1491
Hace casi cinco años que vive en
la hacienda que Portocarrero le asignó en el repartimiento. Antón -Antón López
de Doña Elvira – vino como repoblador con las tropas del Rey Fernando cuando la
toma de Álora. Su hija, Elvira Mateos, casó con Cristóbal Sánchez Ductor, “el Soldado”,
que tomó el apelativo de su padre Francisco Domínguez, y que luego, se lo
dieron al pago de sus tierras. Su abuelo, el padre de Francisco, Bartolomé Domínguez
Ductor era de las Cumbres de San Bartolomé, reino de Sevilla, provincia hoy de
Huelva.
Bartolomé, de niño vivió en las
Cumbres. Luego, pensó que entre aquellas encinas, a él le faltaba algo, y fue
cuando decidió buscarse la vida por otros lugares. Supo que en Sevilla los
reyes estaban formando un ejército fuerte para luchar en tierras de moros
contra los súbditos del reino nazarí, y que si bien, no pagaban mucho,
aseguraba una soldada, pan y viandas, algo de ropa y luego, a los repobladores
cuando se repartiesen las tierras podían tener derecho a una parte de ellas,
eso sí, con la condición de que tendrían que residir durante un tiempo sin
poder abandonarlas.
Los ejércitos – porque venían
varios cuerpos – estaban mandados por lo más selecto de la nobleza a la que
todos reconocían una autoridad superior. Así, mandaban Rodrigo Ponce de León,
duque de Arcos; Juan Ponce de León, marqués de Cádiz; Gonzalo Fernández de
Córdoba, al que todavía no llamaban el Gran Capitán; Luis de Portocarrero,
señor de Palma, que se quedó de alcaide del castillo recién conquistado…
A Antón, terminada la conquista, le
correspondió una suerte de tierras al pie de El Hacho conforme se sube por el
Camio de El Puerto que lleva al Sabinal donde había un majuelo de viña.
Hacía ya años que Antón vivía en
aquellas tierras, su mujer, sus hijos… (Su hija María, en su testamento se
encomienda la Virgen de la Aliseda, patrona de la Cumbres). El limpió el
pequeño manantial. Hizo una alberca con barro y piedras y sembró algunos
árboles. Todas las mañanas pasaba por
delante de su puerta un viejo del lugar que no hablaba como él, pero que al
pasar, inclinaba la cabeza en señal de respeto hacia el nuevo dueño del pago.
Al caer la tarde, el viejo regresaba con un haz de leña sobre su borriquilla…
Un día no lo vio pasar, ni otro,
ni otro… Muchas lunas después a su pago, entre los otros vecinos, se conocía
como la “Viñuela del soldado”.
ROSAS
FERNÁNDEZ, Alejandro. Arch. Particular. 2020
BEJARANO
ROBLES, Rafael. Repartimiento de Málaga en tiempos de los Reyes Católicos. Málaga
1971
Panorámica de las faldas, al sur. Enclave de la Viñuela. Monte Hacho
Bonita historia. Genial
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