Para ti...
domingo, 30 de junio de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La chispa
Deauville está a orillas del
mar en Nomandía. En Dauville sitúa Claude Lelouch el colegio donde acuden dos
niños, huérfanos de madre y padre, hijos de dos parejas diferentes y donde va a
surgir, junto al mar, la llama irresistible. Un hombre y una mujer sienten
dentro de sí un impulso que da giro a sus vidas. A eso les llaman, amor.
Anne (Anouk Aimée) es una joven
viuda relacionada con el mundo del cine. Su marido, especialista en acciones de
riego, muere durante un rodaje. Jean Louis (Jean Louis Trintignant), un piloto
de coches de carreras. Un accidente gravísimo - 24 horas de Le Mans -le da pocas opciones de
seguir con vida. Su mujer, muy enamorada,
no resiste la situación. Se suicida.
Los niños –antes, las imágenes
de las costas normandas, excepcionales – juguetean por la playa; un hombre
mayor pasea con un perro; el aire fuerte azota la cabellera, a media cara, de ella… La pareja pasea durante la salida semanal en la que se encuentran
cuando sacan a sus hijos del internado.
Surge el amor. Él busca los
encuentros. Acude a su casa en París. Montmartre 15 -40. La negación de la
portera a abrir, le agudiza el ingenio: “Policía”, dice al megáfono. Para dar crédito a sí mismo se sube el cuello
del abrigo…
Claude Lelouch, un gran
fotógrafo maneja de manera excepcional los fotogramas: color, blanco y negro o
sepia. Los pide, en cada momento el climax y la situación. La película llega a
un punto que parece sin retorno. En una escena íntima, ella frena la situación.
“Mi marido…”, dice con voz entrecortada,
entre el remordimiento y la negación. Pero, “¿no me dijiste, pregunta él, que
había muerto?” “Sí, pero en mí, vive…” Magistral la escena, ella en ropa
interior negra, - un cigarrillo en la mano – abandona el lecho por un lado; él,
se abrocha el último botón de la camisa, por el otro…
Ruptura. Ella toma el tren. Él
conduce, desaforadamente, durante toda la noche. Reencuentro en la estación. La
cara de sorpresa ante lo que ve lo dice todo.
Al final de la película, las mujeres se enamoran de Jean Louis
Trintignant; los hombres, de Anouk Aimée. Los amantes del cine – Palma de Oro
de Cannes y Oscar a la mejor película extranjera – de Un homme
et une femme.
jueves, 27 de junio de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Destinos
En Iowa llueve torrencialmente
algunos días del verano. Iowa, en el Medio Oeste de los Estados Unidos de
Norteamérica, tiene un clima continental húmedo en verano. Los inviernos son
muy fríos. El autor de la novela, Robert James Waller, nació allí. Conocía
perfectamente el paisaje –; profesor universitario y fotógrafo.
Francesca (Meryl Streep), de
origen italiano está casada con un ganadero de la zona. El hombre con sus hijos
acude a la feria de ganado del condado. Se ausentan durante cuatro días. Por allí aparece un fotógrafo. Robert Kincaid (Clint Eastwood) hace un
reportaje para National Geographic sobre los puentes cubiertos…
Nace una historia de amor. Ella
entregada, en la soledad de su dedicación, a su marido y a sus hijos, ve cómo
llama a su puerta la ilusión. Es la oportunidad que nunca tuvo. Es la felicidad
que siempre va a la casa de los otros pero nunca a la nuestra. Ella, mujer de
tez blanca, con cabello castaño que vira más al moreno que a rubio, recobra una
belleza marchita que estaba adormecida.
Los hijos, muchos años después,
abren un baúl de recuerdos. Tienen acceso a las intimidades de su madre. ¿Hay
muchos baúles con secretos que nadie sabrá porque ellas prefirieron la
dedicación a la familia y sacrificar la oportunidad ante la felicidad por el miedo al escándalo en
la ciudad pequeña y puritana donde
muchas cosas se saben?
El final, uno de los mejores de
la historia del cine – dicen los críticos – muestra una fuerza arrolladora. Llueve
torrencialmente. En la cara de ella, bajo unos ojos preciosos, un rictus de arrugas; en la de él, curtida – 'quien no tenga canas o arrugas que no llame a la puerta' – el dolor de una
decisión. Están empapados por fuera; lloran ante lo imposible por dentro.
Habla el silencio. Se hacen
añicos los sueños. Las miradas tienen más poder que las palabras. “Por un
momento – deja escrito ella – no sabía
dónde me encontraba”, piensa que no la quería, que le era fácil alejarse…
El destino de una persona es la suma de las decisiones que toma en su vida… La
música de Lennie Niehaus aporta, si falta algo, la pincelada genial. Pongamos que
hablo de Los Puentes de Madison…
martes, 25 de junio de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Zhivago
Borís Pasternak nació en Moscú a
finales del siglo XIX y murió en sus cercanías, Peredélkino, en la segunda
mitad del XX. Poeta y novelista ruso, publicó la novela El Doctor Zhivag. Recibió el
Premio Nobel de Literatura en 1958. Se vio obligado a renunciar a él por las
presiones, entonces, del sistema soviético. La novela se conoció en Rusia en
1988 como consecuencia de la Perestroika. Su autor ya llevaba muchos años,
muerto.
La novela recoge la vida de un
médico, huérfano desde la niñez y educado por la burguesía rusa. Se casa con
Tonia, hija de la familia que lo acoge y, luego, lo educa
y cría. El amor de Zhivago por Tonia se verá cambiado por la aparición
de la Lara, o sea, por el amor total que llena la vida del hombre que entre la
medicina y la literatura desarrolla su vida.
La obra transcurre durante los
períodos de la Primera Guerra Mundial, la Revolución rusa y la Guerra Civil.
Los avatares contrapuestos de los momentos políticos hacen que el hilo
conductor sea la supervivencia del amor entre un hombre y una mujer sobre los acontecimientos.
Omar Sharif, Julie Cristie y Geraldine Chaplin, los protagonistas. La película se rodó, entre
otros lugares, en Soria, en el Campo de Gómara, San Leonardo de Yagüe, en las cercanías del
Burgo de Osma, estación de Delicias y exteriores en Madrid…
Al margen
de la trama política en la película se trasmite
un mensaje subliminal. Zhivago es un excelente poeta pero su vida de calidad
literaria llega a la consagración total cuando Lara aparece en su vida. Hay dos
escenas impresionantes: Zhivago se reencuentra con Lara, bibliotecaria perdida
en un pueblecito de la estepa. Dicen que tienen que romper con todo aquello,
Lara dice que sí; sus ojos, que no… Los
lobos aúllan en la noche. Zhivago escribe y escribe y escribe…
Lara es la musa – parece que en
la vida de Pasternak lo fue Olga Ivinskaia,
divorciada, veinte y tres años más joven que él – que hace de Zhivago el poeta
admirado y pletórico, grande y admirado como uno de los mitos en la literatura
de su país. Ruptura, separación, dolor. El destino tiene cosas así. Desde un tranvía, muchos años después, cree descubrir a Lara que camina por una calle
de Moscú. Se apea, la sigue; no la alcanza, Zhivago...
domingo, 23 de junio de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La leyenda del beso
El muchacho desde su ventana
veía, a caballo, sobre el horizonte, tres sucesiones de montañas. La primera
gris y caliza. Con la reverberación de la luz del verano, a ciertas horas, parecía
blanca; la segunda, una corriente de olas que al amanecer entre la bruma,
tomaban un aspecto enigmático y embrujado. La
tercera, de tierra pizarrosa, salpicada de almendros y olivos.
El muchacho, daba sueltas a su
imaginación y veía figuras en las cordilleras de nubes que, en ocasiones, y según
soplase viento de levante o de poniente cabalgaban sobre las montañas. Tomaban formas de seres mitológicos que solo
tenían realidad en la fantasía de su mente.
Algunas veces, en las tardes de
verano, las nubes se tornaban negras. Era el preludio de alguna tormenta. Antes, durante largo rato apretaba el calor y el aire se hacía
irrespirable y plúmbeo. Algunas veces, las nubes, como por arte de magia, se
disolvían; otras, si descargaban en la lejanía, el aire se hacía más fresco y
liviano.
La casa, a ciertas horas, estaba más vacía. A la casa le faltaba la
esencia de la vida y él, el muchacho, la suplía con los recuerdos. Se agolpaban.
Venían en tropel. Él, algunas veces, no sabía dónde colocar lo que era
fantasía, anhelos, deseos o la realidad
cruda que imperaba en su existencia.
Recordó aquel día de despedida.
Bullicio en la estación. La gente se apresuraba a subir al tren que estacionado en una de las vías principales
se aprestaba a salir. Era un tren de madera; la máquina, de vapor. El subió.
Buscó su asiento. Bajó la ventanilla y alargó su brazo para tocar las yemas de
los dedos de ella:
-
Yo te llevaría, dijo, ella… y el tren arrancó.
Él no escuchó con el ruido el final de la frase.
Entonces, él gritó: Pues yo te llevaría a contemplar el atardecer de Sines –
la tierra de Vasco de Gama – en Portugal y ver cómo se hunde el sol en el
Atlántico y declina el día y cuando el
sol, tapado por esa bruma que siempre lo
envuelve en el ocaso, se escondiese en el mar, entonces te daría el beso más
bonito que te hayan dado nunca y sería un beso de leyenda, de crepúsculo y amor…
El ruido del tren, al arrancar,
perdió los mensajes en el aire impregnados en el humo de la estación…
viernes, 21 de junio de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Santa Cristina de Riba de Sil
De Doade a Castro Caldelas –
entre las sierras de San Mamede y Queixa -
la carretera es estrecha. Desciende. Cruza el Sil en su punto más bajo
entre viñedos abancalados que, luego, trepan por la ladera casi desde la tierra
al cielo. El agua del río, oscura, misteriosa. En Castro Caldelas – con un
castillo testimonio de otros tiempos y una fuente de agua muy fría, mejora la
carretera. Luego, un poco más adelante, se gira a la derecha. Lleva a Parada de
Sil y a los Bacones de Madrid.
Dicen que allí, mejor, desde
allí se descolgaban para decir el último adiós al emigrante que buscaba el
mundo más allá de aquellos parajes donde la vida pide mucho y da poco. Todo es
una lucha constante contra la adversidad.
A Santa Cristina de Ribas de
Sil - el desvío, otro más, está en
Parada – se llega por una carretera estrecha, tortuosa y muy peligrosa. No
tiene arcenes ni quitamiedos. Han echado gravilla suelta por la calzada. En la
curva pronunciada del Mirador de Cividá derrapa un poco el coche.
-
“¡Cuidado!, puede hacer un trompo”.
Desde la ermita de San Antonio
hasta el monasterio, el paisaje, sobrecogedor. Bosque espeso de castaños. No
hay ningún ‘pelaero’ que hable de otros habitantes que hurguen en esta espesura.
Todo tiene encanto, embrujo, un pellizco
interior que no deja que se escapen los suspiros, un ¡ay! contenido, asombro,
admiración…
Santa Cristina – en el corazón
de la Ribeira Sacra - era monasterio ya por el ochocientos; en el siglo XII
pasa de depender de los benedictinos de San Esteban. Ahí comenzó su declive, en
el XVI se reconstruye el claustro; en el XIX, la desamortización de Mendizábal
firma su final…
Sigue el castañar milenario de
Merilán en la ladera del monte Varona; abajo, en la profundidad oscura e ignota,
el Sil. En medio, el bosque. Todo es
tupido, oscuro, impenetrable. El viajero entra en el templo, frío, abandonado. Una
congoja interior se sube a la garganta. No sabe si siente que entre las hojas
corren aires de gregoriano benedictino o son las meigas que se burlan de los
osados – como él soñador empedernido - que se atreven a bajar a estos parajes a
donde no llega casi nadie…
jueves, 20 de junio de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. En Samos
Escribo a esa hora en que el
sol aún dice que aún no es mediodía.
Arriba, en el puerto, repostamos. Desde Piedrafita del Cebrerio he bajado por
una carretera tortuosa y estrecha.
Cuando coroné el puerto, Marilina me había pedido que me acordase de
ella, la recordé.
Marilina es una persona entrañable,
con una sensibilidad enorme y a quien yo debo su colaboración con fotos
extraordinarias para mis artículos. Es una pena que hoy no estuviese en el
camino con nosotros. Todo es de una belleza excepcional.
Se lo comento a mis compañeros
de viaje. Un hormigueo de peregrinos
orilla la carretera. A ambos lados, cuando ya estamos cerca del valle, aparecen
el Carballal y la Madorra. La vegetación, exuberante. Llegamos a Samos.
El río Sarria acaricia los
muros del monasterio. El cenobio más antiguo de España. Más de mil quinientos
años. Canta un mirlo entre la
frondosidad del bosque. Tengo una duda. ¿Quiere enamorar con sus trinos a la
dama de luz de luna? Echo mano de la
guía:
-
“Los monjes llevaban aquí ya más de trescientos
años cuando se descubrieron los restos del hijo del Zebeo”.
-
-¡Ah!
-
“… Cerrado por todas parte el horizonte, faltan
objetos donde se disipe el espíritu”.
-
¡Ah!
-
“Solo hacia el cielo tiene la vista desahogo”.
-
¡Ah!
El viajero piensa en la mística
del lugar. Todo aquí es sagrado. Los monjes en sus rezos; la abadía de siglos
encierra su propia historia. Aquí se vertebró la historia de Europa. Eran
tiempos de Edad Media.
Las meigas del bosque en su devenir entre castaños,
robles y quejigos, la suya. Sabe, el viajero, que en las noches de luna, la dama de luz de
luna llegará hasta el otro lado de la carretera por donde a estas horas de sol transitan
muy pocos coches; de noche, ninguno. Y, entonces, el bosque de enigma y embrujo se deja envolver
por la niebla de los sueños.
Corre el río Sarria. El agua
clara y prístina. Nadan unos patos bajo un puente de hierro con una baranda de
forja artística. ¿Serán nereidas míticas
de tierra adentro? No lo sabe nadie…
miércoles, 19 de junio de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Luchas de tribus
Las subtribus catalanas le han
dicho de todo menos guapa – podría rozar la ofensa - a su alcaldesa cuando cruzaba la plaza de San Jaime camino del palacio antes de tomar posesión de su cargo. La rivalidad data de
viejo. No se perdonan que, entre ellos, una sobresalga de las demás.
Esto de la política y de los
pactos es un puro cachondeo. En Melilla el que pierde el sillón piropea a quien
se lo usurpa. No le mordió por poco. En otros lugares de este país antes
llamado España ha ocurrido casi lo mismo. Nunca pensé en la riqueza de
vocabulario tan generosa para ‘ensalzar’ al rival.
Los de unos no quieren a los
otros; los de los otros, no se quieren entre sí. Todo es cuestión de más bocas
que meriendas, más ambición que generosidad, más deseo de sillones que lugares
para dejar descansar las posaderas. ¿Coches oficiales? A lo mejor con un buen sueldo hasta se puede
perdonar casi todo.
Para distinguirlos solo hay que
mirarles el morro. Unos los tienen más grande que los otros. El problema es que
como no tenemos metro a mano para medirlo hay que fijarse en el ojo de buen
cubero. La posibilidad de error es mínima.
En el fondo de todos estos
conflictos tribales siempre hay dos cosas que sobrasalen. El miedo a perder los
privilegios y el deseo de alcanzarlos. En medio el temor a llegar tarde y que
de la tarta solo queden los ‘ataeros’ del envoltorio en que lo ofrecieron al
público.
Un amigo residente en Cataluña
me cuenta y no acaba: Tartessos, era Tortosa, la bandera estadounidense era
catalana, la conquista de América fue obra de Cataluña pero allí no se habla
catalán porque los malos españoles lo borraron, el Cid vino a Castilla, tierra
de analfabetos, y les enseño a escribir… ¿Sigo? Roma entró en la Península
Ibérica por Barcelona que era el punto más cercano…
Los que escriben en los
periódicos dicen que todo es un ajuste de cuentas. Las navajas de Albacete no
corren el riesgo de oxidarse si la cosa sigue así. Don Miguel de Unamuno lo
dijo claro: “¡País, paisaje, paisanaje!”.
martes, 18 de junio de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Berceo
Me acerco al anaquel. Echo mano
a una edición de 2011 de los Milagros de
Nuestra Señora, Biblioteca Clásica de la Real Academia Española. Me lo regaló
mi primo Andrés. Lo compramos - pagó él - en una librería de la calle Portales de
Logroño, en un viaje anterior cuando
anduvimos – él más que yo – por La Rioja buscando la raíces del Solar de
Tejada…
“Yo, maestro Gonçalo de Verceo nomnado / Yendo en romería caecí en un prado. / Verde e bien sencido, de flores bien poblado, / Logar
cobdiciauduero pora omne cansado”.
Nació Gonzalo de Berceo en un
lugar cercano a San Millán de la Cogolla, o monasterio de Suso que para el caso
es lo mismo, en el siglo XIII, al pie de la Sierra de la Demanda; por el valle
corre el río Cárdenas…
Gonzalo, monje en el
monasterio, no es el primer poeta, como dicen erróneamente de la Lengua
Castellana. Antes estuvieron el Cantar de
Mío Cid y el Auto de los Reyes Magos. Él es del siglo XIII.
Su obra cumbre, Milagros de Nuestra Señora, fue de lo
primero de lo que teníamos noticias cuando se estudiaba aquello que se llamaba
Literatura. Era cuarto del Bachillerato de entonces. Nosotros pipiolos con
ganas de aprender. Algunas cosas venían un poco largas; lo del castellano
antiguo, más.
El viajero ha vuelto a Berceo y
a San Millán de la Cogolla. Ha recorrido las dependencias y los lugares del
monasterio emblemáticos de muchas cosas, entre otras, de esos tesoros de las
lenguas –Crónicas Emilianenses, que
no tienen nada que ver con Berceo – castellana y vascas. Los incunables no
están allí. Dicen, que en la Academia de la Historia…
Por Berceo – el pueblo cercano
al monasterio – ha recordado una de las visitas anteriores. Iba, entonces, con
mi amigo Fernando Espíldora. Las ventanas estaban ahítas de geranios rojos. En
este viaje ya no está mi amigo Fernando, ni las ventanas tienen geranios…
Reemprende viaje. Vuelve a
echar mano del poeta y recuerda: “Quiero fer una prosa / en roman paladino, /
en el cual suele el pueblo / fablar a so
vencino. / Ca no so tan letrado / por fer otro latino, / bien valdrá como creo,
/ un vaso de bon vino”. Eso.
lunes, 17 de junio de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Diosa de luz de luna
Me acerqué a ti. Mejor, te
buscaba en la neblina de la duda. En la
curiosidad de adentrarme en lo vedado. Todo era anhelo y miedo a lo desconocido. Todo era aventura
del que camina y baja por un sendero por que no había ido nunca y ahora se ofrecía, el camino, como una oferta irrenunciable. Todo era misterio
y embrujo. Era aliento contenido, impaciencia y espera y, en la espera, averiguar que podrá haber detrás de la última
revuelta…
Bajé al desfiladero del diablo por
un camino tortuoso, estrecho, umbroso. El
desfiladero del diablo está donde solo llegan los osados que se adentran en los
caminos por los que no transita casi nadie. ¿Cuántos hombres antes habrían
hecho el mismo camino? En el borde del desfiladero está el balconcillo, el
balconcillo, también del diablo, rodeado
de un bosque de castaños… Al fondo, muy al fondo, el río oscuro y profundo. El río
que llama, atrae y ahoga ¿Qué se encierran en esas aguas que, en la distancia se despeñan y, luego,
parecen quietas?
En las noches de luna, la luz
entra. Se abre paso entre las ramas de los árboles, juega y se esconde entre
los castaños que aguardan una brisa que viene de otro aliento y se llega hasta
un terreno suave y resbaladizo. Es un terreno ignoto. Todo es misterio. Todo es
un palpitar inquieto.
El río viene de otras montañas,
dice el refrán, que él lleva el agua; el otro, el otro río, el importante, la fama. En un lugar deciden que
allí es donde tiene que estar la fusión.
Sin testigos, sin nadie que los vea, y
luego, lo cuente, sin nadie que rompa el silencio de magias que suben con las
brumas y se disipan como en esta alta madrugada cuando otra vez más, la luna, la luz de la luna agrande las sombras…
Esta noche la diosa de
misterio, bañada de luz de luna expondrán
su cuerpo desnudo a los rayos tibios que se abren paso entre brezos, helechos, tojos
y retamas; madroños y alcornoques. Su cuerpo entonces tomará el olor de la
mejorana, la jara y la lavanda y sabrá a moras y arándanos… Pongamos que hablo
de la Ribeira Sacra.
domingo, 16 de junio de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Torija, donde dicen que comienza la Alcarria
Cela salió de Madrid en un tren
tempranero. Emprendía un viaje por la Alcarria. Madrid se despertaba, cuenta,
con gatos cimarrones que hurgaban en los cubos de la basura, gente que iba y
venía, carros ruidosos por las calles…
Cela, que tenía mal humor, soportó
las preguntas que la gente le hacía y se interesaba por si iba a Zaragoza. Cela
comenzó el Viaje a la Alcarria en Torija que es donde dicen que de verdad
comienza la región de la miel y la tierra dura de Guadalajara.
Este viajero que iba en compañía
de otros viajeros llegó a Torija cuando había pasado ya el mediodía. En
principio iba para Hita pero en Tórtas de Henares donde no encontró donde comer
dio sobre sus pasos y se llegó hasta Torija.
No había mujeres en el
lavadero, ni carros para transitar los caminos ni… Los trigos para la siega; corcojas, en la
llanura. Comió en un mesón excelente. Tenían de todo y bueno. En la puerta un
letrero anunciaba: Asador Pocholo. Cuando a uno le dan bien de comer, le cobran
lo que es preciso y le tratan con corrección, lo reconoce públicamente por si a
otros viajeros puede servirle.
De Torija le llamó la atención
la limpieza, la pulcritud del pueblo, el frío que hacía y cómo sobresalía en un
cielo con cirros estirados – lo que hablaba de la temperatura en las altas
capas de la atmósfera – la torre del homenaje del castillo.
Se documenta y sabe que desde
mucho tiempo atrás el hombre pobló este valle y que, luego, los Mendoza lo levantaron y que por mor de las guerras y
esas cosas en el castillo de Torija se hicieron fuerte los navarros que habían
venido a Castilla a luchar contra Juan II que a su vez era primo del rey de
ellos, Juan II de Navarra. Aquí tuvieron acogida, parada y fonda, Carlos V,
Felipe II, Juan Martín “el Empecinado’, Enrique Líster o Hans Kahle, jefes de
la brigadas cuando lo de la batalla de Guadalajara…
El viajero emprendió viaje. El sol
declinaba sobre la Alcarria. Por la N-II, que es autovía, los coches iban
raudos, veloces. Cortaban el viento. Vio al otro lado de la carretera el Hostal
‘La Liébana’ donde pernoctó una noche de hace muchos años…
miércoles, 5 de junio de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Dolor interior
El entierro de José Antonio
Reyes ha supuesto un punto de inflexión para hacer algunas reflexiones. Ha quedado claro que somos el país que mejor
organiza algunos entierros. Las imágenes, elocuentes, exponían más de que lo
que a simple vista podía verse. Unos días antes un Guardia Civil muerto en acto
de servicio, en el Campo de Gibraltar,
no tuvo la misma cobertura… Bueno, ustedes me entienden.
El Director General de Tráfico
ha dicho que en España conducir a más de doscientos kilómetros por hora es un
delito. Los delitos conducen a la cárcel. En este caso quizá a un sitio aún
peor, al cementerio. De allí se vuelve; del segundo, no.
Cañizares también ha dejado
clara una cosa. No se puede homenajear a alguien que no ha respetado su vida.
Además se ha llevado por delante otra, y un tercero se las anda en ese momento en que puede pasar cualquier cosa en una
Unidad de Cuidado Intensivos. A Cañizares casi lo han crucificado por las
declaraciones.
Hay otra lectura. Este hombre formado en el
Sevilla, a donde regresó después de un periplo por otras tierras, ya no era jugador
del Sevilla como tampoco lo era del
Arsenal, Real Madrid, At. de Madrid,
Benfica, un equipo chino de nombre muy raro o Córdoba. Era, cuando ha
ido al encuentro con la muerte, jugador de un modesto equipo de Segunda
División: el Extremadura. Y me pregunto, ¿esas plañideras de los panegíricos por
qué no le han dado al Extremadura la consideración merecida?
Yo lo vi jugar en el último
partido en que su equipo entonces, el
Sevilla, lo alineó antes de traspasarlo al fútbol inglés. Era un jugador
excepcional. Pudo ser una figura equiparable en talla artística a Maradona. Le
perdió el vivir pasado de revoluciones.
La velocidad, dicen, que
embriaga. Siempre se quiere más y más... Achacar a fallos mecánicos los accidentes
puede ser una verdad. A veces, la culpa
no está en la máquina sino en el hombre que la lleva. Ese hombre, hábil como
muy pocos en el regate, no pudo hacer el último que era el más importante. No sabremos
nunca si ya con anterioridad había hecho muchos regates y le habían salido
bien… Descanse en paz.
martes, 4 de junio de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La plaza
Dice el periódico que se han
cumplido treinta años de la matanza de
la Plaza de Tiananmen. El ejército del pueblo disparó de manera indiscriminada
contra el pueblo. El ejército rojo, que vestía de color caqui, tiñó del color
de la sangre, o sea de rojo, el asfalto de una plaza grandiosa…
Cuando yo comencé a ir a la
escuela hacia poco más de treinta años de la Guerra de África. El ejercito ‘libertador’ del Riff disparó contra el
ejército opresor que venía del otro lado del mar, o sea de la Península – de una parte de la
Península, llamada España – que estaba allí mandado por otros.
Parece que en ambos
acontecimientos tan lejanos en el espacio
-China, por supuesto, bastante más – y en el tiempo, eso que el beatle
dijo que era lo que pasabas mientras nosotros hacías proyectos, lo que
subyacía era una corrupción enorme en
los imperios que mandaban. Los demás a obedecer sin rechistar.
China donde el comunismo fue la
tabla de salvación, para unos más que para otros, ha irrumpido desde entonces
en el mundo capitalista con una fuerza enorme. Se ha convertido en la segunda
potencia mundial. Pulsea a otras economías y su desarrollismo es de tal
magnitud que las cifras asombran.
El Riff, integrado en
Marruecos, sigue casi tan pobre y mísero como entonces y, al parecer, los que
han dirigido al país no han dado con la tecla para levantar el vuelo, al menos
con la fuerza como lo han levantado en otros lugares.
Chefchaouen que es una de las
ciudades más enigmáticas y embrujadas de toda aquella tierra recuerda momentos
del enfrentamiento. Sueñan con recuperar sus casas de Granada y de la
Alpujarra. A mí me enseñaron lo que decían que era la llave de su casa,
abandonada, en la huida…
Vivir de esos recuerdos no aporta
nada para el desarrollo de los pueblos. En este caso parece que con más certeza
de opresión que de libertad y que anhelan una vida mejor a la que les ha tocado
vivir. Recordar dos tragedias de esa magnitud puede aportar un poco de refresco
a la memoria y a la conciencia para saber que con muertes no se consigue nada…
Ahora los tanques se cambian
por horas de televisión, telenovelas, comida basura y héroes con pies de barro idolatrados. En fin…
lunes, 3 de junio de 2019
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Enigmas
En el diluvio no dice que pasó con
anterioridad. ¿El tiempo se puso de agua? ¿De dónde venían las nubes? En el
cuarenta y uno, después de la polvareda de tanta brusca y ventisca, porque es
de suponer que, a ratos, llovería de manera revuelta, lo que está claro es que,
al menos, barro habría en los caminos, ¿o no?
Los cuarenta años perdidos con
tanto calor como hace en los desiertos debió ser algo así como ver un partido
en La Rosaleda con Muñiz en el banquillo: una agonía que no se acaba nunca. Y
me pregunto yo, ¿no había ninguna mala señal que les indicase donde estaba la
punta de todo aquello?
Lo de la Resurrección es algo
serio. Muy serio. Si todo se hubiese acabado aquella tarde en que la injusticia
se hizo patente sobre el Golgota… A mí de todo eso lo que más me gusta es lo
que viene después. Tarde de primavera, los desencantados que regresan y el
caminante que se acerca… El final, precioso: quédate con nosotros que anochece
y… ¿Por qué se esconde tanto la Luz?
Después de la Creación, dice,
que descansó. Lo que extraña es que no saliese corriendo después de ver todo lo
que había hecho. Tampoco dice que hizo la víspera de todo aquello. Me imagino
que como no tendría permiso municipal ni
de Medio Ambiente y todas esas cosas, lo arregló todo a su aire. Quizá por eso
le salió tan maravilloso.
Hay otra duda. Yo siempre me lo
he preguntado pero no encuentro la respuesta. Dicen que en el último día, el
del Juicio Final, pondrá a un lado, los buenos; al otro, los malos… y digo yo,
¿qué tendrá programado para por la tarde?
En tiempos de la Inquisición,
acusándome de irreverente como muy poco, ya estarían apilando leña para quemarme en la
plaza del pueblo. No hay ni irreverencia ni nada pernicioso en todo esto. Solo enigmas sin respuestas. Me
sumerjo en los versos de San Juan de la Cruz. “Mil gracias derramando pasó por
estos sotos con presura / y yéndolos mirando, prendados los dejó de su
hermosura”. Amén.
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