lunes, 30 de diciembre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Y no estabas tu


          




¿Sabes? El otro día,  muy de mañana,  te busqué junto al río, al otro lado del puente desde donde Belmonte mira la Giralda y espera el toque de clarines sin timbales. Luego me adentré en Monserrat. En la Magdalena supe que allí habían bautizado a un genio llamado Murillo y en su collación dieron sepultura a otro, a Juan Martínez Montañés. Y te buscaba…

 Anduve por Reyes Católicos y por Bailén y me llegué hasta el Museo… Tienen sus patios umbríos arrayanes que emulan la gloria de otros que compiten con rosas reflejos de reinas moras en tierras lejanas  y cipreses que apunta al cielo y, dentro, todo lo sublime del arte que se puede guardar entre paredes.

Por Alfonso XII me llegué hasta la Plaza del Duque – el de la Victoria – pero el pueblo, ya se sabe, siempre toma la trocha que más le conviene. En la Campana aunque no es tiempo resuenan pasos de costaleros y voces de capataces que quieren abrazar la estrechez de la calle. Y te buscaba.

Sierpes, cervantina y carcelaria. Por cierto ¿será verdad que allí, se gestaron esas primera letra del Quijote… “de cuyo nombre no quiero acordarme”? La Plaza del Salvador…. Dentro Jesús de Pasión, y la Virgen de la Antigua y el Cristo del Amor, el primero de los cristos de Juan de Mesa…

En General Polavieja, donde, ¿sabes? aquel día… Pues sí allí, en la cercanía del Antiguo Mesón del Negro. Eso – lo de Mesón - lo dice un mosaico en la pared. Se remonta al XVII, y luego, sin prisa hasta la Casa Grande que sigue siendo grande pero desde hace mucho tiempo no es franciscana… Los tiempos tienen cosas así. Y te buscaba…

Por un laberinto de calles me perdí y supe del convento de la Encarnación y de la Hospedería del Laurel y en la Plaza de los Venerables un mosaico informaba de que por allí debió andar don Juan, el de Zorrilla y, el otro, el de verdad. En la Plaza de Doña Elvira fluía un rumor de agua clara en una fuente blanca….

Por una barreduela llegué hasta la Plaza de Santa Marta. Soledad, umbría; misterio de monjas y conventos y, entonces…  ya no te busqué más porque, entonces, supe que la esencia flota en el aire, porque Sevilla, la esencia eres tú…


No hay comentarios:

Publicar un comentario