domingo, 10 de noviembre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Antonio y las rosas




El  hombre de reparto llegó a eso de media mañana. Yo no estaba. Mi mujer se hizo cargo del paquete. Cuando regresé me informó que había llegado un envío para mí. Me extrañé. No he pedido nada ni espero ningún paquete. Pensé que podría ser un error. Miré concienzudamente. La dirección correcta… Venía remitido de San Feliú de Llobregat, Barcelona.

Rompo el envoltorio. Un bote grande cerrado herméticamente, un sobre con algo dentro. Abro el sobre, un escrito… “¿Se acuerda de la conversación – comenzaba, después del saludo – que tuvimos el pasado verano en el parque de Torreblanca…” Lo recordaba,  perfectamente.

Calor tórrido de agosto. Nos acercamos a hacer una visita al parque… Al final, en el extremo de la rosaleda, trabajan dos hombres; una señora, sentada a la sombra. Fui hasta donde estaban ellos. Los salude. Entablamos conversación. Les conté que, de joven, compraba rosales al marqués de Monistrol, cada temporada… y que tenía la rosaleda, precisamente allí, pero un día cerraron…

Hablamos del vicio común. Rosales y rosas. Conversamos como el alumno ávido de conocimientos que era yo, y el maestro que era él. Comentamos de siembras y suelos; podas y enfermedades que se ceban en los rosales de encanto especial; riegos y heladas del invierno; de abonados. Me habló de la Asociación de Amigos de las Rosas. Una treintena de socios cultivan, por afición y para deleite de todos, más de seiscientas variedades. El terreno, cedido por el Ayuntamiento…

Cuando llegue el otoño,  me dijo,  le enviaré un abono que nosotros recibimos de EE.UU. Es un fertilizante producido por la comunidad mormona en Salt Lake City, Utah. En Europa no se comercializa… Antonio, - se llamaba Antonio Cruzado y vivía en la calle Santa Creu -, no había olvidado la conversación entre dos apasionados.

Lo llamé, le pedí el importe. Me dijo que no le debía nada. Le insistí y me contestó que sí quería seguir hablando que no continuase por ese camino. No tenía palabras para agradecer el detalle de generosidad….

Antonio no está ya con nosotros. Una de las tres enfermedades que comienzan con la tercera letra del abecedario que no es el corazón ni la carretera... ¡Maldita sea..!

Ha vuelto el otoño, otro otoño de hojas doradas en los chopos y rosales en vísperas de poda... Lo recuerdo. Era un hombre excepcional. Ah, Antonio era catalán. Me siento orgulloso de ser su amigo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario