sábado, 31 de agosto de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El boque







El bosque era un anfiteatro incrustado en un espacio cúbico muy profundo y oscuro. No entraba la luz nunca. En los días soleados  y claros, tampoco. Entre las ramas de los árboles donde revoleaban las mariposas  quería filtrarse  la luz pero se quedaba en el pespunteo de encaje  de sus orillas. Nunca conseguía llegar a lo más hondo. El bosque era un enigma deseado, anhelado y temido. Su profundidad  le daba un hálito de misterio insondable. A veces, cuando arreciaba el viento, en noches de pasión, entre las ramas de los árboles se oía una música de arpa que tocaban unas manos lejanas e invisibles.




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