lunes, 1 de julio de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Primeros días de verano





El campo en estos primeros días del verano  es un libro abierto. Los rastrojos son tubos de un órgano destrozado por las cosechadoras y púas de un erizo al que aplastó el progreso. El campo, a primeras horas, despierta con espasmos que puntean los pentagramas de una sinfonía a la que pone notas especiales el viento.

Los primeros que acuden a los aguaderos son los tabarros. Desde muy temprano están en los bordes de los pilares. Buscan el agua fresca. Buscan la primacía antes que apriete el calor y todo se someta a un sopor que aplasta.
Han volado sobre los rastrojos las torcaces. Buscan los granos perdidos. Todo el campo es un semillero y, luego, cuando lleguen las primeras aguas, revedecerán en trigos bienvenidos y serán la primera alfombra verde antes que el otoño tome posesión y mando.

Al mediodía, zurean las palomas en el brocal del pozo. Acudieron a la sombra fresca que sube desde la profundidad. El agua estancada está quieta. De vez en cuando pasa un hombre con una recua de bestias. Se acerca, toma el cubo de latón, lo lanza al vacío y chirría la carrucha mientras sube el cubo lleno de agua. El agua se derrama por los bordes y forma, al encontrase con la que está abajo, un  ruido diferente.

Se han asustado las palomas. Salen aleteando. No se alejan mucho. Saben que el peligro es pasajero y en cuanto se vaya el hombre con los mulos todo volverá otra vez a la calma de las horas muertas en las que no pasa nadie por el camino.
Cuando más arrecia el calor se forman pequeños tornados. Un remolino de viento recorre el camino. Se forma de momento. Su vida, efímera, corta. Muere en el primer recodo donde su trayectoria rompe la inercia. Dormitan en la sombras de la parra los perros. Los perros no saben que las uvas, granos sensuales y verdes, dentro de muy poco serán tentación de néctar que llama desde la altura.

En estos primeros días del verano el campo es un libro abierto: rastrojos, tabarros, torcaces, arrieros que van a alguna parte, palomas en el brocal del pozo, calor y remolinos caprichosos de viento… Penden los racimos en la espera que todos llevamos dentro.


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