lunes, 2 de diciembre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Luz de otoño





“Todo está muerto menos el amor”. Lo tomo, a vuelapluma, de una canción de Elvis Presley. Las noticias de estos días son pesimistas. Casi todo se ve bajo el prisma de la decepción. Flota un no sé qué que apabulla y deja el alma en zozobra.

Ayer, por azar, leo que Lorenzo Orellana durante su estancia en Benalmádena vio como renacía una caña seca que había colocado un jardinero en el arreglo de un arriate. Las apariencias decían  - la sequedad saltaba a la vista - que allí no había vida; en su interior afloraba algo que pregonaba todo lo contrario.

Con Diciembre han llegado muchas cosas. Se ha echado la gente a las calles que son un reclamo. Han iluminado rincones, testeros, escaparates, cielos artificiales. Se derrocha luz para iluminar los atardeceres y las noches largas en estos meses donde los días son tan cortos… Se ve que estamos faltos, muy faltos de Luz, de esa otra Luz… Ustedes me entienden.

Publicaba Salvador Pendón unos datos escalofriantes, desconcertantes y esclarecedores. Informaba de los Ángeles de la Noche, del Comedor de Santo Domingo, Caritas, Bancosol… Un aldabonazo oportuno ante tanta luminosidad externa. Gente anónima se da con toda su alma a aquellos que no tienen lo más preciso. ¡Bendita gente! Quizá – o sin quizá -  estos días todo eso salte más a la vista. Puede que sea porque, a lo mejor, hay más Luz, (de la otra), ¿o no?

Escribía Barbeito y reclamaba eso de retomar el deseo: “Paz a los hombres de buena voluntad”, y  sin contradecirte, maestro, también a los otros, a los que  parece que no la tienen tan buena, la voluntad se entiende…, ¿no te parece?,  acaso ¿no son quienes más la necesitan? 

Es otoño en el calendario. El invierno llama a la puerta. Dentro de nada, vamos, un suspiro, se acortan las noches y se alargan los días  y, mientras tanto, los granados se visten de oro viejo, los escaparates de oropel,  y el ser humano de buenos deseos. Es un mes único donde al igual los pastores, sin guía ganadera ni crotales en las orejas de las ovejas, bajan de los montes de Belén y los que vivimos en los pueblos bajemos a ver el alumbrado de calle Larios que dicen que está preciosa, de cine (Antonio Banderas pulsó el botón de encendido… ¡Pasan unas cosas!).


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