Con el otoño vienen las tardes
de luz dulce, las nubes plomizas cargadas de agua, las noches largas y los
estorninos. Hay dos tipos de estorninos. Los de plumaje negro iridiscente, que
está aquí todo e año, y los punteados de
pintas blancas que le dan una tonalidad distinta. Son de la misma especie pero
con colores matizados.
Los estorninos son un terror
para los olivares. (Trump que tiene la pluma panocha y no vuela pero firma
decretos, también) Son pájaros insectívoros y cuando la necesidad acucia,
entonces, se convierten en omnívoros y le meten mano a todo lo que pueda
alimentarlos: semillas, arañas, libélulas…
Pasan los meses de verano en
las zonas frías del norte de Europa. Se
acercan hasta las proximidades del Círculo Polar Ártico. Cuando comienzan los
fríos ponen tierra de por medio. Emigran. Se vienen a las tierras más cálidas
del sur donde las temperaturas no son tan rígidas y donde la comida es más
fácil de encontrar. Cuando llega la primavera se marchan otra vez, en sentido
inverso, hacia el norte. En ese viaje anidan y logran la reproducción de la
especie.
Los estorninos tienen
convivencia con el hombre, al parecer, desde dos mil años antes del nacimiento
de Cristo, lo que viene a decir que llevan por aquí más de cuatro mil años, año
más o año menos. Plinio, el Viejo en su tratado
Naturalis Historia habla de
ellos y da una descripción pormenorizada de su pluma, del color de sus patas y
pico que cambian según las estaciones del año.
Son aves muy gregarias. Dicen
los que saben de ornitología que vuelan en bandadas compactas porque se
orientan con la proximidad del vecino con el que nunca tropiezan y porque así
pueden evitar mejor a los predadores naturales. Gavilanes, azores y halcones peregrinos tienen en ellos una
fuente de alimentación.
Al atardecer aparecen en el
cielo. Forman auténticas nubes negras que toman figuras caprichosas. Se mueven
con una movilidad asombrosa hasta el punto que con solo observarlos ya hay un
espectáculo. Se acercan a las zonas urbanas, a los cañaverales y a los lugares
de grandes árboles para pasar la noche.
Su canto no es agradable. Su
llegada al campanario o a los ficus grandes del parque, un acontecimiento cada
atardecer cuando el sol se va por el Monte Redondo camino de América y dice que
hasta aquí llegó el día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario