miércoles, 31 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Colliure

El viajero pasó lo que antes era la frontera con Francia en los Pirineos Orientales por La Junquera. Todavía el sol no estaba muy alto. De allí se llegó hasta Le Boulou;  giró a la derecha, cruzó tierras de labor. Buscó el mar.

Se circula despacio. Todo está lleno. Es agosto; vacaciones. Hace un sol que achicharra. Es difícil encontrar aparcamiento. La gente va y viene. Es un río que no desemboca en el mar, casi todos se quedan en la orilla. Caminan; llenan las terrazas; no hay sitio todo,  completo.

En el cielo se recorta el castillo testigo de otro tiempo. El viajero llegó hasta Collioure a eso de media mañana. Nostálgico y emotivo. En un puesto callejero de flores, compra un adocena de rosas rojas. Las deja sobre el granito que cubre a don Antonio. El viajero se acuerda de la gente que quiere.

Recuerda otras visitas. La de la vez anterior era febrero. Entonces, hacía frío. No había nadie. En aquella ocasión dejó un ramillete de flores de almendros. Las había cogido en Figueras. Todavía existían las fronteras. Los aduaneros no repararon, en aquella ocasión, en la mercancía que entraba ‘ilegal’ en Francia.

El cielo está limpio; el mar, de azul rabioso. Les toits de Colliure, Matisse lo llevó al lienzo a principios del siglo XX. Era el nacimiento del fauvismo o la fiereza  y la fuerza del color. Tampoco tuvieron que esforzarse mucho los posimpresionistas; se les venía a la mano.

Un puñado de veleros juegan al escondite con olas. Son olas pequeñas, de nácar. ¿Dónde están las sirenas cuando comienza a cambiar la luz y dice que llega la tarde? Hay gente que se baña entre las rocas. Las rocas le dicen al mar que ¡hasta aquí hemos llegado! El agua, limpia, transparente… Parece que es agua de otros mares.


Los viñedos se asoman al acantilado. Llegan hasta donde pueden hacerlo. Ni un paso más. El viajero musita por dentro las palabras de don Antonio “y cuando llegue el día del último viaje, / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar…” Y, sigue camino.

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martes, 30 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Pla

El viajero tomó temprano la autopista que conduce a la frontera con Francia. La autopista es de pago. La autopista es magnífica. Va cargada de tráfico. Es normal por la hora, por los lugares a los que permite acceder y porque para echar tierra fuera hay que tomar caminos adecuados.

La autopista permite que, por Figueras, se llegue a Rosas en al Ampurdán, uno de los lugares más soberbios de la configuración geográfica de la Costa Brava que por un momento deja de ser abrupta y se convierte en playa de arenas suaves y placenteras; a Cadaqués que vive del turismo y del genio de Dalí; a Ampurias que recibió el nombre de los griegos que se las anduvieron por aquí hace un montón de años.

El viajero no toma esos caminos que llevan al mar. Cambia de rumbo. Cruza el Pla, o lo que es lo mismo la llanura que circunda Girona. (Por cierto, en Girona preguntó a alguien por qué le dedican una calle a Álvarez de Castro y le dijeron que no sabía quién era).

La comarca está verde. Está el verano en todo su rigor pero la comarca está verde. Viene a decir que por aquí llueve, a modo de tormentas, o cómo se quiera, pero llueve. El viajero es un anhelante del agua y cuando ve cómo crece el verdor en las cunetas siente un placer interior de manera diferente.

En la rotonda de entrada se confunde. Le lleva a San Gregorio. Da vuelta atrás. Deja el coche junto al río Onyar que lleva sus aguas al Ter. Recuerda cuando don Juan Cazalla le hizo memorizar que los ríos más importantes del Mediterráneo español eran: Muga, Fluviá, Ter, Tordera, Foix, Franacolí, Llobregat…

Sube hasta la catedral. La escalera para llegar hasta allí, enorme. Han tenido a bien colocar rellanos en la mediación ¿para mitigar la subida? ¿Para que el viajero contemple la belleza que le rodea? Puede que para ambas cosas.


El cielo azul en lo alto, limpio; un dédalo de calles estrechas y tortuosas. La brisa suave agita las copas de los árboles y mueve la ropa - las banderas separatistas, también -  tendida en los balcones de los pisos altos… La catedral es lóbrega y oscura. El viajero pasea y mira y ve…

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lunes, 29 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Carta a Juani

Querido, queridísimo Juani - porque para todos nosotros tú eres Juani Rivas - te escribo entre el desasosiego y el desconcierto; entre ese no saber qué decirte ni qué ponerte, ni por dónde salir.

Verás. Me voy a los versos de Miguel y me acuerdo de todo lo de “en su pueblo y el mío”, y lo del hortelano, y lo de la tierra, y de ese dolor que para doler duele hasta el aliento y… Bueno, todo lo demás, pero no, Juani. No quiero refugiarme en Miguel.

Quiero irme al chaval – de grande, también - de sonrisa abierta en el vetusto Díaz-Lanzac. Fíjate, tan viejo que hasta nos lo derribaron… Y tú con tu adolescencia a flor de piel y aquellas mañanas de vóley en el patio con la red que bajo la batuta de Eugenio habíamos confeccionado en los pasillos porque la economía no daba para más…

Quiero irme al chaval despierto, listo, avispado… ¿Te acuerdas? La EGB de Villar Palasí calentita como pan en horno de pueblo. Yo con veintipocos años y la mili recién hecha y voy te pregunto, en uno de aquellos exámenes de evaluaciones: “¿Qué es la Compañía de Jesús?” Y tú vas y me respondes: “la mejor organización que existe después del Real Madrid”.

No lo he olvidado… Tú; tampoco. Lo hemos recordado muchas veces. Tú siempre me respondías con la sonrisa generosa y amplia. Tan amplia como el alma que encerrabas dentro a pesar de los palos que te daba  la vida.

Querido, queridísimo Juani, tú has sido de los grandes que he conocido. Ayer, en el cementerio, Tomás y Lucas, tus amigos y mis amigos, nuestros amigos, comentaban: siempre decimos cuando alguien se muere que se muere el mejor, pero es que en tu caso es verdad, Juani. Es que es verdad.

Oye, no hace falta recordártelo pero… Echa un cable a tu madre; a Águeda y a Antonio; a Pepi y al otro Antonio. Ya sabes a todos los tuyos y, ¿a los demás?, pues eso…


Dice el maestro Alcántara que hay que gente que se muere y gente que se nos muere. Sabes, de sobra, que encabezas la lista de los segundos. ¡Quién me iba a decir a mí que yo, precisamente, yo iba a escribir tu obituario…! Esta vida es la releche, amigo mío; querido, queridísimo amigo.

domingo, 28 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mañana de agosto.

El reloj del despertador - del móvil porque ahora la vida no es vida si no se lleva un móvil al alcance de la mano – sonó a esa hora en que el lubricán aparece por el cielo. Borra las estrellas y la luz que quiere ser luz es un blanquecino ilusionante.

La cosa empezó bien; muy bien. El reencuentro con Marilina, sin haberlo programado, en la Fuente de la Manía dice que los hados, o lo que sea, esta mañana también han madrugado. Están de nuestra parte. Conversación fluida, llena de jovialidad. Ella es así. Adelantamos a otros que van a lo mismo. Suben más despacio. Pasada la Fuente de la Higuera nos alcanza “El Monta”…

Ya hay gente, mucha gente en la explanada del Santuario. Es casi de día; mas de ‘casi’ que ‘más’ de día. Germán me explica la última actuación de su empresa en el interior del templo. Por cierto, no debe quedarse ahí. El Santuario merece la atención de la mano amiga a modo de  restauración en las pechinas, pinturas, frescos… Ya se sabe, hay donde gastar dinero.

Es de día cuando la Virgen sale por la puerta. La luz viene de Oriente; es plena. Otra Luz aparece, por la puerta, de pronto. Aplausos. Aumenta el gentío. Abrazos de los que se ven cada año, casi en el mismo sitio y con la misma intención. Solo la alegría del reencuentro ya lo merece todo.

La comitiva en marcha. Caballistas; gente; más gente que abre y cierra el cortejo. Todo va bien; todo lleva su ‘tempo’ y su ritmo. Es día claro y abierto. Se inicia la bajada. “Este año va más ligera”; “este año hay menos gente”; “este año hay más caballos”… Este año ya nos vuelve a faltar, en esa falta que todos entendemos, otra vez, gente que se nos fue…


Todo es un algo de esa pequeña vida donde nos buscamos a nosotros en los reencuentros. Todo, absolutamente todo, sigue su curso. Nunca encontramos la felicidad que se va por los sueños. La Virgen, un año, vuelve al pueblo.

sábado, 27 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: María Goyri

«Persona de gran talento, de gran cultura, de una energía extraordinaria, que ha pervertido a su marido y a sus hijos; muy persuasiva y de las personas más peligrosas de España. Es sin duda una de las raíces más robustas de la revolución».

Así la definió el Comité de Información del franquismo. Obligada a huir del Espinar a Segovia. Desde Burgos - zona nacional, obviamente -  piden información del matrimonio que forma con Ramón Menéndez Pidal.

Los tienen en el punto de mira: “interesa que sean vigilados de un modo discreto”. No quedan ahí. Quieren más: “así  como las amistades que operan en torno a la familia”. Y, por si fuese poco: “en caso de que convenga le sea intervenida la correspondencia”.

El informe que emiten de don Ramón – Presidente de la Academia de la Lengua -, demoledor: “esencialmente bueno, débil de carácter, totalmente dominado por su mujer”. Le reconocen, menos mal: “persona de gran cultura”. Algo bueno debía tener.

María Goyri y Goyri nació en la segunda mitad del siglo XIX. Investigadora en el campo de la literatura española; filóloga. De niña fue a un gimnasio. Luego, obtuvo el título de Comercio e Institutriz. Militó en la vanguardia de la defensa de los derechos de la mujer.

Con 16 años comienza a estudiar Filosofía y Letras. Se le concede con la condición de “no permanecer en los pasillos, entrar en el aula junto al catedrático y no sentarse junto a sus compañeros sino en una silla al lado del profesor”. Licenciada en 1896; Doctora, en 1909

Morena de pelo negro y lacio. Ojos grandes; mirar profundo y sereno; frente despejada; labios apretados y poco carnosos; barbilla y mentón robusto; cejas pobladas y algo encorvadas. Mujer de estatura media y no muy entrada en carnes; erguida al caminar…

En el viaje de novios, en 1900, en El Burgo de Osma, la mujer que hace la cama canta el romance del “Conde Sol”. María pega el oído. La asistenta le dice que conoce, además otros, le canta “Romance de la muerte del Príncipe don Juan”. María enhebra e investiga con su marido, don Ramón Menéndez Pidal. Son las bases para llegar al fondo del “Cantar de Mio Cid”.


Profesora en la Residencia de Señoritas, implicada en la Institución Libre de Enseñanza. La guerra los sorprende en la sierra de Segovia. Después, la purga política la aparta de la docencia. Se dedica a la investigación del Romancero. Muere en 1954. Una, de las nuestras.
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viernes, 26 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mañana viene...

Mañana; mañana viene. Será casi al alba. Como cada año gente a pie y caballistas irán por Ella hasta su santuario. Luego, caminar continuo y romero; cantos. Paradas intermitentes; renovación de hombros de  mujeres bajo los varales, porque las andas de la Virgen de Flores  la sostienen, como a tantas cosas en la vida,  las mujeres sobre sus hombros. Agosto dice que el verano ya da boqueadas de final.

Mañana; mañana viene. El sol apunta, al rayar el día, por los cerros de enfrente. O sea, por el Cerro de la Farola. Tierra de Lagares. El sol viene de Oriente pone sus rayos dorados sobre las campiñas de rastrojos lambidos por el ganado, sobre las huertas de verdor intenso, sobre el río, hilo de plata vieja que busca la mar.

No siempre fue así. La devoción sí; la traída no. Cambió de fecha, de días, de acondicionamiento. Mandaron siempre los tiempos. Solo dos cosas permanecieron inamovibles: la Virgen y el cariño de la gente.

Hace más de quinientos años que Álora le reza a la Virgen de Flores. Vino de la mano de gente de Encinasola,  casi en los confines de lo que por aquel entonces era Reino de Sevilla. El Múrtiga y, al otro lado, Portugal. Tierras de dehesas y encinares: “A orillas de la Ribera / está la Virgen de Flores…”

Tiempos de conquista y de guerra entre los hombres; tiempos de desencuentros y esa manera de solucionar los conflictos con la espada en la mano y la cruz en la otra. Los Reyes Católicos habían emprendido el final de la Guerra de Granada; finales del siglo XV...

En Álora la entronizan en una ermita pequeña, diminuta, primero; luego, en un santuario soberbio con vistas espléndidas sobre el río Guadalhorce que viene de lejos, que pregona poderío y rompe calizas. El río se rinde y deja tributo en el Mediterráneo entre meandros y tierras ricas en limos.


La Virgen de Flores permanecerá en el pueblo unos días, desde el último o penúltimo –según pida el calendario - domingo de agosto hasta el domingo inmediatamente posterior al ocho de septiembre. En romería, entre cantos, palmas y el calor propio de estío, los romeros la dejarán de nuevo, en su santuario. Un año más…; mañana, mañana viene.

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jueves, 25 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tierras de las Contiendas

“Estrellita marina que vas caminando al norte / dime si podré llegar a Encinasola esta noche…” No hay respuesta. El viajero antes anduvo por otras tierras. Llegó a Encinasola bajo un sol abrasador. Se despide la tarde; no hay estrellas, todavía, en el cielo...

Mourao está solitario. No hay nadie en la calle. No tiene a quien preguntar. Se detiene lo preciso para captar algunas fotografías. Desde Mourao va por campos solitarios. Pastos; dehesa, algo de ganado. Un buey pasta en un cerrado junto a una pared de piedra seca.

Cruzó parte de la Tierra de la Contienda.  Lugares de disputas. España y Portugal las tenían por suyas. Desencuentros de fronteras. Soluciones que dejan  más descontentos a unos que a otros; eran otros tiempos.

En Barrancos tiene una duda. No sabe si es una avanzadilla de la arquitectura de Huelva o si es que en Portugal gusta mucho la manera de ser de lo que fue ‘este’ lado. Tejados a dos aguas; puertas y ventanas de madera; homenaje al “presunto’ y al toro de lidia. Es el único pueblo luso donde el toro se mata en la plaza…

Pasó el Múrtiga… Se llegó hasta la ermita de Flores. Vio a la Virgen. Le rezó a su modo y manera. Le pidió un montón de cosas. No sabe si la Virgen esbozó una sonrisa para sus adentros pero él se con algo que ya sabía: “A orillas de la Ribera / está la Virgen de Flores…” El camino levantaba una nube de polvo reseco por el calor del verano.

Tiene cita con el folclore. Son las Segundas Jornadas. Las comparten con el pueblo vecino. Un coro de mujeres canta coplas del Alentejo; después, el protagonismo para Encinasola. “Por ti soy como el olivo / que en todo tiempo verdece; /  por tu amor estoy cautivo…”.   Previamente, en una conferencia, se ofrece una muestra del romance en la provincial de Huelva.


La cosa duró hasta  pasada, con creces, la media noche - la conferencia, no -.  la exhibición. Evocan la Nochebuena marocha. “Dice que no me quiere / ni me ha querido   / váyase lo comido / por lo servido…” La luna nueva se asomó como de tapadilla. Casi cantaban los gallos cuando el viajero llegaba al reencuentro confortador con el sueño…
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miércoles, 24 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Monsaraz

El viajero viene de recorrer los campos del Alentejo. Son campos de una paz enorme. No transita casi nadie. La dehesa de alcornoques y encinas se alterna con tierras de pastos. Es lugar de paso entre Extremadura, la de España y el mar de Portugal.

Pueblos pequeños; suelos empedrados con dibujos a modo de mosaicos, casas blancas ribeteadas de colores azulados, añiles, fuertes.  Los caseríos se asientan a la orilla de un riachuelo, al borde de una ladera; entre piedras pizarrosas que pregonan una vida dura y poco fácil.

El viajero echó la mañana en Évora. La ciudad es Patrimonio de la Humanidad. Dejó el coche donde pudo y se echó a andar por sus calles. Tuvo la sensación de que por la ciudad la crisis se ancló más tiempo del que debía y marcó su huella en las paredes. Tiendas cerradas, fachadas que piden una manita de cal…

Llegó a la Plaza do Giraldo por la calle de San Juan de Dios. Entró en el templo de San Antonio y por Rua Cinco de Octubre fue a la catedral. Se compró en una librería, conforme se sube, el Libro del Desasosiego de Pessoa. “Por ver si se me pega algo” como dice mi amigo Juan Gaitán. El viajero busca poner orden a muchas cosas. Pessoa, le sirve de ayuda en las noches de hotel…

Abrasa el sol de la siesta. Cruza campos de viñedos, dehesas y maizales en todo el esplendor antes de granar. No para en Reguengos de Monsaraz pero tiene tiempo de admirar la torre octogonal de la iglesia de San Antonio frente al monumento, en bronce, a Manuel Augusto Papança.

Tampoco para en Corval. En otra ocasión compró allí una cerámica primorosa; hoy, pasa de largo. Llega al pie del castillo de Monsaraz cuando la temperatura marca 39º. Al menos eso dice el termómetro del coche.

De la mano de Lourdes Torres – de ella es también la foto que ilustra este atículo – se acerca a la fortaleza Sube hasta las puertas del castillo. Lee en sendas placas que dos presidentes de la República visitaron el monumento. ¡Mira qué bien!


El viajero se adentra. Camina por suelos empedrados con cascajos y trozos de pizarra gris. Se rumia silencio y paz. Trasciende que el lugar es único. Como el viajero no pretende escribir una guía de viajes solo dice: vayan, vean, contemplen… No saldrán indiferentes. 

martes, 23 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sines

El viajero llega a Sines - a la punta de Sines – una mañana de sol y cielo azul. Sines es cabeza de la Costa Vicentina si se baja desde el norte hasta el Cabo de San Vicente, antes de pasar por Porto Covo y Ademira.

Sines está un poco más allá, solo un poco más allá, de Santiago do Cacem conforme se viene desde Lousal. El viajero para en Santiado do Cacem. Es una ciudad nueva. Las torres de algunos edificios rompen un paisaje que, por un momento, parece que se desprende de su matiz alentejano.

En Santiago do Cacem sube al cerro que corona el castillo. Desde la puerta de la iglesia  se domina, desde la altura, - porque está muy alto - un paisaje soberbio. La masa tupida de alcornoques, a pedir de mano, al frente; el azul del mar, entre la bruma, en la lejanía.

Junto a la iglesia de Santiago está el castillo; dentro de sus muros, el cementerio; no entra. El viajero baja. Se pierde por el dédalo de calles estrechas, tortuosas, empedradas por las que logró llegar a la cumbre. Sigue camino.

Sines es puerto de primer orden en el mundo de las refinerías portuguesas. Se despista el viajero. Vuelve sobre sus pasos. Hace caso a los indicadores y llega hasta la punta donde la tierra casi penetra en el mar. Los hombres han construido varios puertos. Uno grande con el espigón que sobresale y, otros pequeños; dan cobijo a embarcaciones como para andar por casa.

Un poco más allá un muelle enorme ampara y cobija a los petroleros. Vienen de muy lejos y vacían sus alforjas llenas de líquido de las entrañas de la tierra y que, luego, será combustible. Tres buques enormes esperan,  anclados, vez y turno.


Mientras, Vasco da Gama que nació aquí sigue ahí, en bronce, con su casaca del siglo XV y unas barbas de toda la vida. Otea la mar océana por la que bajó hasta el cabo de las Tormentas, o sea de Buena Esperanza, donde África llega casi a su fin. Él, después, bordeó costas; llegó a la India. Eran tiempo de Descubrimientos. Ahora inmóvil permite que la gente se ‘inmortalice’ junto a su figura…

lunes, 22 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Grándola, vila morena

Zeca Alfonso compuso la canción; el gobierno de Salazar la había prohibido. Nada mejor para un florecimiento posterior que vetar algo. La canción fue la segunda y definitiva señal para el levantamiento revolucionario el 25 de abril de 1975. La Revolución de los Claveles era imparable.

Amalia Rodrigues la usó como cierre de su concierto en el Coliseo de Lisboa…La mecha había prendido. Después vino lo que tenía que venir. La emisora católica Radio Renascença la emite a las 0,20 minutos. Es ya 25 de abril. El pueblo coloca claveles rojos en los cañones de los fusiles y de los tanques…

El viajero cruza campos de pastos secos; alcornoques desmochados; encinas centenarias. Al borde de la carretera venden melones de piel blanca; fruta de verano. Alguien - porque el viajero no va solo - que no comparte el mismo espíritu, dice: “¡quién me habrá mandado a mí venir hasta aquí!”. Tiene respuesta a coro: “eso digo yo”. El viajero calla; toma nota. (Piensa para sus adentros, a éstos los arreglo yo:“La venganza en plato frío”.)

El viajero parte de las minas de pirita de Lousal  - donde se hospedan - pasada la mediación de la tarde. Quiere acercarse a Grándola. Está un poco más allá. Solo unos kilómetros más adelante en la carretera que lleva a Lisboa. Tararea: “Grandola, vila morena / terra da fraternidade”. Ignora cuánto de verdad se encierra en esas seis letras…

Hace calor; mucho calor. Sigue; musita: “en cada esquina un amigo / en cada rostro, igualdad”. Pasea bajo el sol que abrasa. Deambula por las calles. Va hasta la plaza; busca algo de sombra. Se sienta en un banco del parque.

Cuando - casi cae la noche – una avería en el coche reclama la presencia de un técnico. El viajero está negado para muchas cosas; para esa es que ni lo intenta. Alguien ve la matricula; intuye un problema; se acerca. Pregunta. Ofrece ayuda. Va por el mecánico; llevan el vehículo al taller…


El samaritano desconocido no quiere nada, no acepta nada, no admite nada, ni siquiera un café. Por si falta algo, agrega en portugués, que se entiende perfectamente: “Yo vivo ahí, enfrente, por si necesitan algo…” El viajero no sale de su asombro. “Terra da fraternidade / Grandola vila morena”. 

domingo, 21 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Orden

Es lo que intenta el viajero. El viajero, de regreso a su rincón, intenta poner orden en un caos de ideas, paisajes, campos, azules y olas, cielos, caminos que sí llevan a muchas partes; nubes que cruzan y van y componen figuras raras; y delfines y sirenas…

Vasco da Gama sigue allí, en bronce, y mira la mar océana desde la punta de Sines. Él, que en palabras de otro portugués inmortal, Camoens, quiso para sí toda la gloria de un Eneas nuevo. Grándola, que sí sé que  es “terra de fraternidade” deja que pase el sol alentejano camino de América cuando se va la tarde.

Monsaraz otea soledades y campos traspillados; el sol cae a plomo. La temperatura, aplasta. Como aplasta el calor en Mourao y en ese mar interior, amansado el Guadiana  hecho ya presa de mar entre tierras resecas, buey para cabestro.

Encinasola es un hervidero de sentimientos. De los que flotan por el aire de la ausencia,  y  otros que se hacen presentes en el sentir del folclore. Flores y el Múrtiga o la Ribera que para el caso es lo mismo; cantares de quintos “ya se van los quintos madre / que los llaman las campanas… “¿Adónde van los quintos?

Encinasola ofrece, en noche de luna nueva, algo que no se cuantifica, que no se mide, que no se empaqueta doblado y con mimo en la maleta para echarse a andar. A eso se les llaman sueños. Al igual, otros, lo llaman de otra manera.

Busca el viajero en Toledo la sombra de doña Jeronima de las Cuevas. Sabe que no está allí, - sabe dónde está - pero la busca. Se topa con el colorido del Greco, con esos tonos que solo él fue capaz de dejar en el lienzo y termina viendo cómo corre el Tajo desde una terraza – a la que ya se ha asomado muchas veces, aunque no recuerda cuántas - en la casa de Victorio Macho.


Don Antonio sigue bajo la losa de granito. Colliure es un río de gente. El mar está azul; muy azul. Veleros que juegan al escondite con las sirenas; los viñedos siguen y bajan hasta donde las rocas le dicen al mar que ¡quieto! Orden, el viajero amontona nombres: Le Boulou, Portbou, el Pla, Rosas, Ampurias, Montserrat…, precisa poner algo de orden.

sábado, 20 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Federica Montseny

“...El día se extinguía gloriosamente, en medio del resplandor de los incendios, en la embriaguez revolucionaria de una jornada de triunfo popular...pronto la ciudad fue el teatro de la revolución desencadenada. Las mujeres y los hombres, dedicados al asalto de los conventos, quemaban todo lo que dentro de ellos había, incluso el dinero...”
Lo firma Federica Montseny. Los hechos ocurren en Barcelona. Es el 20 de julio de 1936. España se había abierto en canal a uno de los horrores mayores – las sangrías de ETA, vino después – que ha azotado y divido a los españoles del siglo XX.
Federica Montseny militó en el comunismo libertario. Fue la primera mujer que ocupó un Ministerio en España. Sanidad y Asistencia Social es la cartera que le asigna el Gobierno de la II República. Tuvo reticencias para aceptarlo; al final accede.
Su permanencia en el cargo, breve. Poco más de seis meses. Pretendió amplias reformas: lugares de acogida para la infancia (solo pudo abrir uno, cerca de Valencia), comedores para embarazadas, lugares para liberar de la prostitución, profesiones para ejercer por minusválidos…Pretendió la primera Ley de aborto en España. No llegó a ejecutar ninguno de los proyectos.
Su carrera política comienza en la filas de la CNT. Participa en el mitin de clausura en el Congreso de Zaragoza. Manifestó que las grandes reformas libertarias no se podían llevar a cabo desde el Estado y sí desde la Revolución. Votó en contra de la conmutación de la pena de muerte a José Antonio Primo de Rivera; en la Transición se opuso a los Pactos de Moncloa.
Exiliada en Francia vivió en vigilancia hasta la liberación por las tropas aliadas en 1944. El Régimen pidió, reiteradamente, su extradición; no lo consiguió. Vuelve a España una vez instaurada la Democracia.
Desde 1977 pide al Estado la devolución de patrimonio de la CNT y continuó su activismo en el mundo sindical en el que gozaba de un gran prestigio entre las corrientes más extremas de los movimientos obreros.

Muchos pueblos en España le han dado su nombre la de calles de sus municipios; centros de enseñanza, también lo llevan. Dejó un legado literario con más de cincuenta novelas de carácter romántico-social y otras dentro de su actividad política. Nació en Madrid, 1905; murió en Toulouse, Francia en 1994.



viernes, 19 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ole, ole y ole...

Málaga estaba de luna de agosto y apure de feria. La bahía se vistió de ese color especial que aporta la penúltima luna grande del verano. Olas de nácar y espumas que llegan al rebalaje y miran hacia atrás y ven cómo los barcos se pierden lejanos por el horizonte…
El maestro Morante la lió ayer – la lió en el sentido que nunca queremos que se líe – en la Malagueta; Roca Rey dijo que era de otra ‘casta’ y el ganado confirmó que a la Fiesta no se la cargan los antitaurinos. No, no señor. Se la están cargando desde dentro con tanto bicho de “tory factoría”. ¿Para luego? puede ser tarde.
La Rosaleda, vestida de lunares – o sea asientos de otros colores - y césped nuevo. Lo acuñó don Alfredo: “más bonito que nunca y se levantaba como siempre” Él, no decía,  exactamente, eso, pero me vale.
Mujeres guapas en la grada; moreno de playa y línea de verano. Reencuentros. En la puerta con Alfonso – el hijo pródigo que vuelve – luego con los colegas de asientos. Mayo ya queda muy lejos, y como todo esto del fútbol para algunos nos sigue sonando, nos suena a sentimiento… Pues eso.
“Nunca se siente tanto como cuando se cavila mucho”. Lo dejó dicho Pessoa. La gente, ahora, se ha puesto con una carga de ilusión por dentro.  Mucho humo de verano y más las ganas…
La gente se ha venido en tarde de calor, de muchísimo calor – rozaban los 40º - hasta la orilla de un río sin agua y una rosaleda sin una rosa. Dos equipos – dineros y esas cosas aparte – corren detrás de un balón. Es  el primer partido de la liga; petardazo veraniego.
Pesan las piernas. Marrullerías propias de quien quiere más que puede. Preparación la justita para agosto. Mejor Osasuna - porque por el césped corrieron Málaga y Osasuna, lo de jugar es otra cosa, por cierto, empate a uno – con más fondo físico. Al igual, a partir de febrero pasa factura…

Olo, ole y ole. Ya solo nos faltan cuarenta y dos puntos para salvarnos… Los pobres, ya se sabe, con poco…

lunes, 1 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Verano

El fin de semana ha sido trepidante. Cada cinco minutos ha aterrizado o ha salido avión del aeropuerto de Málaga. Hablan de haber superado cifras de otros veranos. A eso se le llama ‘record’. Cuatrocientos y pico – con un pico largo – de vuelos y cercano a los ochenta mil pasajeros que tampoco es cuestión de ponerse a contar maletas.

Casi a pie de pista, o sea, hasta donde dejan que se acerquen los becarios o los sustitutos de los suplentes, preguntan y preguntan a quienes llegan. Ni son muy originales en saber a qué vienen, ni las respuestas. ¿Qué no las adivinan? Pues es como para quedarse temblando.

Viene a tomar el sol, a descansar, a reencontrarse con lo que ya conocen de otros años, y a disfrutar del vino y de la gastronomía. Hablan de pescaítos fritos: chanquetes – oiga, que son inmaduros y están prohibidos, ¿qué?  - espetos, vitorianos, coquinas y mariscos…

Llegan a las costas  y buscan la ‘salada claridad’ del agua del Mediterráneo o del Atlántico  que son nuestros mares y las brisas que ponen los cuerpos con ese color moreno que se perderá, poco a poco, cuando llegue septiembre, y el Dúo Dinámico, de nuevo, en la nostalgia, cante aquello que nos ponía el alma melosa: “el final del verano llegó y tú..”

Por cierto, cuando se habla de melosos seguro que han venido chicas de ojos color de miel, y otras con los ojos de moscatel, como son las uvas de las viñas que crecen en las tierras quebradas de la Axarquía, y otras de ojos negros como una noche de embrujo, y otras, con esos “ojos claros, serenos…”

¡Miren que son bonitas las niñas con esos ojos! y van, y en el barrullo de aeropuerto que anuncian la llegada del vuelo procedente de… entrevistan a un tío gordo, calvo y viejo…! Lo dicho. Eso de sustituir al suplente tiene estas cosas…


Es verano; tiene su encanto. Yo  - al igual me dicen que soy un tipo un tanto raro - lo cambio por el encanto de las mujeres con biznaga de jazmines en el pelo, recogido y lacio, y, si además, tienen los ojos color de miel…