NI
PA TABACO.
La batata es un tubérculo comestible que vino de América por
la vía… del Pacífico. Se siembra en verano y se recoge desde mediados de
septiembre hacia delante. Tiene alto poder nutritivo, muchas propiedades y una
literatura que la lleva desde comida de pobres a platos de gourmet en los
restaurantes caros.
Han reactivado su cultivo. Modas que vienen. Lo hacen, ahora,
de manera ecológica. Se exportan a países lejanos y hablan y no acaban del
posible mercado que le abren los nuevos tiempos. ¡Vivir para ver!
Se siembran, dicen los que saben, en lomos y admite riegos
frecuentes. En sazón, se sacaban -cuando los tractores ni amarillos ni de
ningún otro color habían llegado al campo - a base de palmitera. Largo el
astil, larga la hoja y largo el vaivén
de brazos con fuerza. Cava profunda y limpia…para que no se rompan.
Las batatas llenaron, aquel año, un montón de fanegas de
tierra. Las riostras se pegaban a la tierra como liebres encamadas. El campo se
puso de alfombra verde. Precioso. Pasado el rigor de las calores, llegó el
tiempo de sacarlas. Conchavados los remitentes – -¿y cuándo no es Pascua en el
campo?- y echaron los precios por tierra y encima había que arrimarlas a la
estación de Las Mellizas. No pagaban ni los jornales de cogida.
Sebastián sembró un pedazo de la huerta de los Aneales. Las
batatas no estaban ‘buenas’. Golpe seco a la tierra y mano en alto exhibía un
puñado de rabizas al aire, las sacudía y en voz alta pregonaba: “Gracias a Dios que yo
no tengo… y, golpe va, letanía viene.
El compañero de tornapeón se sorprende. Pregunta. ¿A qué
viene este pregón Sebastián? Y, el
hombre, con espíritu senequista (él nunca supo ni de Séneca ni del estoicismo)
contestó: porque además del trabajo, cargamos las bestias, las llevamos a Las
Mellizas…, y que no nos den ni pa tabaco... ¡Gracias a Dios que yo no tengo!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAmigo José tras leer las propiedades que tiene la batata hasta para la curación del cáncer.
ResponderEliminarEs una pena que este negocio fracasara echando los precios por tierra.
Pero a mi me encantan.
Sebastián no conocía a Séneca ni a los estoicos, pero tú si Pepe y pese a ello te has dedicado – casi a la vejez – a la profesión de Sebastián... Mi padre que la ejerció toda su vida y era – como muchas veces digo – filósofo de arado y azada, decía que el campo todo era sufrir y llorar y con cabía ni tan siquiera maldecir como desahogo, porque hacerlo era delito... ¡Gracias a Dios que yo no tengo!
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