Llegan cuando las estrellas recogen ya sus cosas porque
acaban jornada. Es decir, llegan de madrugada. Aparecen bajo una luna pálida o
bajo el rostro de la desesperanza, el hambre y la injusticia. Vienen porque
buscan lo que no tienen: comida, y quieren despojarse de lo que les sobra:
hambre.
Nos asaltan las noticias y dicen que si a Murcia, Amería o
Motril. Da lo mismo quieren una playa donde encallar lo que pudo ser su salvación
o su propia tumba: la patera. Y las más de las veces no encuentran las arenas
del dorado que no está, y sí el uniforme verde de la Guardia Civil. Que sí tiene que
estar allí porque no tiene más remedio.
Dicen las noticias cosas horribles de los pasajeros de estos
cruceros de lujo: menores, enfermos, desnutridos, mujeres violadas, niños.
Dicen que los llevan a los cuarteles, a los hospitales, a los centros de
acogida…Le va a dar lo mismo. Sólo quieren una cosa: que no los devuelvan al
infierno. Son los menos los que lo consiguen; otros, en cambio…
Vienen estos días los periódicos tan calientes como este
agosto que apunta ya a final. Siria y Egipto como para salir corriendo y no
mirar ni para atrás. Por aquí no hay más corrupto porque no madrugan más, y hay
este año una cosecha de bajeza moral, rayando en el envilecimiento, que rompe
la estadística. Mejor, mucho mejor que la del año pasado.
España acota espacios para los botellones de feria. Hablan
de éxito porque corrió el dinero y la gente se refugió en el olvido. Engañamos
al vecino de enfrente y lo que es peor, a nosotros mismos. Nos hemos creído
felices. Dicen y dicen…
Uno siente pena. Mucha pena por tantos como sufren y, por
los que pudiendo, no ponen el remedio. Uno sabe que después de éstos vendrán
otros, y luego otros y así… Están llenos los caminos del desierto. Cuando el
hombre pierde la esperanza ¿Qué le queda?
Me he permitido poner un fragmento de mi artículo en ymalaga. .
ResponderEliminarMientras yo estaba feliz.... En una patera que llegaba a Lanzarote, el frío, los vaivenes de la barca que cruje como queriéndose partir en dos, hace que los dolores de parto se presenten antes de lo previsto. Falta poco para llegar. Alguien advierte esa sombra en el mar y acuden a su auxilio. La joven que viaja sola, -sabe Dios por qué- rompe aguas y da a luz a su niña en la misma orilla, en la arena. Un policía del equipo de salvamento le presta asistencia al parto, se da cuenta de que la niña no tiene casi vida debido a la hipotermia. Él no tiene nada para darle calor, más que su cuerpo, y la mete bajo su ropa, junto a su pecho y cuando llega la Cruz Roja le tiemblan las manos, el corazón se acelera, siente el ritmo de sus latidos, esperando ver lo que el creía llevar -una niña sin vida- y la pone en las manos de la enfermera -que ya trae preparada una manta térmica- pensando que ha fallecido. Cuál es su emoción cuando advierte que respira. Es arropada rápidamente en la manta que le dará el calor necesario para llegar a la incubadora del hospital más cercano.
Que tu escrito remueva el espíritu de caridad al menos a todos tus lectores. Un abrazo y gracias por estar ahí. Amigo José.