martes, 22 de septiembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Patacas y bellotas

 

                  

 

                                     


 

Dicen los que saben, que el otoño ha entrado pasado el mediodía del 22 de octubre del año 2020 del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, que debería venir con la brisa bajo el brazo, y que habría que buscar una rebequilla ligera porque ya refresca…

Dice la realidad, que se ha presentado con una zozobra de las grandes. Gente dividida porque no sabe qué hacer, como actuar ni qué camino tomar ante la pandemia que no hay quien la frene, salvo que se lleve a todo bicho viviente por delante y entonces, ‘muerto el perro, se acabó la rabia’.

Opto por no ver los telediarios. Solo lo necesario para tener la información precisa. Casi no leo los periódicos en ese apartado, porque uno se acongoja (el vocablo es otro, más expresivo y más claro) cuando ve que no se acierta con la solución ni queriendo.

Hoy  - ahora escucho ‘Las Cuatro Estaciones’ del cura pelirrojo de Venecia – uno tenía que estar escribiendo cosas poéticas y bonitas, porque con el cambio de estaciones, como el cambio de los años, se piensa que mañana será muy diferente a hoy, pero es solo un espejismo. O sea, casi todo va a seguir igual. Para ir a peor, se tiene que apretar.

Comienza el tiempo de las aceitunas echadas en agua - ¡mira que están buenas las aceitunas nuevas! – de los membrillos maduros, nalgas ebúrneas colgando de las ramas, en espera de un perol para cocerlos y luego, con el almíbar derretido en el perol, convertirse en la carne de membrillo.

Están las granadas – única fruta coronada – tomando color en las sobaqueras, al cubierto de esos calores que han debido perderse por los caminos del estío y ellos, los granados, esperando vestirse de oro viejo en los bordes de los caminos…

Ya casi pintorrean los caquis y los mirlos van diciendo cuáles tienen mayor grado de azúcar y madurez. Es tiempo ya mismo de castañas, bellotas y madroños, de zorzales en los cañaverales y estorninos en el tejado del campanario.

Ha venido este otoño, como todos los otoños con las patacas bajo el brazo y han florecido a modo de margaritas. Ponen una pincelada de belleza única, soberbia, sublime y, en cierto modo, nos dicen que la vida es más hermosa, más bella, y más excelsa que todos estos problemas que nos quitan el sueño….




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