¡Oh luz de Dios!. Mecidas por la brisa en lo alto del granado,
la única fruta coronada, espera los últimos días de septiembre para reventar en
granos de pulpa dulces de almíbar y sensualidad. Hechizo arrancado del jardín
del edén…
Dicen los que saben que la granada es muy rica en hierro,
que la trajeron los moros de tierras lejanas y que en nuestra tierra - su
cultivo - ha pasado por momentos de
esplendor, alternando con otros donde a su valor no se le tuvo un aprecio
especial. Naturalmente, éstos nunca patearon la tierra de Eche, Amoradí o
Albatera.
Se criaban lo granados junto a los cauces de aguas que
llevaban las acequias para regar el campo. En primavera, pasado el esperpento
desnudo del invierno, una mañana se ponían el ropaje de hojillas nuevas, y
luego una flor diminuta con pétalos rojos y el dentelleo de la corona y,
después fruto escondido que espera su tiempo.
La luna del verano le dio misterio de nocturnidad. Parece
que el granado es confidente de amantes, árbol de guardar secretos, de espera en
silencio y, cuando llega su tiempo da lo mejor de sí. Y entonces, se rompe en
granos rubíes. Y es sensualidad, poesía, encanto, como el amor que al igual
espera…
Al final del verano, los granados vestidos, encierran aún
una sorpresa. Vendrá una tarde de lluvia de otoño. Entonces, se habrán vestido
de oro viejo y, lentamente, de manera callada, dejarán alfombrado el suelo. ¡Oh,
luz de Dios!
Fruta de granos jugosos, de paladar agradable, solo hay un pequeño problemilla que si no se atoran lo disfruta, hay si por aquel ocurre, la memoria de los granos, su corona y su tronco no lo olvida e unos días.
ResponderEliminarLo mas maravilloso es que como lo expone a uno le entra ganas de partirla cono las manos y turnándose de izqda.-drcha y drcha-izqda saciar el deseo aunque algunas gotas caigan a la camisa.
Precioso requiebro a esa fruta que a la cual defienden largas púas. Corona si, es presumida y no me extraña se le suban mas aún los humos con la loa que le has hecho. ¡¡ BRILLANTE !!, amigo José, ¡¡ brillante !!.
ResponderEliminarLos granados – tan elogiados hoy por sus cualidades – fueron en mi infancia linde de finca, pues allí se les plantaba, no sé bien si con la aviesa intención de separar y no ver al vecino. Aún siento dentera de pensar en los “concursos infantiles” para ver quien era capaz de comer más de las de “diente perro”, tan fuertes que te dejaban las manos amarillas, el estómago estragado y los dientes - por el repelús - de a metro para todo el día... Cuando esto escribo, aún me ocurre, Pepe.
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