miércoles, 25 de septiembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Los niños del hambre

                                           
“En la cuna del hambre / mi niño estaba. / Con sangre de cebolla se amamantaba…” Escribió un día lejano Miguel Hernández. Aquellos niños de “la jhambre” (dicen que en femenino y con j “h” aspirada, es más grande) lampaban por un mendrugo de pan. ¿Con un chorreón de aceite? Entonces casi pata negra.

Los padres de los niños –sus madres todas, por una u otra cosa, estaban  vestidas de luto- soñaban con otros tiempos. Con menos represión, más comida y mejor vida para todos. Chicos y grandes. Soñaban con despertar de la pesadilla. Todo en silencio.

Los niños del hambre de los suburbios de La Paz, de Lima o de las Chavelas de Río, hurgan en los basureros, en la miseria de la miseria. Algunos, sueñan con una cosa redonda que se llama balón y, que los saque de allí.

Los niños del hambre de África tienen tres salidas: saltar una valla de ciudades lejanas que se llaman Ceuta o Melilla, apuntarse como terroristas a un banderín de enganche que lleva… a la muerte o morir, pero morir de hambre.

Veo fotos de niños que abren las carnes. La indiferencia de países ricos es una temeridad. Kenia, Somalia, Mali o Níger están muy lejos…No quieren saber que a la arena del desierto la mueve el viento. La arena nunca está  - no puede estar –quieta.

Aquellos padres soñaban con que sus hijos comiesen caliente. No pensaron en los comedores de Caritas, ni  que volverían otras  bolsas de miseria  como aquellas que entonces decían que estaban en el Pozo del Tío Raimundo o en el Bulto. No pensaron ni en La Cañada – la de Marbella, no, la otra- ni en los Asperones, ni en la Palmilla de hoy.

Los niños del hambre despiertan –  hay síntomas, que se mueven-. A algunos se les puede quitar la memez de pedir la doble nacionalidad, o de seguir creyendo que la teta – la de la vaca, claro- no se acaba. Y ellos, aunque cambien de chaqueta, no podrán ocultar su culpa.


A estos no los quiero. Me quedo con lo del Maestro Juan Ramón: “Platero, no sé si entenderás o no lo que te digo, pero ese niño tiene en su mano mi alma”. Ese, y todos los niños del mundo con harapos…

2 comentarios:

  1. Hoy tenemos que retomar los hechos acaecidos y hacer memoria de esas volsas a la que te refieres, y añadiría más. Internados españoles donde el hambre se apagaba dificilmente en aquellos años de la posguerra civil española.Luego el pozo del tío raimundo, cañadas, y barrios marginados
    Y ahora tras unas décadas de años de vacas gordas, cuando a nadie se le ocurrió pensar en estos que se avecinaban. Ya no hay que ir a Kenía para ver el hambre en todos los sentidos que nos rodea

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  2. Este relato es demasiado triste,demasiado por la realidad que plasma los acontecimientos de un día y otro día. ¿Tú sabes si el cielo es más grande que el infierno, o al revés?. La verdad es que si el infierno no es grande, no se si cabrá tantas gentes.

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