Abro el periódico y, de sopetón, me encuentro con la muerte
de Martín Ferrand. Dice el maestro Alcántara que hay ‘gente que se muere y gente
que se nos muere’. Se van. Es un goteo que no cesa. Faltan, ya, demasiados de
los que uno leía en la cita mañanera. Me pregunto si será que estoy posesionado
- antes no me daba cuenta - en el andén de partida de ciertos trenes…
Naturalmente nunca conocí ni tuve acceso a la persona de
quien hoy tantos han escrito tantas cosas. No me ha sorprendido casi ninguna.
La primera vez que supe de este hombre hace ya muchos años. Eran tiempos del
tópico ya manido “la televisión en blanco y negro” pero era verdad. Con Julio
César Fernández compartía, de dos a tres, un programa: ‘Sobre la marcha’. Breve,
directo, conciso… Propio de entonces.
Después lo he seguido - porque uno bucea siempre - por
muchos medios. Siempre me pareció el hombre de artículo largo en la prensa
escrita y de retranqueo de la palabra, a conciencia, como quien quiere remacharla,
en la hablada. Nunca era baladí su mensaje y nunca hacía perder el tiempo ni al
lector ni al oyente.
Hay gente que lleva esencia en lo que dice; él, entre ello.
Se puede estar más o menos de acuerdo. O no estarlo. Pero tiene algo que decir.
Corren tiempos de ‘okupas’ que han hecho de profesión ‘sus tertulias’ No es el
caso de este hombre. Su voz ronca o su prosa estructurada llevaban detrás algo
que no dejaba indiferente.
Otrro maestro – Barbeito – escribe, en ‘ La
Tribu ’, un bellísimo artículo: ‘Hortensias’. Recuerda
momentos que pasaron juntos y visitas a su casa. Habla de las hortensias de su
jardín transformadas en crisantemos. Yo, modestamente, le he puesto un
comentario y le digo que me las imagino como jazmines, jazmines blancos del sur
que se hacen biznagas de reconocimiento y recuerdo.