Ha pasado Julio
Romero de Torres – parte de su obra – el verano en el Thyssen de Málaga. De abril a
septiembre. Un ramillete de cuadros - la mujer como protagonista - del pintor
cordobés ha llenado la planta tercera del Museo y ha dicho parte de lo que él
quiso transmitir con su obra.
Reducir la obra de Romero de Torres al tópico de la mujer
morena de ojos negros y cara agitanada; a la sensualidad y al erotismo que
transmite, o al desnudo que llega y se deja ver… es como quien va a un museo y
no pasa de la primera sala.
Julio Romero, es más, mucho más. Es la magia y el misterio
de Córdoba en el lienzo; es la tristeza y la melancolía que flota y se pierde
por las esquinas de su ciudad o de otra que él se inventa; es la denuncia del
mundo social que lo rodea y el canto a su amistad con toreros (Lagartijo o Machaquito),
gente del arte, literatos…
No es Romero de Torres, -se empeñan algunos en lo contrario-
un pintor religioso. Están las monjas de sus cuadros más en la carnalidad que
en el misticismo de la oración y el recogimiento; más en la belleza que en la
displicencia del silicio. La saeta o la procesión es denuncia de la situación
de los pobres; la muerte: meditación y misterio…
En Madrid, Valle-Inclán se convierte en su mentor y el
introductor en el mundo de la generación del 98: Unamuno, los Machado o Ramón
Pérez de Ayala son contertulios en los cafés de entonces. Se han terminado las
idas y venidas a Córdoba. Se establece en Madrid y sueña y pinta la
Córdoba que, desde la lejanía, añora y recuerda.
Se van los cuadros de Julio. Se va el simbolismo y los
retratos, la luz difusa y los cobres dorados como escapados de un taller de
Lucena. Se van las alegorías, la sensualidad, el culto al enigma y al misterio.
Se va una gran exposición, monográfica y didáctica.
Amigo José, me ha quedado la pena de venirme de Málaga con el deseo de verlo. Pero tu con tu página me introduces en ese mundo de enigmas y misterios que salen de sus cuadros. Gracias de nuevo por todo lo que nos haces llegar.
ResponderEliminarAunque sé que tienes toda la razón, Pepe, para mi Julio Romero será siempre María Teresa López, la mujer morena de los billetes de 20 duros. Esta mujer, cuya imagen estuvo impresa en casi mil millones de los antiguos billetes marrones de 100 pesetas, vivió sus últimos años en un asilo de Palma del Rio, pobre y en soledad. La “Chiquita piconera”, que sirvió de modelo en el cuadro quizás más universal de este artista cordobés, cuando tan solo tenía 13 o 14 años, acabó su existencia con 89 años, viviendo de la caridad pública. Paradójicamente, toda su vida giró siempre alrededor de un dinero que ella nunca tuvo...
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