jueves, 4 de junio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Noche de Junio



                                


Fuera, la noche estaba clara. Una clara noche de junio.

-         Voy a cerrar la ventana dijo ella, hace frío…

Se levantó despacio, se acercó al alfeizar, apartó con cuidado hacia ambos lados los visillos de encaje y entornó los postigos.

-         ¿Ha dejado de jugar la luna al escondite? Preguntó él.

-         Sí, dijo ella que miraba al vacío, ya se ha ido…

Y vio cómo la noche se extendía por las copas de los árboles y alargaba las sombras en la huerta. Se movían los pámpanos de la parra. Había un rumor sordo de ramas, de agua que bajaba a saltos, de piedra en piedra, por la cañada.
-         Entonces dijo él,  está perdida, hazle un hueco en tu corazón, que está la noche fría y hay autillos escondidos que le ululan, porque a estos pájaros no les gusta la luz de la luna…

-         Está creciendo, dijo ella,  y ya casi ilumina todo el cielo. Yo la aguardo, agregó.
-         Espera, espera, que ya han chapoteado sus rayos en las aguas del río.

Y continuó hablando solo,  y agregó:

-          Y han acariciado los campos de trigo. Ya piden hoz de siega los sembrados… Dentro de unos días será verano, y entonces los racimos de la parra, serán símbolo en los altares del Corpus.

La noche no tenía estrellas. Bueno, sí las tenía, pero el cielo iluminado no dejaba verlas. Él supo que la luna se había ‘escondido’ por detrás de los cerros y el castillo, en la distancia, era un destello, un reclamo, un hito en el silencio. Estaba ahí desde que se perdieron los recuerdos. Oteaba vientos o veía pasear la luna como esta noche…

Alargó la mano, cogió el libro del Maestro Alcántara como hacía muchas las noches y leyó:  “Unas pocas palabras me mantienen: / duda, esperanza, amor… Siempre me pierdo…/ Amor, duda, esperanza… Siempre me vienen…/ La ilusión, si la he visto, no me acuerdo.”

 No dijo nada. Entornó los ojos y pensó en la luna perdida por detrás de los cerros,  y en el castillo como un ascua de luz que alimentaba sueños, y sintió en su cara la caricia de la brisa fresca de la madrugada…




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