martes, 20 de agosto de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Campo de agosto






El campo tenía sus leyes, su calendario y su tiempo. Todo medido, tasado y, si me apuran,  marcado en alguna estrella perdida. No había leyes escritas pero como todo el mundo lo sabía; casi todo el mundo las respetaba.

Con las calores del verano no se podían arrancar los garbanzos  si ya había salido el sol. Había que apurar las madrugadas de blanduras, o sea, esos días en el que el aire de levante entolda el cielo y pone las cosas con una suavidad apropiada. Entonces, los cascabullos de las matas no se rompían, y se hacían gavillas, o más bien pequeños montoncitos, afianzadas con una piedra encima para evitar que se dispersasen con el viento.

Por la Virgen de agosto, el quince, se comenzaban a guardar los suelos de los olivares. No podía entrar el ganado a pastar. Desde esa fecha se sabe que la aceituna ya tiene aceite y que puede ir al molino. Un poco después se daba la primera vuela. Era una recogida de mucho trabajo y poco rendimiento porque la aceituna bajada a tierra era una aceituna de maluqueo.

También en ese día abrían la media veda para los cazadores. Eran pasto del fuego de escopetas tórtolas, codornices y palomas. En los aguaderos del arroyo donde los animales acudían a beber, sobre todo. Era un traqueteo constante de tiros. No sé si la ley – la de caza, quiero decir – ha cambiado, y si, ahora, se permite eso o si la ‘civilización’ ha impuesto otras normas. No soy cazador pero aquella práctica me parecía de una crueldad tan grande que siempre me rebotó dentro.

En agosto venían las primeras tormentas. No me refiero a las gotas frías del Mediterráneo que por aquí, por mi tierra, en el sur del Sur, eran temibles, sino a aquellas que descargaban de media tarde arriba – ‘nubes de evolución diurna con desarrollo vesperino vertical’ ¿se acuerdan? –  coronaban los cerros lejanos y, luego, se nos venían más cercanas  y los aguceros refrescaban el ambiente y dejaban aplacado el polvo de los caminos.

Había otra ley tampoco escrita. Venía de la mano del refranero: “agosto frío, en rostro”. Desde hace unos años parece que el refranero también tiene muchas cosas en contra y miren por dónde como que no se cumplen algunas aunque esta mañana he percibido un tímido helor mañanero...




No hay comentarios:

Publicar un comentario