jueves, 20 de junio de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. En Samos






Escribo a esa hora en que el sol aún dice que aún  no es mediodía. Arriba, en el puerto,  repostamos.  Desde Piedrafita del Cebrerio he bajado por una carretera tortuosa y estrecha.  Cuando coroné el puerto, Marilina me había pedido que me acordase de ella, la recordé.

Marilina es una persona entrañable, con una sensibilidad enorme y a quien yo debo su colaboración con fotos extraordinarias para mis artículos. Es una pena que hoy no estuviese en el camino con nosotros. Todo es de una belleza excepcional.

Se lo comento a mis compañeros de viaje.  Un hormigueo de peregrinos orilla la carretera. A ambos lados, cuando ya estamos cerca del valle, aparecen el Carballal y la Madorra. La vegetación, exuberante. Llegamos a  Samos.

El río Sarria acaricia los muros del monasterio. El cenobio más antiguo de España. Más de mil quinientos años.  Canta un mirlo entre la frondosidad del bosque. Tengo una duda. ¿Quiere enamorar con sus trinos a la dama de luz de luna?  Echo mano de la guía:

-         “Los monjes llevaban aquí ya más de trescientos años cuando se descubrieron los restos del hijo del Zebeo”.

-         -¡Ah!

-         “… Cerrado por todas parte el horizonte, faltan objetos donde se disipe el espíritu”.

-         ¡Ah!

-         “Solo hacia el cielo tiene la vista desahogo”.

-         ¡Ah!

El viajero piensa en la mística del lugar. Todo aquí es sagrado. Los monjes en sus rezos; la abadía de siglos encierra su propia historia. Aquí se vertebró la historia de Europa. Eran tiempos de Edad Media.

 Las meigas del bosque en su devenir entre castaños, robles y quejigos, la suya. Sabe, el viajero,  que en las noches de luna, la dama de luz de luna llegará hasta el otro lado de la carretera por donde a estas horas de sol transitan muy pocos coches; de noche, ninguno. Y, entonces,  el bosque de enigma y embrujo se deja envolver por la niebla de los sueños.

Corre el río Sarria. El agua clara y prístina. Nadan unos patos bajo un puente de hierro con una baranda de forja  artística. ¿Serán nereidas míticas de tierra adentro? No lo sabe nadie…


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