«Persona de gran talento, de gran
cultura, de una energía extraordinaria, que ha pervertido a su marido y a sus
hijos; muy persuasiva y de las personas más peligrosas de España. Es sin duda
una de las raíces más robustas de la revolución».
Así la definió el Comité de Información
del franquismo. Obligada a huir del Espinar a Segovia. Desde Burgos - zona nacional,
obviamente - piden información del
matrimonio que forma con Ramón Menéndez Pidal.
Los tienen en el punto de mira:
“interesa que sean vigilados de un modo discreto”. No quedan ahí. Quieren más:
“así como las amistades que operan en
torno a la familia”. Y, por si fuese poco: “en caso de que convenga le sea
intervenida la correspondencia”.
El informe que emiten de don Ramón –
Presidente de la Academia de la Lengua -, demoledor: “esencialmente bueno,
débil de carácter, totalmente dominado por su mujer”. Le reconocen, menos mal:
“persona de gran cultura”. Algo bueno debía tener.
María Goyri y Goyri nació en la
segunda mitad del siglo XIX. Investigadora en el campo de la literatura
española; filóloga. De niña fue a un gimnasio. Luego, obtuvo el título de
Comercio e Institutriz. Militó en la vanguardia de la defensa de los derechos
de la mujer.
Con 16 años comienza a estudiar
Filosofía y Letras. Se le concede con la condición de “no permanecer en los
pasillos, entrar en el aula junto al catedrático y no sentarse junto a sus compañeros
sino en una silla al lado del profesor”. Licenciada en 1896; Doctora, en 1909
Morena de pelo negro y lacio. Ojos
grandes; mirar profundo y sereno; frente despejada; labios apretados y poco
carnosos; barbilla y mentón robusto; cejas pobladas y algo encorvadas. Mujer de
estatura media y no muy entrada en carnes; erguida al caminar…
En el viaje de novios, en 1900, en El
Burgo de Osma, la mujer que hace la cama canta el romance del “Conde Sol”. María pega el oído. La
asistenta le dice que conoce, además otros, le canta “Romance de la muerte del Príncipe don Juan”. María enhebra e
investiga con su marido, don Ramón Menéndez Pidal. Son las bases para llegar al
fondo del “Cantar de Mio Cid”.
Profesora en la Residencia de
Señoritas, implicada en la Institución Libre de Enseñanza. La guerra los
sorprende en la sierra de Segovia. Después, la purga política la aparta de la
docencia. Se dedica a la investigación del Romancero. Muere en 1954. Una, de
las nuestras.
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