miércoles, 11 de diciembre de 2019

Una hoja de cuaderno de bitácora. ¿A qué jugamos?






No quiero ser aguafiestas. No, por Dios. No quiero aparentar lo que no soy ni por supuesto erigirme en adalid de nada ni de nadie. Ni mucho menos. No quiero que estas líneas sirvan para que a alguien, en un momento, le haga sentirse mal. Tampoco.

Acabamos de pasar eso que llaman un puente. Otros lo han calificado de acueducto. Da lo mismo pero no es igual. El puente puede ser más o menos largo. Por el transitan personas, vehículos; por el acueducto solo agua. Las cosas en su sitio.

España – alguna gente de España, claro – se ha echado a la calle. Literalmente no se cabía en el centro de las ciudades, en la carreteras, en las ventas de los bordes de los caminos o en ese eufemismo que ahora se ha dado en llamar ‘casas rurales’…

España ha huido de sí misma. La gente ha cambiado de sitio porque iba en estampida como quien ve fantasmas y corría y corría… Algunos envueltos en mañanas de niebla; otros en tardes placenteras de sol. Castañares de otoño, campiñas donde a duras penas sale las sementeras, choperas ya sin hojas en las orillas… 

En los escaparates de las calles más caras – que no queridas, sino cara de sobrecoste – aparece la moda. Ahora, desde hace unos años, la gente usa vaqueros con un par de tijeretazos, o sea,  rotos. Cuanto más rotos, dicen, más caros. Es la moda. Hay que ir a la moda. ¡Que no se le ocurra a nadie ir contra la moda! No es de este mundo, por supuesto.

Un amigo, un entrañable  y muy querido amigo, se ha ido estos días,  al país de enfrente. A ese al que llaman el ‘amable vecino de enfrente’. Mi amigo ha enviado a nuestro grupo (se dice colgar, cuando aquí no se ‘cuelga’ a nadie, quede claro) un ilustrativo reportaje fotográfico.

El valor antropológico, excelente. El valor de denuncia, aunque él no lo ha hecho con esa intención, por supuesto, también. Dos mujeres, por las apariencias mayores, transitan por la carretera cargadas con haces de yerba sobre sus espaldas. Van a alguna parte. Casi seguro, a su casa… Son dos mujeres del Tercer Mundo. Éstas no ocupan lugar en los escaparates. Me chirrían algunas cosas. Perdonen la pregunta: ¿A qué jugamos?

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