La distancia entre Positano y
Amalfi no llega a cincuenta kilómetros. La carretera, tortuosa y estrecha,
discurre a ratos por la cornisa, y en otros momentos cercana a la orilla del
Tirreno.
Aguas azules y limpias, cristalinas. La cercanía de las rocas y
acantilados, la hacen profunda y sin posibilidad de que las mareas remuevan las
arenas de fondo.
Aquella mañana, decidieron que
pasarían el día por la costa. En Laurito contemplaron – a pesar de su cercanía
al mar -bosques de alisos, hayas y castaños. La orografía no le es favorable, y a pesar de todo, se agarran al turismo como
una posible vía de ingresos.
Praiano está un poco más al este,
antes de la desviación para Furore. Es un pueblo pequeño con mucho encanto,
tanto, tanto, que es difícil encontrar
aparcamiento por la cantidad de gente que acude. Hay que subir y bajar constantemente.
El coche es útil solo para llegarse hasta él, pero luego… ¡Ay, luego, que cruz
tener un coche y no saber dónde dejarlo!
En Praiano hay dos iglesias, la
de San Gennaro, en una enorme plaza silenciosa. Sus cúpulas están recubiertas
de cerámica. No pudieron entrar porque estaba cerrada. Una escalera baja hasta
la playa del Lido. Un cartel lo anuncia. La iglesia de San Luca Evangelista es
pequeña, con mezclas de la arquitectura mediterránea… Desde cualquier punto,
unas inevitables escaleras llevan a la playa: Marina di playa o a Cala de la
Gavitella y, enfrente, siempre Capri...
Dicen que allí nació el
limoncello… y una de las más bellas leyendas de amor. Hércules, hijo de Zeus,
se enamoró de Amalfi que tenía los ojos azules como el mar. Cuando murió, la
enterró en el lugar más bello de la tierra, donde las aguas pudieran acariciar
eternamente su cuerpo. Allí nació la ciudad.
Amalfi está al pie del monte
Cerreto. Es una de las cuatro repúblicas – las otras tres: Genova, Venecia y
Pisa - que Italia tenía abiertas al mar.
Toda ella es un monumento natural y por si fuera poco, los hombres construyeron
la catedral de San Andrés el Duomo, el símbolo de la ciudad.
Subieron despacio, no se cogieron
de la mano para subir las escaleras porque la leyenda dice que eso… Se sentaron en la escalinata, desde allí
contemplaron la belleza que se abría ante ellos, y entonces degustaron un
helado de fresa, chocolate y nata…
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