El fin de semana ha sido trepidante. Cada cinco
minutos ha aterrizado o ha salido avión del aeropuerto de Málaga. Hablan de
haber superado cifras de otros veranos. A eso se le llama ‘record’. Cuatrocientos
y pico – con un pico largo – de vuelos y cercano a los ochenta mil pasajeros
que tampoco es cuestión de ponerse a contar maletas.
Casi a pie de pista, o sea, hasta donde dejan que se
acerquen los becarios o los sustitutos de los suplentes, preguntan y preguntan
a quienes llegan. Ni son muy originales en saber a qué vienen, ni las
respuestas. ¿Qué no las adivinan? Pues es como para quedarse temblando.
Viene a tomar el sol, a descansar, a reencontrarse
con lo que ya conocen de otros años, y a disfrutar del vino y de la gastronomía.
Hablan de pescaítos fritos: chanquetes – oiga, que son inmaduros y están
prohibidos, ¿qué? - espetos, vitorianos,
coquinas y mariscos…
Llegan a las costas y buscan la ‘salada claridad’ del agua del
Mediterráneo o del Atlántico que son
nuestros mares y las brisas que ponen los cuerpos con ese color moreno que se
perderá, poco a poco, cuando llegue septiembre, y el Dúo Dinámico, de nuevo, en
la nostalgia, cante aquello que nos ponía el alma melosa: “el final del verano
llegó y tú..”
Por cierto, cuando se habla de melosos seguro que
han venido chicas de ojos color de miel, y otras con los ojos de moscatel, como
son las uvas de las viñas que crecen en las tierras quebradas de la Axarquía, y
otras de ojos negros como una noche de embrujo, y otras, con esos “ojos claros,
serenos…”
¡Miren que son bonitas las niñas con esos ojos! y
van, y en el barrullo de aeropuerto que anuncian la llegada del vuelo
procedente de… entrevistan a un tío gordo, calvo y viejo…! Lo dicho. Eso de
sustituir al suplente tiene estas cosas…
Es verano; tiene su encanto. Yo - al igual me dicen que soy un tipo un tanto
raro - lo cambio por el encanto de las mujeres con biznaga de jazmines en el
pelo, recogido y lacio, y, si además, tienen los ojos color de miel…
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