SE
LLAMA ANTONIA Y VIVE E N ÁLORA
Grande era Mairena y se llamaba Antonio; grande era Machado
y se llamaba Antonio; grande era Molina y se llamaba Antonio; grande era
Ordóñez y se llamaba Antonio… Parece que la grandeza en el cante, en la copla,
en la poseía o en los toros iba de la mano de un Antonio… hasta ahora.
Se llama Antonia - ¡miren por donde! - y vive en Álora.
Antoñita Contreras, que es de quien se trata, ha roto moldes: primero anduvo
los caminos de España; luego, en Francia. Se fue a Japón. Llegó, triunfó y se
vino y, ahora, anuncia que cuando las hojas saquen a la poesía a pasear por las
calles del aire, - como quien dice otoño- ella, se va a Canadá y se lleva en la maleta
el Amor Brujo de don Manuel de Falla.
Como si al Amor Brujo, Antoñita, lo tuviese que embalar y pasarlo por el
mostrador de embarque de un aeropuerto cualquiera, como si ella misma no fuese
ese pellizco profundo, enigmático y auténtico que don Manuel dejó en las cinco
líneas del pentagrama y Antonia
–andaluza, como Pastora Imperio para
quien se escribió - lo pregona a quien quiera escucharlo…
“Candela que ardes… / más arde el infierno / que toíta mi
sangre…” La orquesta la arropa, el público contempla a una mujer que no es
gitana, que no es lírica, que no es una de las vedette que lo pasea por los escenarios…
pero que es arte y duende, y sentimiento de Andalucía y pueblo que habla, y canta;
pueblo que pregona y dice…
“Si el agua no mata el fuego, / a mí el penar me condena…”
y embelesa y uno se queda extasiado y,
deja riendas sueltas a la fantasía, y
sabe que ella, ya, va en el mismo carro que los grandes y que como el fuego
fatuo “nace en la noches de agosto, cuando aprieta la calor. / Va corriendo por
los campos / en busca de un corasón”… Y, que se llama Antonia, y además, vive
en Álora.
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