanas y, a solas,
hablaremos de nuestras cosas. Porque tenemos mucho de que hablar y allí en el
silencio, pues eso.
Un escritor todo ternura. Me dejas sin palabras. Los ojos se llenan de lágrimas por que los sentimientos tambien ha vuelto a mí. Espero tambien ir a contarle muchas cosas a ese santuario que toda mi niñez me arropó,
ResponderEliminarMuchas gracias... cuando los sentimieintos salen de dentro ocurren cosas así...
EliminarGrandes son los momentos de la Fiesta, amigo Pepe, pero mayores aún son los que se viven en la intimidad ante la Imagen de la Virgen, cuando podemos comentar ante Ella todas esas cosas, buenas y menos buenas, que nos ocurren en el día a día. Pero además nos permite utilizar, cuando ya no tengamos esa madre terrenal que nos trajo a la vida, la mas hermosa de las palabras: Madre.
ResponderEliminarY quiero decirte Madre
y pronunciar la palabra,
las cinco letras unidas
que mayor sentido tienen
a lo largo de la vida.
Madre que Dios nos entrega
desde el árbol de la Cruz
Madre que a todos nos llega
por decisión de Jesús.
. . . . . . . . .
(fragmento de mi Pregón a la Virgen de Flores)
Bellísimo, amigo Fermín y, si me permites, no fue un pregón, no, sino una oración publicada.
EliminarHoy no son palabras escritas, no la siento así, hoy siento que lo que escribes es como un cúmulo de sentimientos reprimidos que guardas en ese órgano de la vida, deseoso de salir como un estallido, como una explosión, solo que esa sencillez y humildad hace que la mantengas dentro para sacarla y decirla en el silencio, ya que no es necesario gritarla para oírla, -yo estoy contigo- solo en el recogimiento de la soledad, en el tú a tú, abrirle como estadillo de la rosa lo que tenemos guardado.
ResponderEliminarEstoy contigo Pepe.
Gracias, Juan, los sentimientos como los manantiales no pueden encerrarse: rompen a borbotones, como te a ocurrido a ti.
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