miércoles, 7 de agosto de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El viaje a ninguna parte






El viajero llegó a la estación.  Era media tarde. La estación estaba solitaria.  Se dejó caer sobre uno de los banco que había bajo un techo metalizado. El banco tenía polvo, ese polvo acumulado porque hacía mucho tiempo que nadie se había sentado en él, y estaba ahí, recostado a amparo de una pared  medio desconchada esperando a la gente que no llegaba.

Entre las vías del tren – la estación tenía solo tres vías – habían nacido con las lluvia del otoño algunas yerbas. Ahora con las calores del estío eran matojos secos. Una brisa caliente los bamboleaba en su parte más alta. Unos gorriones picoteaban y buscaban las semillas secas caídas por la madurez.

El viajero miró a la lejanía. Todo era un campo de soledad. No se veía a nadie ni cerca ni lejos. El campo era un páramo abandonado. Algunas veces – el sol hacía chiribitas – quería creer que al otro lado, allá muy lejos, podría haber vida.  Sabía que no podía ser así pero quería creerlo, creérselo él mismo…

El viajero cruzó una pierna sobre otra. Se rascó suavemente la barbilla que era una manera de saber que estaba pensando o lo que es igual que estaba hablando consigo mismo. Después se pasó  la mano por la nuca y percibió que le había crecido un poco el pelo…

De pronto sintió como un susurro. Pensó que alguien le hablaba. Le preguntó qué esperaba.  El viajero no respondió. Si hace años – le dijo - que cerraron esta línea y por aquí ya no pasan los trenes. Ya no vienen trenes de ninguna parte ni partirán para algunas estaciones lejanas donde dicen que anidan las ilusiones de las gentes…

El viajero quiso responder… No veía a nadie. De pronto, el viento tocaba a modo de xilófono con un sonido extraño entre los barrotes de la ventana cerrada de la estación. Había un desgranar de notas. Componían una sinfonía extraña y nueva… El viajero supo que la voz que le susurró un poco antes era una manera que tuvo el viento de avisarle que el tren no vendría y, entonces, el viajero, se incorporó despacio y se echó a andar hacia ninguna parte…


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